Quizás en estos momentos muchos duden de la eficacia y calidad de los sistemas educativos a distancia y digitales a los que se están viendo obligados a penetrar. Quizás se sentían acomodados en la rutina diaria del hacer educativo presencial que, nadie pone en duda, ha mostrado excelentes realizaciones prácticas a lo largo de los siglos y a lo extenso de toda la geografía. Es decir, si la presencial se hace bien, nada que oponer. Al igual, si la modalidad a distancia se lleva a cabo bajo todos los parámetros de calidad que podemos exigir, igualmente puede ser eficaz.
Es decir, hay buena educación presencial y buena educación a distancia, al igual que deplorable educación presencial y desastrosa educación a distancia. Ya me refería en este Blog, en esta serie de entradas relacionadas con el COVID-19, a los avales académicos y científicos que muestra la literatura respecto a la calidad de los sistemas no presenciales.
Pero la realidad es que, antes del COVID-19, la educación a distancia iba ganando a nivel mundial en número de estudiantes, de instituciones, de profesores, de programas y cursos, de investigadores, etc. Probablemente ya iba ganando entonces debido a esas ventajas que apunto más adelante.
Quiero decir que, quienes por las circunstancias actuales, obligados se están viendo a tener que migrar a estos sistemas innovadores, no deberían temer por la pérdida de calidad si cuidan todas las variables curriculares que inciden en la modalidad, empezando por la propia capacitación, aunque tenga que ser, en los momentos actuales, exprés. Ya vendrán tiempos mejores para ahondar en ello.
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