Escribe Ángel Fidalgo
Cuando era pequeño para ir al cine tenía que comprar una entrada de lo que llamábamos “gallinero”. El precio era muy barato, y nos sentábamos en una especie de escalera que estaba unos tres pisos por encima de la sala de butacas.
Desde la altura del gallinero podías observar a vista de pájaro el público cómodamente sentado en sus butacas, y si había un espectáculo de magia podías ver, con cierta envidia, como el mago interactuaba con el público.
Esto de la enseñanza dual, multimodal, híbrida o como quiera llamarse, donde una parte del alumnado está de forma presencial en el aula con el profesorado y otra parte en casa conectados online, me recuerda al cine de mi infancia. Unas personas en butaca interactuando con el mago y otras en el gallinero viendo lo que pasa tres pisos más abajo.
¿Realmente es así?
Lo cierto es que no tiene por que serlo, lo único que hay que hacer es que todos interactúen con el mago, los de gallinero y los de butaca. Para ello basta con que todo el alumnado utilice tecnologías (los que están de forma presencial y los que están a distancia) y que las actividades las realicen a través de las mismas. Por ejemplo, un grupo de trabajo puede estar compuesto por personas que realizan una actividad de forma presencial y las personas que se conectan online interactúan, al mismo tiempo, a través de un foro o un chat.
Si a usted le ha tocado hacer formación dual, por favor, no permita que los que están en el gallinero sean meros espectadores de lo que ocurre en su aula.
Sí, ya sé que en el título he utilizado la palabra “balcones” y no los he mencionado en el post. Pero qué quieren que les diga, queda como más poético decir “aprendizaje desde los balcones” que “aprendizaje desde el gallinero”.
Tomado de Innovación educativa con permiso de su autor
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