Por Emma Näslund-Hadley, Katelyn Hepworth, Greta Olivares Luna
El acoso deja cicatrices profundas y duraderas, y en la era digital, el ciberacoso afecta gravemente la salud mental de los jóvenes. Descubre cómo las escuelas y comunidades pueden crear espacios seguros e inclusivos para todos.
Acoso es una palabra que evoca desde burlas en el patio de la escuela hasta el sufrimiento silencioso de quien lo padece. Hoy, en la era digital, el acoso suele manifestarse como ciberacoso: mensajes anónimos, comentarios hirientes y ataques dirigidos que siguen a los jóvenes desde la escuela hasta sus hogares. Aunque a menudo se desestima como “parte de crecer”, el impacto no es menor. Para quien lo sufre, el ciberacoso puede afectar su confianza, su salud mental y dejar cicatrices que duran toda la vida. Pero hay buenas noticias: comprender y abordar el acoso en todas sus formas puede ser transformador, tanto para las víctimas como para los acosadores y las comunidades.
En lugar de permitir que estas conductas dañinas continúen sin ningún control, las escuelas y comunidades pueden actuar para crear espacios seguros para todos. En este Día Internacional contra la Violencia y el Acoso en la Escuela (incluido el Ciberacoso), compartimos datos sobre ciberacoso obtenidos de una encuesta regional realizada por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y los ministerios de educación en nueve países de América Latina. También nos preguntamos: ¿cómo pueden las escuelas actuar para que estos entornos, lugares de trabajo y espacios sociales sean más seguros, inclusivos y amables para todos?
Los resultados revelan que seis de cada diez jóvenes en la región han experimentado al menos una forma de ciberacoso en la última semana. Esto no es solo un problema menor; es una barrera importante para el bienestar, afectando la confianza y la salud mental y tener efectos significativos en el desarrollo de una persona.
Entre los jóvenes que han experimentado ciberacoso, la mayoría son mujeres. Esto demuestra que las mujeres jóvenes son desproporcionadamente blanco de ataques dirigidos contra ellas. Cuando se les preguntó sobre autoidentificación de género, los estudiantes LGBTQ+ reportaron una victimización notablemente más alta que sus compañeros, con un promedio del 20% que había enfrentado ciberacoso, en comparación con aproximadamente el 10% de sus compañeros. Este patrón revela que los estudiantes ya vulnerables a la exclusión y la discriminación enfrentan desafíos adicionales en las redes sociales.
El ciberacoso afecta la salud mental de los jóvenes. Los datos muestran una correlación positiva significativa entre el ciberacoso y síntomas de angustia, como insomnio, depresión y preocupación. Los estudiantes que han experimentado ciberacoso tienen un 15% más de probabilidades de reportar el deseo de migrar de su país en comparación con sus compañeros. Esta clara conexión subraya la necesidad urgente de que las escuelas aborden el acoso con estrategias integrales y compasivas que proporcionen un apoyo genuino a los estudiantes, más allá de soluciones superficiales.
Aquí es donde entra en juego el modelo de Sistema de Apoyo en Múltiples Niveles (MTSS, por sus siglas en inglés). Al abordar el acoso a través de estos tres niveles (prevención en toda la escuela, apoyo dirigido para estudiantes en riesgo y ayuda intensiva para aquellos directamente afectados), las escuelas pueden crear entornos más seguros e inclusivos para todos los estudiantes.
Nivel 1: Intervenciones universales.
La prevención comienza con iniciativas en toda la escuela que fomenten un ambiente positivo y respetuoso. Por ejemplo, las asambleas y talleres sobre empatía y bondad ayudan a los estudiantes a comprender el impacto del acoso y cómo apoyarse unos a otros. Los docentes y el personal refuerzan estos valores mediante el ejemplo, promoviendo el respeto y fomentando conversaciones abiertas sobre amabilidad e inclusión. La implementación de intervenciones integrales, como el programa Learning Together, que incluye capacitación en justicia restaurativa para reparar la relación entre niños que acosan y sus víctimas, grupos de acción escolar y un currículo socioemocional, ha demostrado efectos significativos en la reducción del acoso y otros comportamientos problemáticos, destacando el poder de un enfoque unificado para crear una cultura escolar más segura e inclusiva.
Nivel 2: Intervenciones dirigidas.
Para los estudiantes con mayor riesgo de experimentar o ejercer acoso, las escuelas pueden ofrecer sesiones en grupos pequeños para desarrollar habilidades sociales y resiliencia. Por ejemplo, una escuela podría crear un “grupo de amistad” en el que los estudiantes practiquen la resolución de conflictos, aprendan a comunicarse eficazmente y se apoyen entre sí. Un programa de apoyo entre pares llamado Pyramid Club registró reducciones significativas en problemas generales, incluidos ansiedad, depresión y dificultades en las relaciones entre compañeros. Los programas de tutoría entre pares también pueden conectar a estos estudiantes con compañeros de apoyo, ayudándolos a sentirse más conectados y seguros en la comunidad escolar.
Nivel 3: Intervenciones intensivas e individualizadas.
Cuando los estudiantes se ven directamente afectados por el acoso, ya sea como víctimas o acosadores recurrentes, el apoyo personalizado e intensivo es esencial. La consejería individual puede brindar a los estudiantes un espacio seguro para procesar sus emociones, mejorar su autoestima y aprender formas más saludables de manejar los conflictos. Por ejemplo, un estudiante con problemas de ira podría reunirse regularmente con un consejero para desarrollar estrategias de afrontamiento para enfrentar situaciones difíciles y establecer metas personales, capacitándolo para relacionarse de manera más positiva con sus compañeros. Programas como el modelo Lunch Buddy, que empareja a las víctimas de acoso con mentores para mejorar sus habilidades sociales, han mostrado resultados prometedores, con notables disminuciones en la victimización, destacando la efectividad del apoyo personalizado en fomentar interacciones más saludables entre pares.
El ciberacoso es un problema extendido con efectos de largo alcance, pero también es uno que podemos enfrentar de frente. Los datos son claros: el ciberacoso afecta la confianza, la salud mental y el sentido de pertenencia de innumerables jóvenes en América Latina y el Caribe. Sin embargo, con el MTSS, las escuelas cuentan con un modelo poderoso para abordarlo en todos los niveles. Por ejemplo, cuando se implementan en sesiones escolares, programas como el Prev@cib para el acoso y el ciberacoso han reportado reducciones en la victimización y perpetración de ciberacoso.
Al combinar la prevención escolar, el apoyo dirigido para estudiantes vulnerables y la ayuda intensiva para aquellos más afectados, podemos crear espacios, tanto en línea como fuera de las redes, donde todos los estudiantes se sientan seguros y apoyados. Abordar el ciberacoso no solo se trata de detener mensajes hirientes, sino de construir una cultura de respeto y resiliencia que empodere a los jóvenes y fortalezca a las comunidades. Juntos, podemos dar pasos para garantizar que el mundo digital sea un lugar de seguridad, inclusión y bondad.
Tomado de Enfoque Educación blog de BID
para todos.
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