Escribe Dolors Reig
Es
una pregunta frecuente en charlas para padres y profesores en escuelas.
¿Cómo acompañar a nuestros hijos en el uso adecuado de redes sociales?
¿Cómo hacer un uso de las mismas que conduzca al aprendizaje? ¿Es necesario dominar las tecnologías?
Mi
respuesta ha variado con el tiempo, desde un primer momento de
“éxtasis” tecnológico hasta la realización de que es lo humano, siempre,
lo que importa en cuanto al uso de cualquier tecnología. En este
sentido repito a menudo que lo que los padres y profesores debemos
hacer, en primer e irrenunciable lugar, es ser eso mismo. Padres en el
sentido de transmitir y dar ejemplo en cuanto a los valores y la
educación emocional que queremos en nuestros hijos, profesores en el
sentido de ayudar, cada cual en nuestra especialidad, a dar sentido, a
contextualizar, a dar profundidad, a filtrar, la infinita información
sobre cada materia existente en internet.
La frase se repite en
múltiples conferencias y entrevistas: “Prefiero un profesor sabio en su
materia que no domine las herramientas tecnológicas que todo lo
contrario”. También, ante cualquier dilema moral o ético prefiero padres
y profesores íntegros y con fuertes valores que “techies” que usen
fantásticamente las herramientas pero sin un rumbo determinado.
Escribo
esta entrada, sin embargo, para alertar de algo que considero también
fundamental: también es indispensable cierta apertura mental, la
comprensión de que se trata de un ecosistema vital distinto pero con
enormes posibilidades y en un estado ideal de cosas, cierta familiaridad
o dominio del medio.
No es que nada de lo humano sea
especialmente nuevo en internet, de forma que cualquier problema puede
tratarse estableciendo paralelismos con el mundo offline (el bullying,
como manido ejemplo, ocurría también en las plazas de tierra y cemento
del mundo offline). Si bien es cierto que la comunicación en red aporta
matices y puede incrementar la gravedad de algunos temas (en el caso
del ciberbullying, es cierto que puede cobrar una gravedad especial
cuando en la red puede ocurrir 24 horas al día, 7 días a la semana y con
un alcance social de la posible burla mucho mayor), las soluciones en
cuanto a inteligencia emocional, integridad ética, valores que movilizar
en cada situación, son muy parecidas o idénticas a las que poníamos en
marcha en el mundo pre-internet.
Pero no son los jóvenes los que
saben eso. Somos los adultos los que debemos establecer las
comparaciones, dando consejos y prestando un soporte emocional par
aquellas situaciones que aprendimos durante nuestro proceso de
socialización, sin complejos ni miedos. Porque repito de nuevo, no hemos
dejado de ser, debemos ser, más que nunca sus guías en cuanto a
criterio y valores.
No es indispensable dominar la tecnología para todo
ello, pero sí resulta tremendamente útil. Y es que el problema es que muchos jóvenes no identifican a sus padres, profesores, etc. como habitantes de ese mundo,
desconociendo además esos paralelismos que pueden hacerse. Se
manifiestan “huérfanos digitales” en el sentido de que dicen no tener a
quién acudir, si sus referentes desconocen el medio, cuando tienen
problemas o dudas de criterio o valores, en internet.
Es por eso
que vale la pena formarnos, convertirnos en usuarios activos de redes,
interactuar con ellos (sin invadirles), borrar de la mente de nuestros
jóvenes la idea de que se trata de problemáticas que solamente ellos
pueden entender. No necesitan, normalmente, ayuda tecnológica (en eso
son mejores que nosotros) y no es en ese sentido instrumental en el que
les podemos ser útiles, pero surgen de las redes problemas en las
relaciones humanas que no son nuevos y necesitan de la atención del
adulto en muchos momentos. No podemos esperar que sean ellos, si nos ven
alejados del medio, los que detecten el valor atemporal de nuestro
soporte.
Como profesores, además, diría que la pérdida es también
personal. Si nos apasiona nuestra especialidad, son muchas las
posibilidades y recursos que aparecen gracias a las tecnologías y
podemos perdernos la oportunidad de que sean ellos mismos quienes nos
los muestren si nos ven demasiado alejados de su mundo.
Os
sonará la idea que transmito desde hace tiempo: estamos ante unas
tecnologías tremendamente potentes para cambiar lo que somos, como
individuos y humanidad, en el sentido de convertirnos, educar a nuestros
jóvenes en superhéroes, artífices de una sociedad mucho mejor, o
supervillanos, si les / nos alineamos con las tremendas posibilidades
destructivas también del fenómeno. Cultura y valores son nuestra
garantía de que todo esto llegue a buen puerto y en ello debemos ser más
responsables que nunca.
Lo haremos mejor, sin duda, si perdemos el
miedo a las tecnologías y las abrazamos como formas de entender mejor a
nuestros jóvenes, de ser lo que estos necesitan, mejores padres,
maestros, que nunca.
Tomado del Caparazón con permiso de su autora
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