viernes, 1 de marzo de 2019

Carácter y hábitos para el aprendizaje: definición y proyecto de medición

Escribe Ignacio de Bofarull  Universitat Internacional de Catalunya
Este trabajo estudia cómo influyen las competencias que dirigen el trabajo intelectual escolar, los hábitos, las fortalezas de carácter y la actitud del estudiante en los procesos de enseñanza-aprendizaje. Hasta hace poco la educación del carácter constituía un asunto restringido a la educación moral y cívica. Pero ahora se insiste mucho en lo que se denomina character performance: es decir aquellas habilidades y virtudes que colaboran estrechamente en el trabajo intelectual, en este caso escolar, en el estudio, en el desarrollo de las competencias que llevan al éxito académico. Ahora, las nuevas investigaciones sobre las habilidades no-cognitivas y el aprendizaje socioemocional reflejan cómo estos planos de la personalidad dan consistencia a los procesos de enseñanza-aprendizaje escolares no solo en el punto que centra su interés en la inmediata comprensión de los contenidos, sino también en todos los elementos que tienen que ver con la actitud, la atención, la concentración, el despliegue de trabajo intelectual escolar que exige ese aprendizaje. Estamos hablando de la perseverancia que demanda trabajar en casa, repetir ejercicios, repasar, forjar una buena capacidad lectora o una buena habituación en escritura.
Las neurociencias subrayan aquí el valor de las funciones ejecutivas.  La atención, la tenacidad y la planificación son lugares donde el estudiante despliega su aprendizaje. No solo en el aula sino también en la biblioteca, en el hogar, incluso en el trato diario con cualquier tipo de esfuerzo intelectual que puede exigir la vida. La inteligencia clásica (cociente intelectual, CI) pone el acento en la comprensión analítica, un momento puntual; la inteligencia del carácter pone el foco en los procesos desiderativos y volitivos que fraguan el trabajo intelectual que empieza en el aula y acaba en la planificación del estudio en el hogar: y que deben responder a una secuencia del tipo siguiente que incluye dinámicas de la orientación sabia del deseo:
1.-cognición
2.-deliberación,
3.-decisión,
4.-acción.
Estamos en la órbita de la educación del carácter que empieza en Aristóteles y acaba en la Psicología Positiva (Seligman, Duckworth). Esta última estudiosa ha acuñado un concepto que señala cómo en la perseverancia apasionada se mezclan la determinación y el talento con los deseos más llenos de propósito, superación y actitud emprendedora. ¿Por qué? Estamos en un mundo estresante que paraliza iniciativas, alimenta dudas y empuja hacia procesos ansiógenos y depresivos.  La actual era de la distracción -muy acentuada por el consumo de las pantallas -de la televisión, de los ordenadores, las tabletas y sobretodo los smartphones- lleva a la dispersión, al desorden y a una caída de la diligencia intelectual. 
Por ejemplo: está cayendo la lectura, y al mismo tiempo la capacidad de escucha. Una cierta apatía invade el trabajo intelectual escolar pues los reclamos insistentes martillean la vida, desde muchos ángulos, de los niños y de los adolescentes sin olvidar a sus modelos: maestros y padres también hiperconectados. En otras ocasiones se suma el estatus socio-familiar que es quien no puede ni sabe apoyar el trabajo intelectual de la escuela: ni lingüísticamente, ni en la esfera conceptual (Bernstein, Bordieu). De ese modo no sólo hay que definir las habilidades no-cognitivas, las funciones ejecutivas y el carácter, marcos emparentados entre sí y presentes en la vida escolar y familiar, hay que valorar sociológicamente la presión del ambiente desde la Teoría Ecológica de Bronfenbrenner.  La brecha educativa procede de superpuestos estratos complejos y socio-económicos: la crisis económica, política, la tensión social resultante, sus consecuencias laborales e institucionales.  
Estamos hablando también de la desestructuración de instituciones eje en las sociedades occidentales que han perdido su papel orientador y que han llevado a una época de incertidumbre que también pesa en la escuela.   Procesos de corrosión y licuefacción social estudiados por dos expertos como son Sennet y Bauman. Mientras tanto, en la escuela, en esta línea, no se deja de experimentar con los niños, con los adolescentes para lograr implementar la pedagogía más lúdica y motivadora. Pero en el marco de la educación del carácter se ha pasado de la motivación extrínseca a la auto-motivación personal que hunde sus raíces en el esfuerzo, la tenacidad, el afán de superación. ¿Por qué? Hoy, la escuela padece un síndrome de ansiedad innovadora que se fija en todo menos en las recetas que exigen apuntar al bien arduo armado de coraje, al aprendizaje de contenidos, a la memoria comprensiva que no deja de ser un ejercicio de sostener la memoria que alimenta nuestra mente de información y conocimiento. Hoy la escuela es un ensayo de utopía donde las ideologías pueden posponer el auténtico proceso educativo.  
El último objetivo ha sido propositivo, siempre en paralelo con el despliegue del estudio. Es decir: se trata de proponer las herramientas que midan estas fortalezas del trabajo intelectual en la educación primaria: hablamos de dos instrumentos de medición de la psicología de la personalidad de gran prestigio académico a tenor de su fiabilidad y resultados: BFQ-N y BRIEF 2. Si se proponen modelos de formación del carácter para el aprendizaje se deben ofrecer herramientas para su medición orientadas a testar el éxito de estos programas. La conclusión apunta a una iniciativa de calado: la universidad, la escuela y los agentes educativos deben pensar un nuevo modelo de educación integral de sus estudiantes desde esta convergencia entre carácter e inteligencia clásica. El fracaso, la brecha educativa y el abandono escolar tienen razones académicas, pero también familiares y personales, y desde luego económico-sociales, laborales e institucionales. Este tercer milenio, complejo, cambiante, lleno de incertidumbre y dispersión necesita de habilidades robustas y flexibles para hacer frente a los retos de una sociedad que no nos desvela aún a dónde va. Habilidades prácticas robustas (en su implementación) y flexibles (cuando han de ser repensadas y reformuladas) para hacer frente a los retos de una sociedad que no nos desvela que tipo de conocimientos exigirá la economía de la 4ª Revolución Industrial cuya previsible consecuencia es la robotización.
Fuente original de la revista:
De Bofarull, I. (2019). Carácter y hábitos para el aprendizaje: definición y proyecto de medición. Revista Española de Pedagogía77(272), 47-65. doi: https://doi.org/10.22550/REP77-1-2019-03
Cómo citar esta entrada:
de Bofarull, I. (2019). Carácter y hábitos para el aprendizaje: definición y proyecto de medición. Aula Magna 2.0. [Blog]. Recuperado de:https://cuedespyd.hypotheses.org/6046

Tomado de Aula Magna 2.0 con permiso de sus editores

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