lunes, 11 de marzo de 2019

¡Dejemos de llorar!

Escribe Carmen Pérez Esparrells

Siempre por estas fechas, las universidades públicas elaboran sus presupuestos y es el momento en el que todos pensamos qué será de nosotros y de nuestro futuro más cercano, con respecto a la financiación que recibiremos en el siguiente ejercicio presupuestario. Sin embargo, una gran mayoría de los implicados están inmersos en el corto plazo, sin poder hacer una planificación a medio y largo plazo y, por supuesto, sin diseñar estrategias conjuntas de financiación y sinergias. Así nos va, entre otras muchas cosas, en los rankings globales.
En este escenario que se repite año a año, están involucrados demasiados actores, empezando de mayor a menor: el Gobierno de España y los distintos Ministerios implicados en el sistema de Investigación y Ciencia; las autoridades educativas competentes en el seno de los gobiernos autonómicos; los líderes universitarios, incluyendo Rectores y equipos de gobierno, junto con los gerentes y personal de alta dirección; y, por último, los Consejos Sociales que son los que “bendicen” los presupuestos, tal y como recoge la legislación actual. Todos tenemos, también los docentes e investigadores entre los que me incluyo, nuestra pequeña parte de “culpa” en esta visión tan cortoplacista.
Para cambiar el modelo productivo de un país, hace falta ponerse a ello de forma continuada en el tiempo y parece que las políticas públicas que se han puesto en marcha para impulsar este cambio, han sido infructuosas o no han dado los resultados esperados. No sólo hace falta apostar por ello desde las Administraciones Públicas, sino que debemos animar al sector privado, principalmente a las empresas, a que cofinancien iniciativas universitarias de alto potencial en el medio y largo plazo.
Cambiar el modelo productivo de un país exige un esfuerzo continuado en el tiempo.
Igualmente, los gobiernos autonómicos deben ser conscientes de la importancia de las universidades públicas de sus respectivos territorios. En muchos de ellos se trata del segundo o tercer motor de sus economías, con capacidad para arrastrar el tejido productivo del entorno, como se nos ha demostrado. A las universidades hay que apoyarlas decididamente mandando mensajes claros de financiación autonómica garantizada para las actividades básicas por un periodo de tiempo largo y abandonando las negociaciones peregrinas año a año. Esta apuesta autonómica, si es decidida, implicará elegir y destinar más recursos a las universidades públicas a través de una financiación ligada a la calidad y la excelencia con indicadores consensuados y transparentes, que permita hacer conjuntamente a los gobiernos autonómicos y a sus universidades planes de futuro de hacia dónde queremos llegar.
Pero, son los líderes universitarios, encabezados por Rectores y gerentes, los primeros que tienen que dar ejemplo y saber “pedir” dinero con firmeza, no sólo al sector público (que también) sino al sector privado y, en concreto, a las empresas, a las fundaciones, a los estudiantes, a los antiguos alumnos y, en general, a los amigos de la universidad. Se trata de explorar nuevas vías de financiación como las que llevan a cabo universidades, públicas y privadas, dentro y fuera de nuestro país. Existen muchos mecanismos y fórmulas, y múltiples maneras para conseguir una financiación complementaria (y muy marginal al principio) procedente del patrocinio y el mecenazgo, pero todas pasan por la constancia, la legitimidad, la reputación de la institución y la comunicación del valor social de la misma. El liderazgo y el buen hacer de todos los actores involucrados serán la mejor carta de presentación para una buena estrategia de captación de fondos, internos y externos.
Urge explorar nuevas vías de financiación, como las que llevan a cabo universidades públicas y privadas, dentro y fuera de nuestro país.
En definitiva, seamos previsores y, sobre todo, evitemos lamentarnos de la escasa financiación, pública y privada, con la que contaremos el próximo ejercicio. Hay que pensar en cómo “reinventarse” para no ser devorados por el monstruo de los rankings globales que, como muchos de ustedes saben, son mi última obsesión. Cada vez más, las universidades que compiten con nosotros en los rankings globales, ya sean públicas o privadas, corren más, se venden más y nos están pasando. La trepidante escalada de muchas universidades que ocupaban los tramos intermedios -a los que aspirábamos o en los que estaban algunas universidades públicas españolas-, nos debe hacer reflexionar a todos juntos en políticas y estrategias sobre cómo conseguir más financiación para seguir teniendo universidades capaces de competir en el nuevo escenario global.
Tomado del Blog de Studia XXI con permiso de sus editores

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