viernes, 11 de diciembre de 2020

La privacidad: el derecho más importante de nuestro tiempo…

 Escribe Marvin G. Soto

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Catalicemos primeramente que Internet ya no es solo un mundo virtual, es una dimensión extendida de la realidad que impregna nuestras vidas, ¡es parte de nuestro día a día! Es decir, trabajamos, socializamos, convivimos, compartimos, informamos, hacemos negocios y nos comunicamos a través de esta plataforma global.

La sociedad actual ha exigido ser más diversa, cree estar más “informada” o al menos eso expresa, aunque hay senda evidencia de que un alto porcentaje de lo que se informa cae en la categoría de “fake news”.-

Sumemos que, las mismas boronas digitales que dejamos, han modelado gemelos digitales nuestros que, al interpretarnos, tienen la capacidad de generar y sugerir contenidos basados en nuestro comportamiento digital, que pueden alterar nuestra realidad o bien estimular nuestras inclinaciones.

Evidencia además que los datos son hoy el oro líquido de nuestro tiempo, nuestros datos, nuestra información… mucha de ella privada, la cual voluntariamente hemos puesto a disposición de las múltiples plataformas globales.

Reflexiono, entonces que la privacidad tiene que ser integral, capaz de separar los diferentes contextos de nuestras vidas. Alguna vez la separación debía ser solo física y personal, pero ahora debe construirse intencionalmente porque no existen barreras naturales que limiten a la virtualidad en la difusión de información sobre nosotros.

Recordar que la Internet ha facilitado el intercambio de información y la simpleza para ofrecer nuestros datos ha hecho que la información ofrecida sea más peligrosa, al mejor estilo de “todo lo que diga –o publique-, puede ser usado en su contra”. Se deriva entonces que necesitamos desarrollar una comprensión clara de las reglas y normas para hacer frente a este nuevo modus vivendi.

Sin duda, los cambios en la sociedad afectan la privacidad directamente, pero también pueden afectar todos nuestros derechos indirectamente. No ocuparnos de ella, convertirá a la privacidad en un privilegio y no en un derecho como debería ser por defecto.

Quiero decir que es necesario separar nuestra vida privada, nuestros círculos inmediatos, las comunidades a las que pertenecemos y la esfera pública.

En este resquebrajamiento de las fronteras entre lo humano y lo virtual se convierte cada vez más en un desafío. Queda claro que la privacidad se trata de límites, de fronteras. No se trata de esconder algo por malo o impropio, sino de crear espacios con normas de convivencia decididas, en nuestra calidad de individuos plenos de derechos.

Piense por un momento ¿porque existen fronteras entre países? y ¿porque se habla de soberanía y de sistemas de gobierno?… la privacidad se trata de esto. Las fronteras delimitan el área que controla un determinado estado, un área donde se aplica un conjunto específico de cuerpos legales y normativos que garanticen el orden social.

Hubo un tiempo antes de las fronteras; que de hecho en la mayor parte de la historia humana no existieron fronteras. Pero por supuesto, aquello no fue una época de libertad, sino de anarquía, donde bandas de bárbaros, conquistadores y piratas podían irrumpir y saquearlo todo, tomando por esclavos o plebeyos a quienes habitaban los territorios invadidos. Análogamente la modernidad engendra diferentes intereses impulsados por gobiernos dominantes, sistemas económicos, grupos de poder con estrategias de dominación o conquista, sistemas religiosos y credos, corrientes de pensamiento diversos.

Aquí la conexión con la privacidad es que sin reglas claras sobre lo que es de dominio privado y lo que es de dominio público, los gobiernos, las organizaciones, los grupos de poder, las empresas y otros actores sociales, aprovechan la indefinición de qué cosas pertenecen a que esfera y este vacío se traduce en caos.

Por ejemplo, habrá alguien que diga que lo que haces en privado, no es en absoluto privado, sino que sujeto a la voluntad de un sistema político, un patrono o de un interés superior.

Estas triquiñuelas han sido explotadas por muchos con fines de persecución o de resquebrajamiento social o por grandes intereses para lucrar con la información privada recolectada bajo un supuesto consentimiento informado.

Saben amigos y amigas, a mi parecer la privacidad se trata de control, control sobre a quién, qué y bajo qué condiciones o reglas comparto mi información. Si no hay privacidad, todo se vuelve público y muchos derechos que convergen con la privacidad se desmoronan.

Siendo niños a veces decíamos tonteras como que queríamos matar a nuestro hermano o hermana. Jamás lo decíamos en serio y todo el mundo en nuestro círculo familiar lo sabía.

¿Qué pasaría si dijera lo mismo ahora, en público a través de una plataforma virtual, a alguien que no conocemos del todo? Simple, sería una amenaza. Las personas con las que hablamos en privado nos conocen y más importante aún, se preocupan por nosotros; no quieren malinterpretarnos intencionalmente.

Miren que son exactamente las mismas palabras, pero el contexto es diferente. Es decir; cuando hablamos en público, compartimos un contexto diferente, por lo tanto, nuestras palabras tienen un significado distinto.

Las plataformas sociales de interacción virtual han roto este límite entre lo privado y lo público, dejándonos expuestos.

La privacidad se trata de la vida cotidiana y es el derecho más importante de nuestro tiempo. La privacidad influye en todo lo demás. Sin privacidad, no sabemos qué reglas se aplican y cualquier cosa podría ser malinterpretada. Nuestras vidas serán juzgadas de acuerdo con las reglas de otra persona de formas que ni siquiera podemos imaginar.

Muchas personas han perdido sus trabajos, han recibió daño moral irreparable, ha sido vapuleada con frases de todo tipo y hasta han visto arruinadas sus vidas, porque una turba de individuos detrás de un avatar o del anonimato les juzgó sin conocerle realmente sobre algo que dijeron o hicieron en un espacio que creyeron privado, pero que en realidad es ahora un espacio público.

Sin duda, la línea entre una vida física y una virtual se ha difuminado y la invasión al espacio privado es cada vez más recurrente y más voraz. Es decir, TODOS estamos hoy día más expuestos que nunca, en todos los ámbitos, para todos los actores sociales, políticos, económicos y mercantiles.

Un hecho grave es que esas violaciones a la privacidad pueden afectar muchos derechos y libertades individuales y quienes violan esos derechos, deberían ser cada vez más señalados a responder por sus ilícitos, sean estos grupos de poder, Estados, empresas, grupos o individuos.

En el ámbito privado siempre has podido decir todo sin riesgo por el simple hecho de que la gente que te conoce, sabe que lo que dices no es un eufemismo o un vilipendio, sino una opinión quizá incluso emocional o de catarsis sobre algo o alguien, un desahogo. Y aunque la libertad de expresión es un derecho; en la esfera pública todo lo que digas será usado en tu contra, porque juzgamos a los demás por nuestras propias intenciones.

Las acciones de una turba en una plataforma de comunicación virtual, para castigar a un presunto transgresor, ajusticiar a un transgresor condenado o intimidar a alguien por la razón que fuese, no es una respuesta a un mal argumento, es linchamiento.

Pareciera ser que es nuestro lado más oscuro es el que queda manifiesto, es nuestro verdadero ser interior liberando todas sus sombras más tenebrosas. Si pensáramos en lincharnos todos, entonces repensemos la justicia social y la aplicación de la ley según corresponda, porque hay una diferencia entre matar a alguien y simplemente arruinar su vida lapidándola en espacios que no fueron creados para este fin. ¡Al carajo las leyes entonces!

Mi discusión de fondo aquí es, que si la esfera privada se vuelve pública como ocurre ya, entonces o nos concedemos todos la libertad de expresión absoluta como una especie de anarquía de expresión, por así decirlo, o perdemos la libertad de expresión de pleno –todos calladitos sin poder expresarnos-, y destruimos la privacidad como derecho. Espero que capten esta premisa porque sí, estamos en una encrucijada compleja como sociedad, como aldea global, como habitantes de toda la tierra.

Tenemos que entender que simplemente hacer valer la privacidad de la manera tradicional ya no es suficiente, porque la frontera con nuestra vida virtual es difusa y usted mismo está cediendo su privacidad al dominio público.

Para proteger la privacidad, necesitamos retomar como sociedad los derechos que como seres humanos de acuerdo a la constitución –hablando de fronteras y de países-, nos pertenecen irrenunciablemente. Dicho desde otra vertiente, para defender la privacidad debemos converger en normas de comportamiento compartidas y aceptadas. Esto no debería ser una ley escrita en letra muerta, sino una norma social de convivencia. En el contexto global o como dicen en la jerga política “en el concierto de las naciones”; cada país debe sentar precedentes sobre el tratamiento y protección de los datos de sus ciudadanos, en todas sus formas, así como reglas claras de convivencia y usabilidad, sosteniendo el inalienable derecho que tiene cada ciudadano de decidir a quién, que y cuando entrega o retira el acceso a su información privada.

El filósofo Jeremy Bentham describió la prisión perfecta como el Panóptico. Una prisión donde en cada celda había un espejo unidireccional. De esta forma los guardias podían vigilar a los presos sin ser vistos. Por tanto, los reclusos tendrían que comportarse como si siempre estuvieran vigilados. Esto en serio suena como es el mundo en este momento.

La privacidad es el principio de la separación de nuestras preocupaciones, los diferentes espacios de nuestra vida no deben inferir entre sí. Es como el principio de separación de poderes en el gobierno.

Sumado, la privacidad es necesaria para comprender cómo se usa nuestra información y tener la oportunidad de asegurarnos de que se use de manera justa.

Sin este derecho, toda la sociedad puede entrar en cualquier espacio y juzgarlo de formas impredecibles. Sin privacidad no podemos comprender las consecuencias de nuestras propias elecciones.

La defensa de la privacidad va a ser una lucha larga, de eso no cabe duda. Se necesita reinventar y cambiar muchos aspectos de nuestras sociedades. Será complicado y desafiante.

Hoy día podemos movernos más rápido y a distancias más largas. Eso se lo debemos al transporte en todas sus nuevas formas. Es decir, hoy más que nunca estamos menos restringidos a ejercer nuestra libertad de tránsito.

Esto no es un accidente, la complejidad no es arbitraria; sino que es producto de reglas universales e intereses compartidos. Los automóviles, los aviones o el transporte público se romperían si los conductores no interpretaran adecuadamente las reglas que definen el transito seguro.

La comprensión correcta de la privacidad, nos permitirá poseer una mayor autonomía en nuestras elecciones y más libertad para opinar responsablemente.

Los grupos de poder, gobiernos, empresas y demás interesados, dejarían de abusar de nuestros datos como un producto mercantil, las estrategias políticas quedarían a ciegas como debería ser en una democracia, no podrían manipular noticias o distorsionar la realidad, los medios de comunicación se verían en la obligación de apegarse a la verdad y dejar de presentar solo las noticias que les favorecen o que favorecen sus intereses comerciales y políticos, las plataformas sociales no serían circos de linchamiento o espacios llenos de vilipendios, indirectas, chismes o agresiones y sin duda, estaremos en el camino correcto.

La privacidad es un derecho, no podemos permitir como sociedad que se convierta en un privilegio.

Tomado de Marvin G. Soto con permiso de su autor

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