Educar es iniciar a otro en este desplazamiento, moverlo, sacudirlo o seducirlo, arrancarlo de lo que es y cree ser, de lo que sabe y cree saber.Marina Garcés. Aprender a pensar. Filosofía inacabada. pp.76-77
Los espacios dan forma a las ideas y a las prácticas. Ambas dan forma a los espacios. Las personas construimos los espacios. A su vez, los espacios nos construyen. La interacción con los espacios influye en nuestra manera de pensar, de actuar y de sentir. Los espacios nos conforman. Los espacios nos dan forma y nos forman. Somos, en parte, los espacios en los que hemos vivido y los lugares que hemos vivido. También aquellos en los que nunca estuvimos.
No todos los espacios sirven para lo mismo, ni en todos los espacios se puede hacer lo mismo. Cada espacio encierra una lógica determinada; responde a unas dinámicas concretas; establece unas formas distintas de relacionarse; facilita o dificulta unas prácticas específicas; genera y provoca un estado de ánimo u otro.
Los espacios están cargados de significados. Ningún espacio es neutro. Todos los espacios responden a normas y códigos. A veces explícitos. Generalmente ocultos y tácitos. Casi siempre conocidos. No siempre comprendidos.
Todos los espacios están cargados de significados por su ubicación, su accesibilidad, sus dimensiones, su configuración, su diseño, su historia y los usos que hacemos de ellos. Los hay solemnes y los hay mundanos. Los hay abiertos y los hay cerrados. Los hay elitistas y los hay populares. Los hay que facilitan la vigilancia y los hay que incentivan el anonimato. Los hay coercitivos y los hay que fomentan la libertad. Hay espacios en los que todos somos iguales y otros en los que se acentúan nuestras diferencias. Hay algunos que se ordenan alrededor de un punto y los hay que se caracterizan precisamente por no tener orden. Pensar en los espacios, diseñarlos con propósito es pues un asunto crítico.
Un espacio siempre se define por su contorno. No solo por la forma de ese contorno, sino sobre todo por el sentido y las características concretas (su porosidad, su transparencia, su grosor, su flexibilidad, su intención…). El contorno marca los límites de un espacio. El contorno define y decide lo que queda dentro y lo que queda fuera. Frente al espacio concreto, previsible y acotado que encarna el interior, el exterior se extiende en todas direcciones y representa la incertidumbre, la ambivalencia y la extrañeza. Los límites, los contornos sirven para delimitar y diferenciar los espacios entre sí, favoreciendo en algunos casos el paso, la circulación, la mezcla, la comunicación, la interacción, la colaboración o, por el contrario, aislando, diferenciando, incomunicando, fragmentando o excluyendo. Todo sería un único espacio informe si no hubiera límites y contornos. Los límites y los contornos dan forma al espacio.
En una escuela hay múltiples espacios. Hay espacios físicos y hay espacios simbólicos. Hay espacios reservados y espacios públicos. Espacios para todos y espacios para unos pocos. Hay espacios jerárquicos y horizontales. Hay espacios a los que solo pueden acceder los profesores. No suele haber, sin embargo, espacios exclusivos para los alumnos. Incluso en los espacios que son para todos, como el aula, no todos disponen de la misma libertad de movimiento. Hay espacios que llamamos lectivos y otros que aparentemente o tradicionalmente han carecido de esa característica. Hay espacios para el juego. En otros, está prohibido jugar. Los hay de paso y los hay que nadie pisa. Los hay generalistas (el patio) y los hay muy especializados (el laboratorio). Hay espacios que no se usan y otros que están desbordados. Hay espacios bonitos y los hay muy descuidados. Los hay grandes y los hay minúsculos. Los hay luminosos y los hay oscuros. Hay espacios ruidosos y los hay silenciosos. Los hay flexibles y los hay rígidos. Hay espacios para hacer y otros para escuchar. Los hay que fomentan la creatividad y los hay pensados para la reproducción. Los hay simpáticos y los hay tremendamente desagradables. Hay espacios que no son de nadie y son de todos, otros con propietarios claros. Hay espacios que facilitan la colaboración y otros que están pensados para las dinámicas individuales. Hay espacios cuyo uso y configuración depende de la hora del día o del día de la semana. Otros permanecen inmutables con el paso del tiempo. Hay espacios que facilitan el aprendizaje y otros que lo dificultan o impiden. Hay espacios que contradicen los objetivos educativos y otros que los refuerzan. Los espacios y sus detalles constituyen la sintaxis de la gramática escolar. En una escuela, todos los espacios educan. Son, de hecho, un factor determinante en la educación.
Ningún espacio es neutro, decíamos. El contorno individualiza el espacio. Lo llena de contingencia y contexto. Todos los espacios educan. La educación tampoco es neutra. Al educar transmitimos unos valores, priorizamos unas actitudes y abordamos unos contenidos.
Educar es elegir. Educar es tomar posición. Posicionarse. Colorcarse en un lugar. Situarse. Educar es dar forma. Educar es conformar y crear espacios. Al igual que un paisajista, el educador debe definir el contorno de su espacio de trabajo. Definir quiénes entrarán, durante cuánto tiempo, con qué fines, para hacer qué. Definir un espacio es fijar unas normas, unas dinámicas, unas interacciones, unas agrupaciones, unos tiempos.
El aula es un espacio de aprendizaje, como lo son también el libro de texto, los entornos virtuales, los híbridos, los recursos abiertos, los proyectos, las excursiones. Programar, trabajar con el currículo, no es otra cosa que diseñar espacios de aprendizaje. Es tomar decisiones sobre los objetivos de aprendizaje, la competencias a trabajar, los contenidos a movilizar, las metodologías a emplear, las maneras de evaluar y los agrupamientos entre alumnos. Programar es diseñar espacios de aprendizaje para nuestros alumnos.
Educar es definir el espacio donde queremos que se produzca el aprendizaje. Educar es diseñar contextos de aprendizaje (físicos y virtuales; espacios literales y espacios metafóricos) rompiendo muchas veces los límites, los contornos y las fronteras, ya sean las físicas del espacio, las disciplinares, las psicológicas, las económicas, las sociales.
Educar no es, como sostienen algunos, poner límites. Es, más bien, hacer que aquellos que se educan conozcan, comprendan y sepan manejar esos límites. Educar es algunas veces enseñar a respetar esos límites y, muchas otras, permitir o incluso animar a romper esos límites. Educar, en este sentido, sería el acto de abrir y activar en otros las posibilidades de cambio. Animar a establecer otras relaciones. Empujar hacia afuera. Tiene más que ver con sacar que con introducir. Educar es iniciar a otro en este desplazamiento, moverlo, sacudirlo o seducirlo, arrancarlo de lo que es y cree ser, de lo que sabe y cree saber (Marina Garcés). Educarse sería devenir otra cosa, desplazarse, moverse. Educar no es encerrar. Educar es sacar, desplazar, poner fuera. Educar(se) es salir(se). Educar es abrir. Educar es seducir (seducere), llevar a parte, atraer. La escuela no siempre seduce. No toda la educación sucede en la escuela.
Tomado de co.labora.red con permiso de su autor
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