viernes, 8 de mayo de 2020

De la didáctica organizativa a la didáctica colaborativa (en tiempo de COVID) Papel del estudiante

Escribe Carlos Bravo Reyes

En los dos comentarios anteriores abordé primeramente la transición de una didáctica organizativa, apoyada en la relación profesor estudiante, que enfatiza más en consignas que en hechos precisos, mientras que en el segundo trabajo dirigí el análisis al trabajo del profesor.

En esta ocasión esbozaré las ideas en relación al estudiante. El proceso pedagógico gira alrededor de sus dos principales componentes personales: estudiante y profesor, sin dejar de lado otros elementos de la sociedad que juegan un papel importante. Tradicionalmente conocemos que el estudiante es el centro del proceso, que se organiza tomando en cuenta sus posibilidades, nivel de desarrollo, intereses, gustos entre otros muchos elementos. En los diseños curriculares se insiste en formar estudiantes activos, con liderazgo, centrados en una dinámica significativa entre otros muchos calificativos. Sin embargo de la teoría expresada en estos diseños a la práctica hay un gran trecho.

¿Conocemos a nuestros estudiantes?

Muy poco, estamos lejos de poder detectar sus gustos y preferencias aunque hagamos encuestas de todo tipo. Debemos admitirlo, resulta complejo ubicarnos en el rol del estudiante, no podemos ni debemos pensar como él. Nuestros estudiantes universitarios cada vez son más los que nacieron con Internet, los que emplean equipos móviles, los que viven en la instantaneidad y participan en muchas redes sociales. A veces en algunas que los profesores ni siquiera hemos escuchado alguna vez.

Podemos aprovechar su sentido de pertenencia a las redes sociales para insistir en el llamado aprendizaje cooperativo o grupal, objeto de la didáctica colaborativa. La principal base científica es el paradigma constructivista, apoyada en especial en el enfoque histórico cultural. De modo general se entiende que la formación del conocimiento es propio del individuo, con la ayuda de los demás.

La mayoría de los teóricos en este tema reconocen que la construcción de significados por parte del estudiante se da principalmente por el descubrimiento, el análisis o comprensión de los conocimientos y la aplicación de este a la solución de problemas, tanto en la vida práctica como en actividades simuladas, donde interviene la interacción con los demás.

El trabajo grupal es una necesidad, está demostrado como las soluciones a numerosos problemas se dan solo cuando se trabaja en equipo. Si a esto añadimos el empleo de las redes sociales y las habilidades comunicativas que se desarrollan en las mismas tenemos una buena visión de cómo encarar el trabajo colaborativo

Tres principios básicos rigen el trabajo colectivo: la actividad, el colectivismo y el enfoque individual. Trabajar de este modo permite que el estudiante deje de ser un consumidor de información para dirigirse a la búsqueda de conocimientos, leyes y regularidades que le permiten interpretar los fenómenos de la realidad de manera independiente y emprender su transformación creadora. El colectivismo favorece la elevación de la responsabilidad del estudiante, la exigencia en el trabajo individual y grupal , la seguridad en el aprendizaje, la mejora de su identidad personal, la motivación en el aprendizaje y el desarrollo de su personalidad como un ser altamente independiente y capaz de tomar decisiones.

Pero lo anterior se convierte en consigna cuando solo queda en el enunciado. Para evitar lo anterior el papel del profesor es decisivo, en su carácter de organizador del aprendizaje colaborativo debe cumplir también con la función de control. Este es el lado débil del trabajo grupal, la mayoría de los profesores consideran bajo la noción del aprendizaje constructivista que es una responsabilidad única del estudiante y por ende el control lo realizan principalmente como evaluación al concluir el trabajo.

Por el contrario el control del profesor no se puede limitar a una sola etapa del trabajo grupal, sino que debe ser constante en todos los momentos. Desde la creación del grupo, hasta la selección de los temas, la discusión grupal, el trabajo independiente, hasta la aplicación y los resultados obtenidos. Es un gran trabajo para el profesor, aunque con algunos recursos actuales puede mejorar su efectividad y reducir el tiempo. Un ejemplo de ello es trabajar en línea con un documento en Google Drive donde el profesor puede participar desde el inicio del trabajo, observando el trabajo de los estudiantes y apoyándolos con ideas a la solución de los problemas propuestos.

El estudiante que necesitamos debe estar preparado para resolver problemas y retos de diferentes grados de complejidad presentados por el profesor. Para ello deben informarse a través de la variedad de medios digitales a los que acceden con frecuencia, compartir esta información con sus compañeros de grupo y buscar las mejores soluciones al problema presentado. Es evidente que el profesor debe seleccionar o crear problemas que sean en parte conocidos por el estudiante, pero que para su solución definitiva requiere de nueva información, la discusión en el grupo y de ser posible su aplicación práctica para verificar dicha solución.

La actitud de los estudiantes debe modificarse al comprender que el trabajo cooperado, que no excluye su individualidad, es decisivo en su aprendizaje. 

Para concluir debemos regresar al papel organizador del profesor, su presencia de una manera u otra está en todas las etapas del trabajo grupal. Esa es una gran diferencia con la didáctica organizativa que se dirige más a chequear el resultado final sin intervenir de manera directa en todas las etapas. 

En el siguiente comentario abordaremos la relación método medio. 

Tomado de 366-días con permiso de su autor

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