Leía ayer una cita de Oscar Wilde…. sobre cómo todos/as estamos en el fondo del pozo pero solamente algunos eligen mirar hacia arriba, ver desde allí algo de luz. Ya albiraba algunas luces ayer, después de escuchar casi por casualidad el discurso dirigido a los niños/as de Iglesias y de compartir mis primeras impresiones al respecto en una participación en un Webinar para Panamá, decidía escribir esta entrada.
Y es que son muchas las ideas que he expresado en estas páginas virtuales que van confirmándose durante este paréntesis del covid19 pero también son algunas las sorpresas.
Hablábamos aquí y en otras publicaciones del fin de las generaciones, de cómo la larga cola de la libertad que los jóvenes de la Generación Z y los menos jóvenes conectados estábamos disfrutando, determinaban en parte que el de generación resultase un concepto obsoleto. He criticado además, por innecesaria, la invención de una nueva Generación Alpha que no añadía, definida como estaba en la omnipresencia de las TIC, nada nuevo a la GezZ anterior.
Tampoco el término Generación Greta Thunberg, aunque atractivo, me convencía por representar un cambio cualitativo en la naturaleza sociocultural de los seres humanos o sus formas de organización que no estuviese vinculado, de nuevo, a la emergencia del paradigma digital y el aumento en la responsabilidad social, ecológica que ha supuesto durante los últimos años en nuestros jóvenes.
Pero irrumpió la pandemia y empiezo a pensar que sí, que estamos ante un nuevo fenómeno, que cambiar el mundo es hoy, más que nunca y gracias al confinamiento mundial que vivimos, por primera vez en una historia que nunca les ha cedido las riendas, cosa de niños.
Recuerdo el concepto de niños, adolescentes, jóvenes de algodón, empoderados en exceso, mimados hasta el extremo de restar autoridad a profesores y escuela durante las últimas décadas. Y contrasta con fuerza con el papel, confinado y victimario al que los estados, especialmente el nuestro, les han relegado. Aún no siendo susceptibles al desarrollo de la enfermedad, nuestros niños y jóvenes llevan meses sin poder salir de casa, meses sin poder disfrutar, aprender de sus iguales, desarrollar en plenitud los mecanismos de socialización que les son imprescindibles.
Son las grandes víctimas pero también los grandes héroes del Covid19.
Muchos/as lo exteriorizamos en casa, lo destacamos en redes: aquellas mismas tecnologías que ayer veíamos como amenaza a su desarrollo están mostrando, de la mano de su habilidad de nativos digitales al usarlas, un potencial formativo y socializador del que muchos/as adultos no eran conscientes. Históricamente ridiculizados, ninguneados, ausentes de cualquier planteo sobre educación que les incumba, ayer un vice-presidente se dirigía a ellos y les decía una palabra, merecida pero hasta ahora inaudita: gracias. Un gracias los jóvenes y su colaboración en términos de pericia tecnológica a la hora de resolver la dramática brecha intergeneracional que condenaba a soledad y muerte a nuestros ancianos, un gracias a los niños/as y el control emocional y la responsabilidad que en muchos de ellos hemos tenido que hacer madurar a marchas forzadas.
Teníamos, como veíamos al comienzo, el terreno bien abonado y hablamos de unos jóvenes (generación Greta) dispuestos desde el principio a sentirse útiles ante una amenaza sin precedentes a la salud de sus mayores. Si la responsabilidad es la capacidad de asumir las consecuencias de las acciones y decisiones buscando el bien de los demás además del propio, el mantenimiento de la paz familiar, el amor y el cuidado que demuestran cuando respetan el confinamiento, la ayuda que nos prestan en el uso de las TIC, resultan oportunidades únicas para su realización.
Así, creo que, de entre las cosas positivas que van emergiendo, creo que vamos a ver crecer una generación postpandemia más responsable, con mayor educación emocional que las anteriores.
Querría terminar destacando la precaución al respecto de Toni Solano en el interesante Webinar sobre educación postpandémica que mantuvimos el pasado domingo: hay entornos, familias tan desestructuradas que constituyen un obstáculo insalvable, no solo para la continuación de la escuela en situación de confinamiento que nos ocupa en estos momentos, sino también, añado, para el desarrollo emocional intenso y acelerado que muchos pero no todos nuestros niños y jóvenes están viviendo. Y es que ante todo y más en temas de responsabilidad, la imitación de las actitudes y conductas de los padres, hermanos, etc. al respecto, resulta fundamental. Así, siempre y cuando la pongamos en el centro y prediquemos con el ejemplo, nuestros niños y jóvenes están desarrollando aprendizajes muy potentes en aspectos de inteligencia emocional y responsabilidad como los que destacábamos hace unos días o reforzamos ahora.
En todo caso, vale la pena intentarlo.
Para seguir hablando de ello podéis suscribiros al nuevo Webinar el próximo martes en el canal de Youtube.
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