lunes, 16 de noviembre de 2020

La divulgación científica como estrategia universitaria

 Escribe Daniel Vallespín 

Investigación y divulgación científica

La docencia, como misión universitaria, es uno de los ejes principales y seña de identidad de la universidad. De igual modo, generar conocimiento mediante la investigación también constituye un elemento esencial de la función universitaria que, además, enlaza de forma directa con la transferencia de conocimiento y tecnología, consistente en trasladar dicho conocimiento y las posibilidades de innovación a la sociedad.

Por su parte, en el siglo XXI la política de investigación universitaria parece estar premiando y reconociendo una serie de direcciones, que conviene destacar:

  • la internacionalización,
  • la interdisciplinariedad,
  • la consolidación de la perspectiva de género,
  • la potenciación de los centros científicos y tecnológicos,
  • la cooperación entre el personal investigador de los departamentos e institutos de investigación y,
  • la dinamización de las relaciones entre la universidad y el sector empresarial

Divulgar es transformar en accesible y comprensible el conocimiento científico, con el empuje de las direcciones que acabamos de señalar. Y, en ese sentido, las universidades deben apostar decididamente por la puesta en marcha de un auténtico plan estratégico de “divulgación científica”, que permita difundir y divulgar el conocimiento, la ciencia y la cultura (que actualmente se producen) al conjunto de la sociedad. A continuación, señalo las que considero deberían ser las líneas principales de ese plan.

Debilidades y oportunidades de la divulgación científica

La divulgación científica en la universidad presenta, todavía hoy, notables debilidades. Algunas de ellas, de naturaleza interna, tienen que ver con la falta de reconocimiento de las actividades de divulgación, la ausencia de conexión entre las y los diferentes divulgadores, la precaria formación en esta materia y los complejos canales a seguir para incorporarse a las actividades institucionales de divulgación científica de las instituciones de educación superior. Otras, por el contrario, exógenas, vienen referidas a la falta de comunicación efectiva entre las propias universidades y los centros de investigación, así como también a la ignorancia y desinterés científico, consecuencia de un deficiente funcionamiento de nuestro sistema educativo, de una parte de la ciudadanía.

Sin embargo, la gran capacidad de investigación de las universidades y la implicación voluntaria y consciente de un cierto número de divulgadores científicos de calidad permiten esbozar, en paralelo, no solo una magnífica oportunidad para consolidar la cultura científica de nuestra ciudadanía, sino también para impulsar, por la vía de la innovación, la aplicación productiva del conocimiento transferido.

Todo ello, además, aderezado con un mayor reconocimiento de la universidad como actor clave en la construcción, ligada al crecimiento, de un nuevo contrato social.

En esta línea, sin obviar los defectos y problemas inherentes a su puesta en funcionamiento, está llamado a jugar un papel importante el nuevo Sexenio de Transferencia, que debería provocar una mayor atención, a niveles de valoración, a las actividades de divulgación científica.

Plan estratégico de divulgación científica

Comunicación y divulgación deben ser estratégicas para cualquier institución universitaria. Cualquier plan acerca de la divulgación científica debe integrarse, estructuralmente, dentro del propio funcionamiento de la universidad. En ese sentido, se debe fomentar y reconocer la actividad de divulgación, mejorar las herramientas que se disponen para que sea eficaz, y favorecer su conocimiento en el marco de las comunidades universitarias, pues sino llega a esta difícilmente podrá llegar al conjunto de la universidad.

Por tanto, sería interesante potenciar la asociación de la imagen de la marca universitaria a la divulgación científica.

En materia de divulgación científica ya es hora de superar el voluntarismo y la desconexión institucional, así como de enfrentar una nueva política de comunicación. Las universidades deben ser capaces, de una parte, de comunicar y difundir su producción científica y, de otra, de capitalizarla socialmente.

Es innegable que el modelo Open Access incorpora cambios sustanciales respecto a la investigación. Los resultados de la investigación obtenidos con fondos públicos deben ser accesibles a toda la sociedad. De igual forma, el acceso abierto a estos resultados permite su validación, preservación y reutilización. Y, por extensión, el fomento de la participación de la sociedad en la investigación debería propiciar el incremento de la cultura científica de una sociedad libre, responsable y crítica.

Transformación digital y comunicación de la ciencia

La actividad de divulgación científica debe relacionarse directamente con la transformación digital de la universidad y la mejora y ampliación de la gestión de la información. Una transformación provocada por las tecnologías digitales, pero que no implica tan solo a dichas tecnologías o a la implementación total de la administración electrónica, sino que también alcanza a la configuración de una estrategia digital orientada a potenciar la generación y transmisión del conocimiento.

Transformación digital y tecnologías de la información que deben acompañarse, inexorablemente, de un nuevo modelo de comunicación. De hecho, la divulgación científica implica, a todas luces, una adecuada comunicación pública de la ciencia.

Actualmente, la web de cada universidad constituye un eje central de su política comunicativa. Es por ello, precisamente, que lejos de contemplar la generación de un nuevo ecosistema web como una simple operación de maquillaje, dispersa y poco funcional (tentación ésta en la que pueden caer algunos rectorados sin mayores proyectos de futuro), es hora de poner éste al servicio efectivo de una nueva política comunicativa y de divulgación científica que llegue a la sociedad.

No basta con hacer cosas, muchas de ellas bien, sino que hay que saber trasladarlas, con inteligencia, al conjunto de la ciudadanía. Y, para ello, junto a la web o la unificación de contenidos de un dominio en particular, es absolutamente inaplazable asegurar que las actividades de divulgación científica de nuestras universidades también alcancen a la televisión, la radio, la prensa escrita y las redes sociales. De este modo, no solo verían reforzada su marca y proyección, sino también el impacto mediático de sus investigaciones.

Conclusión

Esta nueva cultura de la divulgación científica debe posibilitar, de forma concurrente:

  • el cumplimento de una adecuada rendición de cuentas por parte de las estructuras de investigación (institutos, grupos, observatorios, departamentos) en orden a la gestión de los fondos públicos que la hacen posible;
  • la difusión del conocimiento científico y humanístico a la población en general, pues ello terminará por repercutir en la mejora de su cultura y asunción de responsabilidades; y
  • la creación de una imagen positiva tanto de los investigadores como de las propias universidades ante la sociedad en general que, en última instancia, termine por contribuir al incremento de las vocaciones científicas de nuestros jóvenes.
Tomado de El blog de Studia XXI con permiso de sus editores

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