Por Ángel Fidalgo
La sociedad industrial se construyó a partir de un valor emergente: «la máquina». Al principio, esta sustituyó la fuerza bruta del ser humano y progresivamente también la rapidez en la realización de tareas mecánicas, la precisión y el acceso a lugares insalubres para el ser humano. Este valor emergente dio origen a la denominada sociedad industrial y gracias a las máquinas se cambiaron los paradigmas del trabajo, como la producción en cadena. Se crearon nuevos trabajos, otros se perdieron casi para siempre e incluso cambió el paradigma educativo, pasando de un modelo basado en «maestro-aprendiz» al modelo que conocemos hoy: una especie de producción en cadena, donde el alumnado pasa por un conjunto de procesos formativos hasta obtener una cualificación.
A principios del siglo XX, las máquinas habían conquistado casi todas las actividades del ser humano, pero faltaba una conquista: realizar el trabajo considerado como inteligente en esa época. Siguiendo esta tendencia, apareció una nueva máquina denominada ordenador o computadora, diseñada para sustituir al ser humano en trabajos relacionados con la información. Esta nueva máquina, junto con las comunicaciones, fue uno de los baluartes de la construcción de una nueva sociedad: la del conocimiento (aunque al principio se denominó de la información). A partir de entonces, las máquinas han ido sustituyendo los procesos que habitualmente realizaba el ser humano con la información.
Al principio, las computadoras solo realizaban cálculos simples, pero rápidos. Con el tiempo, fueron capaces de ejecutar cualquier tarea representable mediante un algoritmo. Sin embargo, muchas tareas consideradas como inteligentes no pueden ser reducidas a un algoritmo. Es aquí donde surgen los procesos inteligentes o la inteligencia artificial, que funcionan a partir del aprendizaje, la experiencia o la heurística.
Así pues, lo que hoy conocemos como inteligencia artificial no es más que una evolución que se origina en una máquina que nace en la sociedad industrial y que poco a poco va sustituyendo el trabajo intelectual del ser humano.
En la película «Figuras Ocultas«, hay una escena donde un grupo de mujeres con alta capacitación en matemáticas trabajan en la NASA realizando cálculos. En un momento determinado, la NASA adquiere un ordenador, que se presupone acabará con el trabajo de este grupo de mujeres. ¿Qué hacen? Sencillamente se adaptan y comienzan a utilizar el ordenador. Su trabajo se vuelve más productivo y pasan de ser “sustituibles” a “imprescindibles”.
Por tanto, si parte del profesorado tiene miedo de la llegada de la Inteligencia Artificial a la Educación, que no se preocupe, somos más inteligentes que la propia Inteligencia Artificial. Así que nos adaptaremos y la utilizaremos, ya sea para mejorar nuestro trabajo o para llegar a contextos de aprendizaje donde antes no podíamos llegar. Después de todo, el trabajo del profesorado se considera un «Supertrabajo», lo que significa que no podrán ser sustituidos por un ordenador.
Tomado de Investigación e Innovación educativa
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