martes, 2 de abril de 2024

La creatividad en tiempos de la IA

 Por Ramón Besonias

Imagen generada por una IA


Leyendo este artículo, me pregunto: ¿Cómo afectará la irrupción de la IA a los creativos, tanto en el ámbito educativo como profesional? Es evidente que tarde o temprano los escollos técnicos y éticos serán superados y en el proceso de diseño de producción y publicidad la IA tendrá un peso nuclear. La pregunta es: ¿qué rol asumirán los creativos en ese proceso? Lo deseable es una hibridación entre el ingenio humano y el uso de la IA. Especialmente en la fase de ideación y prototipado, la mano humana es esencial. En fases posteriores, cabe imaginar que la IA trabajará para facilitar el proceso de creación final de un producto. 

¿Será así? ¿Qué papel desempeñará la educación en el desarrollo de competencias creativas? Tarde o temprano, la costumbre de utilizar IA acabará influyendo en destrezas y tendencias de trabajo creativo. Seguir fortaleciendo la psicomotricidad en niños de Infantil y Primaria, sin que la tecnología sea un factor depresor de esas habilidades, será un reto primordial. Para ello, el docente deberá igualmente ejercitarse en esas destrezas y saberlas integrar en el proceso de aprendizaje. Podemos caer en una peligrosa tendencia a no reforzar el vínculo necesario entre cerebro, mano y lápiz, lo cual no es incompatible con nuevos modos de creación. 

Sin embargo, hay que ser consciente del desgaste que supone y seguirá suponiendo la inmersión de la IA generativa en la vida cotidiana de alumnos y docentes, y su irremediable influencia en hábitos de ocio, comunicación y trabajo. Podemos caer en la rutina inconsciente de dejar de garabatear cuando ideamos un proyecto, se nos ocurre una idea, o simplemente queremos disfrutar del placer de trenzar líneas sobre un papel. Ya antes de la irrupción de la IAGen era patente un déficit competencial entre los docentes en lo referente a esas destrezas. Quien escribe lo ha comprobado en los talleres formativos de pensamiento visual y creatividad que imparte a docentes. Incluso entre docentes de Infantil y Primaria estas destrezas van en desuso a favor de fichas enlatadas que sustituyen la creatividad e imaginación de docentes y alumnos. Simplemente dejaron de garabatear. 

La inserción de IAGen en herramientas de nuestros móviles puede agravar esa tendencia si no somos consciente de ello y reforzamos esas destrezas. El enemigo no es la tecnología, sino nuestra pereza. Cuando en pocos años, la mayor parte de las instrucciones dadas a un móvil, tablet o pc sean a través de voz y la IA no solo genere, sino ejecute acciones por nosotros, la tentación será dejar de usar la mano para idear y crear. Sin embargo, sabemos a ciencia cierta que en los años venideros será esencial tener cerca a un trabajador que sepa no solo manejarse entre ese nuevo universo tecnológico, sino que tenga pilares creativos asentados. La capacitación creativa será sin duda una competencia en alza en un ecosistema social y laboral en el que esa competencia quede en desuso y la mayoría de operarios sean meros ejecutores pasivos de instrucciones. 

Los docentes debiéramos hacer esta reflexión, reconocer y resolver ese déficit competencial, que afecta no solo a la capacidad de garabatear ideas, por extensión a cualquier tarea creativa que suscite un proceso de aprendizaje. La tentación a dejarnos arrastrar en unas décadas por un modelo dataísta de aprendizaje es más que plausible. Un modelo basado en ejecución de instrucciones y tests, pruebas objetivas sin arbitrio de una necesaria subjetividad y de un pensamiento crítico, disruptivo. A menudo se aplica al potencial de cambio al que incita la IAGen en la escuela el concepto de disruptivo, pero si miramos más de cerca las posibles tendencias reales de aplicación en la educación y en el mundo laboral, descubrimos que la posibilidad de un modelo inverso es muy posible y más que deseable para empresas que busquen aumentar su beneficio al menor coste, ayudados por inteligencias artificiales que detecten errores en la cadena de producción en relación a los tiempos de trabajo. Sin mecanismos políticos de protección del trabajador, en unas décadas podemos caer de nuevo en un taylorismo 4.0. Reducción del coste humano y presión laboral para un mayor rendimiento, en un mundo mucho más acelerado y competitivo.

Ese taylorismo puede llegar a la escuela, vertebrar poco a poco los métodos de enseñanza y las expectativas de docentes y familias. De hecho, la crisis económica, la vulnerabilidad laboral actual, genera ya hoy esa tendencia competitiva e individualista en la educación. Algunos centros de enseñanza públicos presentan el ranking de notas altas en la EBAU como si de dividendos en el IBEX se tratase. El modelo de éxito basado en la cuantificación de resultados, sin tener en cuenta el coste social y mental de esa deriva, comienza a ser más que recurrente en la percepción que tenemos de la educación. 

La aplicación de la IA en el ámbito laboral, para mejorar el rendimiento y reducir costes, automatizando sus procesos de producción, detectando fallos, averías, paradas en la cadena, tiempos muertos, puede con facilidad mimetizarse en los procesos de enseñanza, articulando un modelo dataísta de evaluación, que vendido con el rutilante eufemismo de individualización de la enseñanza, captación y mejora del talento, adaptación a los ritmos de cada alumno, oculte una distópica lectura. A este modelo contribuirá el miedo e incertidumbre que genera el hecho de que la IAGen sepa recrear con eficacia buena parte de las rutinas de trabajo que los docentes pedían a sus alumnos, tareas que tenían más el carácter de mera reproducción que de impulso creativo. 

De ahí que este taylorismo pedagógico acabe incidiendo de forma radical sobre el desarrollo de competencias creativas en la escuela, fruto de una ingeniería social basada en el pronóstico de que dentro de unas décadas las empresas no necesitarán tantos puestos de trabajo creativos como antaño, sino meros operarios que ejecuten pasivamente una instrucción rudimentaria, que no requiera el arbitrio de la imaginación y menos aún de la molesta disrupción de un pensamiento divergente, ajeno a los intereses de la dirección de la empresa y sus accionistas. 

Tomado de IA Educativa, blog de Ramón Besonias, con permiso del autor

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