Por Lorenzo García Aretio
Como vamos viendo en este proyecto La EaD se ha apoyado en una serie de rasgos característicos (analizados en la entrada anterior), entre los que destacan la separación física profesor-alumno, la autonomía del estudiante, la mediación tecnológica y la comunicación bidireccional, con un fuerte respaldo institucional. Ahora bien, más allá de estos rasgos, conviene disponer de una definición que unifique las dimensiones nucleares de la EaD.
En esta entrada se presentan dos definiciones propuestas por quien suscribe estas líneas y esta serie, que, desde mi perspectiva de muchos años, recogen la evolución conceptual entre 1986 y 2001. La primera, de hace 40 años, de carácter más amplio y asentada en las características esenciales ya expuestas; la segunda, breve y concreta, inspirada además en la Teoría del Diálogo Didáctico Mediado (TDDM). El propósito es mostrar la coherencia y la continuidad entre ambas, así como la plena vigencia de la segunda en la sociedad digital contemporánea.
DELIMITACIÓN CONCEPTUAL. DE LA VISIÓN CLÁSICA A LA NOCIÓN DE INDEPENDENCIA Y MEDIACIÓN
La EaD se ha entendido tradicionalmente como la separación en el espacio, y en parte en el tiempo, entre el docente y el discente, compensada por algún medio o soporte que canalizara la comunicación educativa. Sin embargo, esta visión primaria experimentó un progresivo refinamiento a medida que investigadores y profesionales descubrieron otros elementos esenciales:
- El aprendizaje independiente
Aun siendo la ausencia física continuada del profesor un rasgo definitorio, el foco se fue desplazando hacia el rol activo del alumnado en su proceso de formación. La EaD favorece la autonomía y la capacidad del discente para gestionar su tiempo, su ritmo y, a veces, incluso los itinerarios o actividades, siempre con el respaldo de una institución dispuesta a guiar, evaluar y acreditar. - La tutoría y el apoyo organizacional
Lejos de suponer un “abandono” del alumno, la EaD incorpora una estructura de tutoría y una organización (universidad, centro, organismo) que planifica y provee recursos didácticos, canales de comunicación y servicios de asesoría y evaluación. Esto marca la diferencia con el autodidactismo sin soporte docente. En la EaD, la institución suple el acompañamiento y la orientación. - La comunicación bidireccional y, hoy, multidireccional
La posibilidad de feedback no solo es necesaria, sino que define la autenticidad del proceso formativo. En los primeros sistemas, esa comunicación podía ser limitada o lenta (correspondencia postal) o de alto coste (teléfono) pero se consideraba imprescindible para verificar la comprensión y progresión del estudiante. Con la incorporación de la telefonía, la radio, la televisión y, posteriormente, internet, la interacción ganó inmediatez, extendiéndose además a la colaboración entre pares (multidireccionalidad). - La mediación tecnológica y el diseño pedagógico
La EaD requiere un diseño riguroso de contenidos y actividades, apoyado en diversos medios (impresos, audiovisuales, digitales), con el fin de sustituir la exposición directa del profesor. De ahí que se hable de una planificación sistémica (en ocasiones, equiparada a procesos industriales, según Peters), que puede atender a grandes volúmenes de estudiantes o, en otros casos, a colectivos más reducidos pero dispersos o más cercanos pero con dificultad o inconveniencia para la presencia física.
A partir de estos factores surge una visión más holística que no se limita a la simple “separación geográfica”, sino que integra la autonomía, la tutoría, la mediación tecnológica y el enfoque sistémico como elementos centrales. Durante los años 70 y 80 del siglo pasado se publicaron múltiples definiciones por parte de destacados estudiosos de la modalidad; muchas de ellas dejaban en segundo plano la socialización y la interacción colaborativa. Con el avance de las tecnologías interactivas y el desarrollo de teorías como la del Diálogo Didáctico Mediado, fue emergiendo una concepción más rica que subraya la dimensión dialógica y la facilidad de intercambio entre todos los actores implicados.
NUESTRA PRIMERA DEFINICIÓN (1986)
En 1986 (García Aretio, 1986, 1987) propuse una definición amplia de la educación a distancia, tras analizar las principales conceptualizaciones vigentes hasta aquel momento. Con ella se recogían los rasgos mínimos para diferenciar esta modalidad de la enseñanza presencial y explicar su naturaleza:
La educación a distancia es un sistema tecnológico de comunicación bidireccional, que puede ser masivo y que sustituye la interacción personal en el aula de profesor y alumno como medio preferente de enseñanza, por la acción sistemática y conjunta de diversos recursos didácticos y el apoyo de una organización y tutoría, que propician el aprendizaje independiente y flexible de los estudiantes (García Aretio, 1986, 1987).
En esta formulación temprana, se enfatizaban seis elementos:
- Sistema (acción sistemática) tecnológico: Porque la conforman un conjunto de agentes y elementos interdependientes que interactúan para aplicar un saber hacer científico y planificado.
- Comunicación bidireccional: Necesaria para un mínimo proceso educativo.
- Separación profesor-alumno: Base sobre la cual se construía el resto del modelo.
- Recursos técnicos: Herramientas y soportes que facilitan la comunicación y el acceso a los materiales.
- Autonomía del estudiante: Rasgo esencial para favorecer la flexibilidad espacial y temporal.
- Soporte institucional: Planificación, producción de materiales, tutorización y acreditación.
Dado el contexto de mediados de los 80, la tecnología digital no estaba aún tan extendida, por lo que se asumía que la interacción podía ser menos inmediata y, en ocasiones, masiva (radio, TV). Aun así, se recalcaba la necesidad de algún canal de retroalimentación (correo postal, tutorías presenciales o telefónicas). Esta definición, inspirada en autores como Keegan, Moore, Peters, Holmberg o Wedemeyer, sirvió de base para posteriores desarrollos. Entre sus valores y limitaciones se pueden destacar:
- Valor: Identifica la EaD como un sistema complejo y subraya la interacción mínima necesaria para considerarla un verdadero proceso educativo.
- Limitaciones: Dedica menos atención a la colaboración entre pares y no menciona la sincronía virtual, aspectos que cobrarían protagonismo años después.
SEGUNDA DEFINICIÓN (2001)
Con la expansión de las tecnologías digitales y la consolidación de la Teoría del Diálogo Didáctico Mediado (TDDM), presenté una definición más breve y concreta, manteniendo los rasgos esenciales de la modalidad pero introduciendo de forma explícita la noción de diálogo como eje vertebrador (García Aretio, 2001):
La educación a distancia se basa en un diálogo didáctico mediado entre el profesor (institución) y el estudiante que, ubicado en espacio diferente al de aquél, aprende de forma independiente y colaborativa. |
Asimismo, precisé que, para considerar una experiencia formativa como EaD, debían cumplirse cuatro notas esenciales (García Aretio, 2001):
- Separación física del profesor y el alumno (en la totalidad o gran parte del proceso).
- Estudio independiente con alto control del estudiante sobre ritmo, espacio y, en algunos casos, itinerarios y actividades (autorregulación).
- Comunicación e interacción mediada, de carácter bidireccional o multidireccional, que permita la retroalimentación y el diálogo no solo con el docente, sino también entre los pares.
- Apoyo de una organización, que diseña, produce y evalúa, asumiendo la tutoría y la motivación del proceso formativo.
Sin embargo, las profundas transformaciones tecnológicas acaecidas desde 2001 han reformulado la manera de entender y practicar la EaD, multiplicando las oportunidades de interacción a través de LMS, videoconferencias, foros, redes sociales y sistemas automáticos de comunicación. Aun así, esta segunda definición sigue resultando plenamente pertinente:
- Diálogo didáctico mediado: Aunque hoy abundan plataformas con comunicación en tiempo real, la esencia radica en la mediación tecnológica. La conversación no se da en un mismo espacio físico, sino en entornos virtuales que posibilitan la inmediatez, pero mantienen la separación física.
- Independencia (o autonomía) y colaboración: Incluso en modelos masivos (p. ej., MOOC), los estudiantes organizan su propio horario y pueden participar en actividades colaborativas, foros o proyectos en equipo, de manera flexible y respaldados por la institución.
- Organización de apoyo: Sin una estructura que planifique, tutorice y avale el proceso, se hablaría de mero autodidactismo. El componente institucional sigue siendo clave para garantizar la calidad y la acreditación.
- Separación física: Aunque se implementen sesiones síncronas, no existe una enseñanza “presencial” en sentido estricto mientras docente y discente no coinciden en el mismo espacio. Esta distinción sigue siendo útil al analizar la lógica de la EaD, más allá de que prestigiosas instituciones a distancia agregan la posibilidad de tutorías presenciales.
En consecuencia, la concisión de la definición de 2001 y su énfasis en el Diálogo Didáctico Mediado mantienen plena vigencia en la sociedad digital, que aporta herramientas más ágiles y colaborativas, pero no altera el núcleo de la EaD: la distancia en el espacio, compensada por diseños pedagógicos cuidadosos y canales de comunicación que hacen posible la interacción educativa.
CONCLUSIONES
Tanto la definición de 1986, más extensa y basada en una lista de características esenciales, como la de 2001, más sintética y enfocada en el diálogo mediado, convergen en destacar la separación física profesor-alumno, la mediación tecnológica, la autonomía del discente y la necesidad de un sólido respaldo institucional. Con la llegada de escenarios virtuales y modalidades mixtas, estas definiciones no han perdido sentido; al contrario, se han reforzado al constatarse la flexibilidad y la cada vez mayor dimensión colaborativa de la EaD.
En la actualidad, la segunda definición sobresale por su concisión y su énfasis en la interacción dialógica. La sociedad digital, caracterizada por la ubicuidad de los dispositivos conectados, ha potenciado ese intercambio, pero no lo ha sustituido. Los medios digitales fortalecen el principio de diálogo (síncrono o asíncrono) y facilitan la participación grupal y la retroalimentación constante, sin anular la esencia de la modalidad a distancia: la superación de barreras de espacio (y tiempo).
En definitiva, la EaD mantiene su identidad y refuerza su papel de acceso democrático a la formación, de personalización de ritmos de estudio y de flexibilidad para responder a las exigencias del mundo contemporáneo. La definición basada en el Diálogo Didáctico Mediado continúa vigente, al abarcar tanto las tecnologías más tradicionales como las nuevas dinámicas en línea, sin dejar de enfatizar el componente humano y comunicativo que nutre todo acto educativo.
CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN Y EL DEBATE
- En entornos cada vez más hibridados (blended, semipresenciales), ¿dónde queda la frontera entre la enseñanza presencial y la educación a distancia?
- ¿Qué estrategias pueden fortalecer el sentido de “presencia” y comunidad en programas masivos o muy dispersos, sin perder de vista la autonomía y flexibilidad propias de la EaD?
FUENTES
- García Aretio, L. (1986). El concepto de educación a distancia. En Educación superior a distancia. Análisis de su eficacia. UNED.
- García Aretio, L. (1987). Hacia una definición de educación a distancia. Boletín Informativo de la Asociación Iberoamericana de Educación Superior a Distancia, núm. 18,
- García Aretio, L. (1987). La educación superior a distancia. En VV.AA. Teoría de la Educación. Temas actuales. UNED.
- García Aretio, L. (1987). Para uma definiçao de educaçao à distância. Tecnologia educacional. Associaçao Brasileira de Tecnologia Educacional, nº 78/79.
- García Aretio, L. (1989). Hacia una definición de educación a distancia. Ámbito educativo. La Habana.
- García Aretio, L. (1990). “Un concepto integrador de enseñanza a distancia”. Villarroel, A. y Pereira, F. La educación a distancia: desarrollo y apertura. Caracas: UNA-ICDE, pp. 46-51.
- García Aretio, L. (1991). Un concepto integrador de enseñanza a distancia. Radio y educación de adultos. Núm. 17,
- García Aretio, L. (1992). Educación a distancia y desarrollo. Radio y Educación de Adultos. Núm. 20.
- García Aretio, L. (1992). Le caratteristiche specifiche dell’insegnamento a distanza. Istruzione a distanza. Núm. 6.
- García Aretio, L. (1994). Educación a distancia. Bases conceptuales. En Educación a distancia hoy. UNED.
- García Aretio, L. (1996). La educación a distancia: Concepto y componentes. Programa de superación académica. Educación no escolarizada. UAM, México, D.F., 1, 2.
- García Aretio, L. (1997). Las bases de la formación a distancia. En García Aretio, L. y Amador, L. La formación a distancia en el mundo laboral. IAAP.
- García Aretio, L. (1999). Fundamentos y componentes de la educación a distancia. Revista Iberoamericana de Educación a Distancia (RIED). 2(2).
- García Aretio, L. (2001).Bases conceptuales. En La educación a distancia. De la teoría a la práctica. Ariel.
- García Aretio, L. (2009). Educación a distancia hoy. En Ministerio de Defensa, Educación de personas adultas en las Fuerzas Armadas. Ministerio de Defensa.
- García Aretio, L. (2014). La educación a distancia. Conceptos básicos. En Bases, mediaciones y futuro de la EaD en la sociedad digital. Síntesis.
- Keegan, D. (1986). The Foundations of Distance Education.
- Moore, M. G. (1990). Recent Contributions to the Theory of Distance Education.
- Peters, O. (1983). Distance Teaching and Industrial Production.
- Holmberg, B. (1995). Theory and Practice of Distance Education.
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