La encuesta Vía Universitaria 2 es la segunda edición de un proyecto que tiene por objetivo conocer el perfil del estudiantado universitario, sus condiciones de estudio y la satisfacción que muestra como tal. En la presente edición se ha desarrollado bajo los auspicios de la Xarxa Vives d’Universitats, AQU Catalunya, Agència de Qualitat de l’Ensenyament Superior d’Andorra y la Fundació Bancària “la Caixa”.
En la encuesta han participado 20 universidades que pertenecen al ámbito de la Xarxa Vives, por tanto, ubicadas en el arco mediterráneo y con impartición de cursos en catalán. El trabajo de campo se llevó a cabo de febrero a abril de 2018 y se recogieron 37.361 respuestas de estudiantes de Grado y 3.871 de Máster.
La explotación de los datos ha corrido a cargo de una red de equipos de investigación que se encuentran vinculados a seis universidades. Aunque cada equipo se ha encargado de una temática diferente, los ejes de origen social y área han sido comunes; género ha contado con una atención especial y se le dedica un capítulo propio.
En esta entrada vamos a hacer un pequeño recorrido por algunos de los principales resultados que han surgido de este estudio. Las referencias a cada uno de los capítulos y los informes se encuentran al final del texto.
En primer lugar, atendemos a la composición social de las áreas disciplinarias —recordemos que se trata de una muestra, no de datos de registro. Es bien conocido que, en el conjunto de la universidad, las clases sociales medias y altas están sobrerrepresentadas, como también lo están las mujeres, en relación a la proporción que suponen en el conjunto de la sociedad. Sin embargo, más allá de esta constatación, el equipo GRET de la UAB nos señala que resulta fundamental atender a la distribución que presenta cada área, puesto que así se refleja la segregación horizontal entre tipos de estudios (figura 1).
Figura 1. Composición social por ámbito de estudio.
Se observa claramente que son las áreas de humanidades y ciencias sociales las que acogen estudiantes de un perfil social más bajo. Este perfil también se asocia a los itinerarios educativos más complejos, con interrupciones, vías de acceso alternativas a las PAU, edades más avanzadas, etc., y cabe especialmente notar que se asocia en mayor medida al retraso en el avance de los estudios; en cambio, tal retraso no se asocia con la procedencia de Ciclos Formativos de Grado Superior (CFGS), una vez se controlan las variables relacionadas con el perfil social del estudiante.
Por otro lado, en la misma figura 1 queda reflejado lo que Inés Soler de la UV avisa que es una segmentación según la orientación de las estudiantes hacia las áreas de salud y cuidado, mientras que ellos van hacia las que tienen que ver con el espacio exterior de poder y toma de decisiones. Lo cual también se hace patente en un examen más pormenorizado, puesto que, por ejemplo dentro del área de sociales, ellas eligen más educación, mientras que ellos son mayoría en economía.
El siguiente gran tema que abordamos es el de cómo viven los estudiantes. Un aspecto que condiciona mucho la manera en que son estudiantes es la forma con la que financian sus estudios. Luís Ortiz de la UPF ha analizado las fuentes de financiación que utilizan y constata que, a más bajo el origen social, más frecuentes son las fuentes alternativas a las de la propia familia y crece especialmente la contribución que aporta el estudiante mediante su propio trabajo (figura 2).
Figura 2. Porcentaje medio de ingresos por trabajo durante el curso según clase social. Estudiantes que declaran algún ingreso por trabajo durante el curso.
Otra de las fuentes de financiación posible, el préstamo, es más frecuente entre estudiantes con familias con mayor capacidad de endeudamiento, paradoja que apunta a que su función parece errar en los objetivos iniciales.
Como cuestión que nos remite a la forma en que viven los estudiantes su experiencia universitaria, nos encontramos la participación, que sabemos que no es muy habitual. El equipo liderado por Antonio Ariño, indica que un tercio participa en actividades de carácter deportivo o cultural, pero la implicación en asociaciones culturales, que requeriría mayor dedicación, solo se lleva a cabo por una quinta parte de los estudiantes. Esta misma proporción es la que participa institucionalmente en el ámbito de toma de decisiones universitario. Los servicios universitarios de movilidad y de orientación son, por otro lado, poco utilizados.
El aspecto que tomamos como central y complementario ahora es el de cómo estudian en la universidad. Por un lado, el equipo de la Universidad de Andorra ha trabajado sobre la dedicación horaria al estudio. Asumiendo que las personas encuestadas tienden a sobrestimar las horas que entregan a cuestiones académicas —probablemente porque extrapolan el horario de las semanas de mayor dedicación al resto del curso—, los resultados muestran que se produce una elevada dedicación de horas al estudio. En relación a la dedicación teórica de horas por crédito matriculado (que debería ser de 0,63 por semana), todas las áreas se sitúan por encima en diversa magnitud (figura 3).
Figura 3. Horas de estudio por crédito matriculado.
Por otro lado, uno de los equipos de la Universidad de Barcelona ha analizado las metodologías docentes y de evaluación con que se trabaja en la universidad. Las mejor valoradas son las que implican algún tipo de trabajo práctico, en clase o fuera, mientras que se prefiere la evaluación individual a la de grupo y la de elaboración de producto diferente al examen. Finalmente, el equipo constata lo tan consabido de que las metodologías tradicionales impulsan a hacer lo imprescindible, mientras que las más activas implican una mayor dedicación.
En último término, el equipo TRALS, también de la UB, se ha centrado en todos los aspectos relacionados con los estudiantes de máster. Su composición social sigue patrones similares a los que encontrábamos para los grados, de manera que se da una sobrerrepresentación de clases medias y altas en el conjunto, pero también con una gradación por áreas que nos remite a las mismas tendencias de segregación horizontal. Un resultado algo contra intuitivo de su análisis es que observan un bajo grado de absentismo, lo que favorece el sentimiento de integración y vinculación con los estudios.
Las recomendaciones que se derivan de cada capítulo confluyen en el horizonte de trabajar por una universidad socialmente responsable, que integre los aspectos de equidad, participación social y calidad de la enseñanza-aprendizaje. En la figura 4 se recogen algunas de las propuestas que así enmarcadas se realizan.
Referencia general:
Capítulos citados (por orden de aparición):
DAZA, Lidia; ELIAS, Marina; SÀNCHEZ-GELABERT, Albert; TROIANO, Helena. (GRET-UAB) “Accés a la universitat i trajectòries”.
SOLER, Inés (UV). “Via Universitària des de la perspectiva de gènere”
ORTIZ, Luís (UPF). “Finançament dels estudis: ingressos i habitatge”
ARIÑO, Antonio (UV); LLOPIS, Ramon (UV); MOLINA, Fidel (UdL). “Vinculació amb la universitat”.
CASALPRIM, Montserrat; SABRIÀ, Betlem (Universitat d’Andorra). “Condicions d’estudi”
GROS, Begoña; MARTÍNEZ, Miquel; PONS, Ernest. (UB) “El procés de docència i aprenentatge en els ensenyaments de grau”.
FIGUERA, Pilar; TORRADO, Mercedes. (TRALS-UB) “Els estudiants de màster”.
Tomado del blog de Studia XXI con permiso de sus editores
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