Por Lorenzo García Aretio
Como les he venido narrando en este blog, el pasado 9 de noviembre el más antiguo y prestigioso organismo internacional relacionado con la educación abierta, a distancia, virtual, etc, The International Council for Open and Distance Education (ICDE) en el marco de su 29th ICDE World Conference 2023 celebrada en San José de Costa Rica, me ha otorgado el ICDE Prize of Excellence for Lifelong Contribution to the field (2023). VER.
El siguiente día, el 10 de noviembre, la Universidad Estatal a Distancia (UNED) de Costa Rica celebró el solemne acto de investidura y entrega del Doctorado Honoris Causa a mi persona, que supone el quinto reconocimiento similar, otorgado en cinco países diferentes. VER el acto completo.
En una entrada anterior les transcribí el texto completo de la laudatio que me dirigió en nombre del Consejo Universitario de la UNED CR, la Dra. Catalina Montenegro. Hoy les transcribo el texto completo de mi respuesta, así como la disertación sobre las resistencias a la educación a distancia. Al final les dejo de nuevo el vídeo del acto, donde podrán ver en imágenes mi disertación. Ahí va.
Señor Rector, ilustres miembros del Consejo Universitario de la UNED, vicerrectores, decanos, directores de institutos y departamentos, miembros del CECED, jefaturas de sede, señoras y señores universitarios.
Hace ahora 60 años y nueve meses inicié mi andadura como maestro en un centro educativo de la ciudad de Badajoz, la más poblada de la extensa región española de Extremadura, frontera con Portugal. Tenía en aquel entonces 17 años y ya contaba con mi título oficial de Maestro de Primera Enseñanza. Seis décadas después, hoy, a mucha distancia de aquella ciudad, estoy siendo investido doctor honoris causa por quinta vez, en una quinta universidad de un quinto país diferente de este querido continente americano
Ayer recibía en esta ciudad de San José el máximo galardón que otorga el más antiguo y prestigioso organismo mundial de educación a distancia, el Consejo Internacional para la Educación Abierta y a Distancia (ICDE), el Premio a la Excelencia de una trayectoria de vida dedicada a la EaD. Ello, amén de otros destacados homenajes, premios y reconocimientos internacionales que se me han otorgado en estos últimos años.
Por eso, llegado a este punto de mi vida, la pregunta que constantemente me hago es: ¿de verdad merezco tanto? Humildemente, creo que no, pero cuando tantas instituciones, asociaciones y organizaciones internacionales me premian, trato de, primero, agradecer el honor y, segundo, asegurarme de que entre las razones que les llevaron a otorgarme y a justificar ese reconocimiento, no existe error o exageración.
Hoy me encuentro en una de aquellas destacadas instituciones universitarias que, en la década de los años setenta del pasado siglo, se atrevieron a romper paradigmas dando un salto casi al vacío para ofrecer una educación unimodal, por encima de la convencional y permanente relación cara a cara entre docente y discente. ¡Qué atrevidos fueron sus predecesores!, ¡qué audaces!, ¡qué bravos!, ¡qué valientes! …, y ¡qué pioneros y precursores!
Pues resulta, que el Consejo Universitario de esta prestigiosa universidad, con su Rector al frente, hace dos años, el 21 de octubre de 2021 acuerda otorgarme este Doctorado Honoris Causa. Inmenso agradecimiento a toda la UNED de Costa Rica, a todos los ilustres miembros de su Consejo Universitario y, de forma especial, al Centro de Capacitación en Educación a Distancia (CECED) de quien partió la iniciativa de esta investidura. E inmensa gratitud a todos aquellos que, tras dos suspensiones por motivos de la pandemia, hicieron finalmente posible hoy la celebración de este acto.
Deseo también agradecer profundamente la generosa y brillante laudatio que me ha dirigido la profesora Dra. Catalina Montenegro y las cariñosas palabras del señor Rector.
Queridos docentes e investigadores, queridos universitarios, en el ámbito académico no existe mayor distinción, más alto honor que un nombramiento de este nivel. Y que este Doctorado Honoris Causa provenga de una universidad líder latinoamericano de la modalidad educativa a distancia, me colma de satisfacción y orgullo. Desde hoy me siento, porque ustedes así lo han querido, un miembro más del claustro de esta querida universidad.
A nivel internacional son muy escasos los reconocimientos académicos como éste, de alto nivel, que se otorgan a científicos del área de la educación y menos aún, si su dedicación fue a algo tan extraño durante décadas como la educación a distancia, ¿educación de segunda? Por ello, si me lo permiten, desearía hacer partícipe de este honor a tantas y tantos académicos e investigadores que han dedicado o vienen dedicando gran parte de su vida a la noble tarea de innovar, fundamentar, impulsar y practicar formas educativas diferentes a lo que fue la relación presencial entre maestro y discípulo. Siéntanse todos reconocidos y premiados, siéntanse, por favor, representados en mi persona.
Si este acto académico puede servir para inyectar valor a la investigación, a la teoría y a la práctica de los diferentes formatos existentes de educación a distancia, mi satisfacción y orgullo se elevará unos grados más. Muchas gracias por tantas cosas buenas que puede suponer esta investidura, para mí y para tantos docentes e investigadores que tratan de hacer lo mismo que yo, pero procurando mejorarlo. Y, naturalmente, también deseo que aporte algún valor añadido a esta prestigiosa universidad.
Y me disculpan, pero en este tipo de actos no puedo evitar nombrar a quienes lo son todo para mí, mi esposa, hijos, nietos y demás familia. Ellos siempre están en mi corazón. Ella, mi esposa, siempre estuvo a mi lado, apoyándome y presente en este tipo de actos. Ahora no puede, ahora es ella la que necesita mucho, mucho más de mí. Upita, seguro que me estás viendo y escuchando en la distancia. Un beso enorme para ti. Te adoro. Ya voy, espérame.
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Bien, queridos colegas, hasta aquí los agradecimientos. Ahora trataré de hurgar en sólo algunas de las razones que han podido llevar a esta paradigmática universidad a otorgarme tan alto honor.
Realicé mi segunda carrera, la licenciatura en Pedagogía en los inicios de andadura de una universidad recién creada, aunque muy poco creída en aquellos inicios de los años 70, la UNED de España. Como pedagogo, mis primeras inquietudes giraron en torno a la mejora de la docencia no universitaria. Pero cuando trataba de iniciar mi tesis doctoral, en esa universidad, el bendito destino me llevó a tropezar con un maestro de maestros, el Dr. Ricardo Marín Ibáñez que me impuso, sí, me impuso (yo me dejé porque sabía que él era un sabio), un giro copernicano en mis proyectos e inquietudes pedagógicas. “Deja esas ocupaciones y preocupaciones académicas”, me decía. “Ahí ya hay muchos que lo hacen bien. Te vas a centrar en estudiar, en investigar sobre la educación a distancia que has disfrutado y sufrido como alumno y sobre la que ya has escrito algo que me gusta. Ya te conozco un poco”, proseguía, “y te auguro que podrás dar mucho en ese campo y, probablemente, llegarás a ser reconocido fuera de nuestras fronteras”. Pues, ilustre audiencia, dicho y hecho.
Así realicé mi tesis doctoral, años 80, y no he parado de hacer caso a aquel insigne maestro al que debo tanto. Hasta aquí y ahora: más de 40 años practicando, estudiando, investigando y formando sobre la EaD, abriendo nuevos caminos, rompiendo esquemas, tratando de convencer, de ilusionar, generando tantos proyectos e iniciativas de instituciones y programas latinoamericanos y, en fin, siempre, venciendo resistencias. Por ahí pueden ir las razones de tantos premios, homenajes y reconocimientos. He dicho, venciendo las resistencias, ¡ay las resistencias!, ¿saben ustedes cuántas de ellas en aquellos primeros tiempos en España a la educación a distancia, en sus universidades, en mi propia UNED, en la sociedad…?
Pero ¿qué les voy a contar?, ¿qué me dicen de las resistencias sociales, administrativas, políticas, académicas…, de todo orden, en esta querida comunidad iberoamericana? Resistencias, increíblemente, aún vigentes en muchos países del área, en la era de la inteligencia artificial. ¿Pero es posible?, lamentablemente, lo es.
En los años más duros del arranque e implantación de instituciones y programas educativos a distancia, especialmente algunas de aquellas primeras universidades y muy poquitos extraños investigadores, menos aún de lengua española, entre los que me incluyo, peleábamos, al menos yo trataba de pelear con estudio y argumentos sólidos, por estos cuatro desafíos:
- Mostrar qué era, en qué consistía la educación a distancia de calidad.
- Defenderla con sólidos argumentos de los ataques infundados que esa EaD recibía del entorno social, político e, incluso, académico. Vencer las resistencias a la innovación.
- Estudiar, investigar y publicar sobre los fundamentos, posibilidades, estructuras, diseños, la metodología de estas nuevas formas de enseñar y aprender, con el fin de mejorar. Proponiendo modelos, principios, metodologías, formas de evaluación. Poniendo en valor las posibilidades para la accesibilidad, inclusión, equidad.
- Formar, capacitar, mediante cursos, másteres, conferencias, seminarios y talleres, divulgación, etc.
A lo largo de mi trayectoria como teórico y práctico, como estudioso e investigador, como defensor convencido de las bondades de los modelos educativos no presenciales, siempre que partan de diseños y procesos adecuados, me encontré con permanentes resistencias, frenos, críticas y oposición, burlas, incluso, a la implantación de éstos. ¡A cuántas decepciones, sinsabores, malas caras, peleas dialécticas… hube de enfrentarme a lo largo de estos 40 años! Quizás por todo esto, ustedes y otros me premian, me reconocen, …quizás.
Recogiéndolo de una publicación mía de aquellos primeros tiempos (años 80), les muestro sólo unas pocas de las resistencias, tópicos y temores de entonces a la implantación de sistemas a distancia. Quizás le suenen cuarenta años después. Les relato una breve selección de las mismas:
- No es posible ofrecer una educación auténtica y de calidad a través de un sistema a distancia. Quizás se puedan transmitir contenidos, pero nunca valores, actitudes, criterios…
- El profesor formado para impartir clases más o menos magistrales cara a cara con los alumnos, no acepta ser sustituido por otros mecanismos de dudosa eficacia.
- Al sistema no se le reconoce un status universitario homologable al de los centros presenciales. Se sospecha que a sus titulados les será enormemente difícil obtener colocación a través de estos estudios debido a su pobre reconocimiento.
- Se acepta esta enseñanza universitaria –considerada de segunda categoría- como mal menor, aunque se le acusa de precisar de muy fuertes inversiones en una época de crisis.
- No es posible personalizar la enseñanza en un sistema donde ni siquiera se conoce personalmente al estudiante.
Por no aburrirles, en aquel escrito siguen otros tópicos/resistencias de entonces. En esa publicación rebatía, ofrecía respuestas contundentes a cada una de esas afirmaciones. Hoy nos resulta más fácil contraargumentar que hace cuatro décadas, ¿no?
Siempre, y en concreto desde aquellos primeros tiempos del material impreso, correo postal, teléfono, audio, vídeo, radio y tv…, respecto a esas resistencias y a mis inmediatas respuestas, traté de diferenciar la verdad, las evidencias y los hechos, de las meras opiniones. Y dentro de éstas, distinguiendo las opiniones bien fundadas y argumentadas de aquellas otras sólo sostenidas en la ignorancia, en la frase hueca, en el panfleto.
En los años 90 llegó internet, en la primera década de este siglo, por destacar sólo algunos hitos, se consolidaron los entornos virtuales, irrumpieron los dispositivos móviles, la web 2.0 con sus redes sociales, etc. Posteriormente los avances en la automatización de muchas tareas docentes, administrativas y de los propios estudiantes. Hasta que la inteligencia artificial, sobre todo en este último año, ha inundado nuestras vidas. Ya me referiré a ella después.
Con todo esto, ¿desaparecieron en el siglo XXI las resistencias? Bueno, estimada audiencia, denme ustedes la respuesta.
Veamos, acerquémonos a los tiempos más recientes. No me tengo que esforzar para que me crean, al afirmar que, en nuestro campo educativo, bueno y en tantas facetas de la vida, hubo un antes y un después del COVID-19. Y me referiré solamente a la educación universitaria.
Quizás, una evidencia positiva ante tanto daño que supuso el confinamiento respecto a los sistemas educativos fue la de demostrar que los cambios en educación son posibles, incluso cuando se trata de transformaciones absolutamente radicales.
Pero no fue el cambio anhelado, aquel al que nos enfrentamos en tiempos de pandemia. Se trató de un cambio obligado, totalmente disruptivo, que supuso pasar abruptamente de una docencia presencial a otra a distancia, sin tiempo para la adaptación.
Aunque estuvo bien que esos cambios improvisados supusiesen una solución temporal a un problema de máxima urgencia. Es decir, a pesar de todo, la educación a distancia aportó soluciones incuestionables al grave problema del confinamiento, aunque les pese a los más resistentes o críticos.
Tras la cantidad de argumentos vertidos antes del confinamiento contra los sistemas universitarios no presenciales, que han venido siendo rebatidos una y otra vez a través de rigurosos estudios científicos, ahora, tras la pandemia, los que andaban ansiosos de recuperar la presencialidad perdida, aducían y aducen otros argumentos sobre lo negativo de hurtar al estudiante de su presencia en el campus físico. Ya todos habían “probado” algo parecido a lo que llamaban EaD, por lo que, ahora sí, se creían legitimados y con más autoridad para opinar.
Estoy seguros de que, en efecto, la experiencia de muchos docentes que se vieron obligados a virar 180º su acción educadora con motivo de la pandemia no fue positiva. Demasiado hicieron de un día para otro, con convertirse de docentes presenciales a docentes en línea. Pero esa encomiable tarea obligada, nunca fue una educación a distancia tal y como la venimos entendiendo desde hace algún tiempo.
Se trató de una solución urgente, de ruptura, abrupta, de crisis, de emergencia, precipitada, sin diseño o, mejor, aplicando un desarrollo en línea o en remoto, basado en un diseño pedagógico para la presencia. Nada tuvo que ver esto con lo que hubiese sido una educación a distancia digital bien diseñada e implementada.
Los críticos y resistentes sacaron conclusiones de esta situación, que reforzaron las por ellos señaladas como debilidades de la educación a distancia. Pero ahí estuvimos de nuevo para contraargumentar que, probablemente, muchas de esas conclusiones y resultados negativos que ellos publicitaban, vinieron provocados porque:
- no hubo planificación,
- existieron problemas de conectividad y de equipamiento para muchos afectados,
- no se contó con plan alguno de capacitación docente,
- no existió preparación de los estudiantes respecto a la autodisciplina y autorregulación requeridas, y
- porque la actitud negativa de muchos docentes pudo desnivelar los datos finales de cualquier consulta, valoración o investigación.
Aun así, hubo muchos resultados positivos, gracias a la entrega y espíritu innovador de tantos profesores. Así, muchos fueron descubriendo una serie de valores, antes ignorados, de las tecnologías aplicadas a la educación. No como para abjurar de la enseñanza presencial que siempre hicieron bien, pero sí para valorar otras posibilidades que podrían enriquecer sus experiencias docentes futuras, a través de algunas propuestas combinadas o de incipiente hibridación metodológica. Posiblemente se pusieron a estudiar, a debatir, a asesorarse, etc.
En esas épocas de confinamiento y posconfinamiento se escribió hasta la saciedad sobre este modelo y, entonces resultó aún más frecuente que antes que, quienes atacaron, quienes se resistían, a la educación a distancia en algunos de sus puntos débiles o en algunas de sus prácticas o presentaciones concretas de evidente escasa calidad, generalmente lo hacían comparando frente a una buena educación presencial, a una concreta y determinada práctica educativa presencial, fuerte en esos puntos. Así, siempre fue fácil desprestigiar a esta modalidad y a quienes nos dedicábamos a ella. Las resistencias, con esos argumentos, podrían parecer probablemente más que fundadas.
A estos críticos y resistentes no se les ocurría comparar fortalezas evidentes de las buenas prácticas en educación a distancia, contrastadas con debilidades de una determinada presencial, o con prácticas presenciales poco aconsejables, que muestran escasos ejemplos de esas virtudes que se asignan al modelo presencial.
La calidad de las propuestas serias y rigurosas de educación a distancia, a estas alturas, está totalmente fuera de dudas y respaldada por numerosos estudios y trabajos de investigación e informes internacionales que sería tedioso traer ahora a colación. Pero los hay, muchos, muy buenos y bien contrastados.
Desde el confinamiento, algunas de las resistencias defendían que la educación virtual no puede erigirse en el nuevo paradigma educativo universitario. En algunos círculos se tuvo cierto temor a ello. Por supuesto que no se intentaba sustituir a la enseñanza presencial de calidad, personalmente nunca lo hice, pero sí ofrecer otra alternativa, otro paradigma diferente, con sus propias singularidades y valores.
También se han hartado de resistir y atacar argumentando que Internet transmite datos, pero no valores. En realidad, este argumento dependería de los usos y selección que se haga de esos datos para transformarlos en información y, a través de la guía del docente y de una interacción de calidad, elevarlos a conocimientos, actitudes y valores. ¿O es que la palabra hueca y monocorde de un mal docente presencial en un aula configura valores educativos superiores que los que pueda generar, por ejemplo, un excelente vídeo y unas actividades de aprendizaje individuales o colaborativas ligadas a ese recurso?
Y siguen hoy abundando en lo mismo, insisten desde las resistencias que no es viable un aprendizaje sólido que no cuente con la cercanía presencial, afectiva, entre docentes y alumnos. Apuntan que el docente debe armar vínculos emocionales que refuercen los meramente cognitivos. Claro que sí, faltaría más. Que esos vínculos generados en formatos educativos presenciales pueden conformarse como sólidos y rápidos, no debe ponerse en duda.
Pero, igualmente, se configuran lazos afectivos, emocionales, a través de la red, aunque hay que saber manejarse en esos entornos para lograrlo. Es seguro que un buen docente a distancia consigue armar esos lazos de afecto antes y por encima de los conformados por un mediocre docente presencial en su aula. Doy fe de ello. Reitero, verdades, evidencias y hechos frente a meras opiniones.
El alumno solitario, dicen, alejado del docente y de sus pares pierde muchas posibilidades de interacción, socialización, colaboración…, con lo que ello supone para la formación integral. Quizás en los inicios de la EaD, pudiera darse ese caso.
Pero hoy más que nunca, esta modalidad hace posible la comunicación total, bidireccional y multidireccional, en cualquier momento y en cualquier lugar. La relación vertical y horizontal se convierte en próxima e inmediata. A golpe de clic se puede consultar al profesor y también a los pares para la resolución de dudas o para proponer respuestas posibles a las preguntas de otros. Se posibilita la interactividad e interacción, tanto síncrona como asíncrona, simétrica y asimétrica.
Han venido diciendo quienes se resisten a estos formatos, que la docencia online se limita a un intercambio oral, escrito o con imágenes, no pudiendo disfrutarse del lenguaje no verbal. Quizás sea así en algunas prácticas y, por supuesto, podía serlo en la antigua educación a distancia. Se olvidó que existe hoy la posibilidad de relación visual síncrona en línea a través de la cual puede mostrarse también ese lenguaje no verbal.
Parece que se da un valor superlativo a la coincidencia de docente y estudiante en un lugar material y temporal para que pueda producirse un trabajo relacional, colaborativo, colectivo, etc. Probablemente quienes aseguran eso no han actuado con grupos colaborativos en educación a distancia digital. Además de que puede trabajarse de forma síncrona, y a cualquier hora, puede hacerse en asincronía. Y los resultados parecen incuestionables.
En esa línea se criticó recurrentemente la dificultad para motivar al estudiante a distancia. Afirman que sería complicado potenciar la creatividad, la iniciativa, etc. Progresivamente esa dificultad que inicialmente pudo haberla se vino superando. Se presentan los materiales con un atractivo carácter multimedia. La libertad al navegar y la interactividad de las páginas web pueden mantener la atención y propiciar el desarrollo de la iniciativa. Se facilita la posibilidad inmediata de ofrecer ángulos diferentes del concepto, idea o acontecimiento. Se potencia el logro, la espontaneidad y la vertiente lúdica del aprendizaje.
Siempre se dudó, y por ahí continúan muchas de las resistencias, de la calidad, la eficacia y eficiencia de estos aprendizajes. Se olvida que esta modalidad el estudiante es sujeto activo de aprendizaje en mayor medida que en el formato presencial. Ese autoaprendizaje exige en mayor grado la actividad, el esfuerzo personal, el procesamiento y un alto grado de disciplina e implicación en el trabajo que se traduce en aprendizajes de mayor calidad.
Los argumentos en torno a la dificultad para activar principios pedagógicos permanentes tales, por ejemplo, como la individualización, socialización y personalización ha habido que contrarrestarlos con ideas como éstas. Miren, en la EaD se potencia el trabajo individual de los participantes, ya que cada uno puede buscar, consultar y procesar lo que prefiera en función de su tiempo, experiencias, necesidades, conocimientos previos e intereses, así como profundizar una y otra vez en aquellos temas más complejos.
Respecto a la socialización. Más allá del respeto a la individualidad y potenciación de la autonomía, la formación a distancia digital propicia el trabajo colaborativo y en grupo y el cultivo de actitudes sociales y de respeto. Ya me referí con anterioridad a ello.
Y, en cuanto a la personalización. La analítica de los registros (analíticas de aprendizaje) pueden favorecer una acción clara y decidida hacia un estudiante concreto, hacia un grupo con dificultades similares o ante situaciones problemáticas detectadas. Se propicia así, el aprendizaje personalizado o adaptativo, según dificultades, lagunas, fallos o errores en el estudio.
Cuando las críticas o resistencias han girado en torno al acceso limitado a determinados recursos y medios tecnológicos, no falta razón. El acceso a la tecnología y a la conectividad aún no forman parte de los derechos universalmente reconocidos. Aun contando con esta incuestionable debilidad, me preguntaría, les preguntaría ¿qué modalidad ha prestado un mayor servicio, por ejemplo, al acceso a estudios universitarios, a la inclusión, a la equidad? En efecto, queda superado el acceso limitado a la formación por razones laborales, de residencia, familiares, etc. Los alumnos pueden acceder a todo tipo de documentos textuales, audiovisuales e informáticos de los más prestigiosos autores en cualquier espacio y tiempo.
En línea similar, con respecto a la educación digital, se la tacha de generar altos costes, tanto a las instituciones como a los usuarios. Sin embargo, aparecen ventajas en cuanto a la alta relación coste-beneficio de las plataformas digitales. Se ahorran gastos de desplazamiento al centro físico de estudios. Se evita, en su caso, el abandono del puesto de trabajo o del centro donde pudieran realizarse otros estudios. Para docentes y autores de materiales, se facilita la edición y la introducción ilimitada de cambios en los materiales para mantenerlos siempre actualizados. En fin, se propicia la economía de escala.
Resulta evidente que buena parte de estas resistencias y otras de menor alcance son debidas, salvo honrosas excepciones, a la ignorancia, al desconocimiento serio de estos formatos educativos. Y como en todas las innovaciones tecnológicas, algunas resistencias se han venido basando en ciertos miedos a perder privilegios, poder, dominio de la situación, incluso el puesto de trabajo.
Como puede observarse, los resistentes y críticos siempre señalan algunas posibilidades de la presencia que serían difíciles de alcanzar en la distancia. Ya he rebatido, creo, buena parte de ellas.
Sin embargo, en pocas ocasiones se proponen posibilidades con que cuenta la EaD y que son más difíciles de encontrar en la presencial. También, ya he señalado varias con anterioridad. Apuntaré otras sólo esquemáticamente. Con respecto a la presencial, la EaD:
- Es más abierta, accesible e inclusiva.
- Más flexible en todas las variables curriculares.
- Más eficaz en la posible calidad de contenidos.
- Ofrece más posibilidades de interacción e interactividad bidireccional y multidireccional.
- Es más incentivadora de la motivación, creatividad e iniciativa, a través de los multiformatos y la comunicación
- Facilita un mayor respeto a la privacidad si es lo que se desea.
- Procura más oportunidades para la forja del autocontrol, autogestión, autodisciplina, madurez.
- Facilita más posibilidades para recabar evidencias y registros para una evaluación continua. También para la autoevaluación heteroevaluación y coevaluación
- Multiplica el acceso instantáneo e ilimitado a ingente cantidad de información, contenidos y recursos.
- Proporciona mayor velocidad de respuesta (búsquedas, automatización, etc.)
- Se valora la permanencia y revisión del mensaje digital (texto, imagen, audio, vídeo)
- Promueve gran facilidad para actualizar materiales o contenidos.
- Señoras y señores, ¿sigo?
Creo que es más que suficiente. En muchos de los aspectos reseñados, la enseñanza presencial no puede llegar, ni siquiera acercarse, es materialmente imposible. Entonces, ¿ventajas, inconvenientes, resistencias…?
Y la guinda, ahora con la inteligencia artificial, ¿qué?
Llevamos prácticamente un año con la irrupción atronadora, el boom, de la inteligencia artificial generativa. Y llegó, ¿cómo no?, también a la educación, ¿o aquí no? Pues sí, la IA y la educación en general y la EaD en particular.
Los críticos, los resistentes, los inmovilistas…, como ha sucedido históricamente con todos los cambios e innovaciones, van a objetar, lo llevan haciendo todo este año, en contra con argumentos que, sin duda, van a requerir mucho debate. Estas objeciones arrojan luz sobre las preocupaciones legítimas y muy dignas de consideración relacionadas con el uso de la IA en la educación. Les selecciono sólo algunas:
- Problemas de privacidad y seguridad de datos personales de los estudiantes.
- Dificultades para universalizar la accesibilidad y asequibilidad a esta tecnología. Aumento de brechas.
- Pérdida de la interacción humana de valor.
- Preocupación por la sustitución o desplazamiento del docente.
- Pérdida de habilidades cognitivas y del aprendizaje profundo al contar con respuestas rápidas y fáciles sin necesidad de esfuerzo intelectual.
- Trabajo en equipo y colaboración para qué, si ya tengo las respuestas.
- Disminución de la creatividad dada la capacidad aparentemente infinita de la IA para generar propuestas imaginativas.
- Menor empatía y comprensión emocional que el docente humano.
- Uso deshonesto de estas herramientas (plagio).
Habrá que estar atentos a la parte cierta de riesgo que suponen algunas de esas afirmaciones y otras de corte similar. Y ya hemos de exigir regulaciones claras por parte de los gobiernos y organismos oficiales internacionales sobre este fenómeno.
Pero bueno, la aplicación de la Inteligencia Artificial (IA) en la educación universitaria ofrece una serie de ventajas significativas, respaldadas por posibilidades de transformación y mejora en varios aspectos. Les refiero sólo algunas, y de forma esquemática:
- Automatización de tareas administrativas liberando tiempo para el personal docente y administrativo.
- Tutoría inteligente, orientación y retroalimentación personalizadas.
- Aprendizaje personalizado: ya me he referido a las analíticas y sus inmensas posibilidades.
- Ayuda instantánea: autoevaluación, respuestas inmediatas a preguntas comunes de los estudiantes.
- Generación de contenidos educativos que estimularán el pensamiento crítico y la creatividad, además de ofrecer retroalimentación.
- Evaluación automatizada, sin sesgos, que puede diagnosticar y verificar tareas, rendimiento, compromiso y comportamiento de los estudiantes.
- Retroalimentación inteligente e inmediata que facilita la intervención temprana.
- Acceso equitativo a materiales educativos en cualquier momento y lugar.
- Posibilidades para la Investigación: revisiones sistemáticas, búsquedas, análisis de datos de gran escala, etc.
Como en toda innovación, se precisará de la investigación que nos muestre la evidencia científica en torno a estas ventajas. Les animo a indagar, a investigar, a participar en proyectos en esta línea y, posteriormente, a publicar.
Es muy probable que estas aparentes ventajas de la IA en la educación podrán redefinir nuevas formas de enseñar y aprender, podrán optimizar la administración académica y abrir nuevas vías de investigación y colaboración, preparando a los estudiantes para un futuro educativo y profesional muy diferente y, preveo, más prometedor.
Señalados algunos inconvenientes y ventajas de la IA en educación, los responsables institucionales deberán acometer varios retos, que ya va siendo tarde si no han iniciado los debates y consecuente toma de decisiones.
Bueno, termino, estimada audiencia, para batir las resistencias al buen uso de la inteligencia artificial en los procesos educativos a distancia y para ahondar en la investigación sobre sus inconvenientes y ventajas, posiblemente ya no me vayan a encontrar. Sí que espero, todavía, tener la oportunidad de continuar compartiendo en redes sociales aquellas informaciones y documentos de valor y, sobre todo, brindándoles, a través de la RIED-Revista Iberoamericana de Educación a Distancia de la AIESAD, los más relevantes y actuales estudios e investigaciones sobre el campo que nos ocupa y apasiona.
Al término de esta disertación podrían preguntarme, si mereció la pena que me dejase la piel, tantos retazos de mi vida, tanta incomprensión, a veces, peleando contra viento y marea por convencer, por argumentar, en favor de la educación a distancia de calidad, por investigar, por abrir nuevas formas de enseñar y aprender, por ofrecer modelos aprovechables en tantas instituciones y programas, por formar, por capacitar, por…, ¿mereció la pena? En fin, seguro que ya saben la respuesta.
Señoras y señores, queridos colegas, mi respuesta es que: Sí, mereció la pena y si naciese de nuevo, volvería a hacerlo. El futuro es de ustedes. Muchas gracias.
Tomado de Contextos universitarios mediados