Escribe: Miguel Zapata Ros
(In english)
Hablamos mucho de las opciones y de las posibilidades de las redes sociales, qué nos ofrecen de nuevo, en qué se diferencian unas de otras. Pero hablamos poco de la parte humana de las redes, de las personas, de los usuarios, o sea de nosotros, de nuestra calidad como “recurso” de conocimiento o de aprendizaje.
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Hablamos mucho de las opciones y de las posibilidades de las redes sociales, qué nos ofrecen de nuevo, en qué se diferencian unas de otras. Pero hablamos poco de la parte humana de las redes, de las personas, de los usuarios, o sea de nosotros, de nuestra calidad como “recurso” de conocimiento o de aprendizaje.
Esta mañana abro mi correo, el clásico POP3, y me encuentro con un mensaje enviado desde Google+, igual podría haber sido desde Facebook, LinkedIn, Twiter, o desde cualquiera otra red social, en el que alguien dice que me ha añadido a sus círculos, o me solicita un contacto, o ser incluido entre mis amigos. Me introduzco en la red en cuestión, observo de pasada que aparecen varias personas que comparten equis contactos o amigos conmigo, a las que igualmente podría añadir a mi lista o a mi círculo. Mis temas son la tecnología educativa, el diseño instruccional, elearning,… Para comprobar la identidad así como los temas de interés en que trabaja el candidato a mi amistad, y las posibles colaboraciones, me interno en su muro (si es que es Facebook, o a sus publicaciones, si es Google+). Todo son saludos personales y exclamaciones de alegría por conocerse, o noticias de contactos,… de vez en cuando aparece un enlace. Nada de experiencias, investigaciones o de publicaciones propias, ni tan siquiera aparecen referencias a sus prácticas docentes o escolares cotidianas. ¿Qué hacen en la escuela o en su trabajo ese día?. Tampoco hay nada de los contenidos de aprendizaje, ni a las actividades para que sus alumnos aprendan, ni aparecen alusiones a problemas que han tenido que abordar en sus clases o en la preparación de ellas.
Pero veamos los enlaces. En un porcentaje muy alto son enlaces a blogs, en algunos casos a blogs propios.
Por lo que respecta a los contenidos de los links, en un pequeño porcentaje, que resulta laborioso encontrar, son excelentes artículos que aportan muy buenas ideas y noticias. Y que cubren un notable vacío entre los foros, la mensajería y la revista. Pero en una inmensa mayoría de los casos remiten a otros blogs, o incluso a listas de blogs, y así sucesivamente.
Si nos paramos a mirar en ellos, los que tienen un contenido original, nos informan sobre la utilidad de herramientas novedosas, las más de las veces sin experimentar, sin validar, sin ficha técnica, y sin nada que acredite lo que se afirma. Este es un espacio perfectamente cubierto por el marketing viral (habría que llamarle marketing recursivo, sería más propio).
A veces, como en un caso que he visto, en un blog se recopilan intervenciones en redes, con lo cual el círculo se cierra sobre sí mismo, se retroalimenta, y vuelta a empezar.
En otros casos las referencias son a artículos de divulgación científica, o incluso a secciones especializadas de la prensa convencional, que no hacen sino suministrar refritos de, en el mejor de los casos, artículos de revistas científicas. Casi nunca citando datos técnicos sobre población de referencia, la muestra, o el alcance y la fiabilidad del estudio. Solo hacen una exégesis, atribuyendo significación propia a lo tratado, interpretando las conclusiones, el sentido y el alcance que hacen los autores del estudio de los resultados de su investigación. A mayor abundancia, ni tan siquiera se toman los artículos originales sino las reseñas que hacen las secciones especializadas de los diarios prestigiosos (de The Economist, The Time, NY Times,….) o de las revistas de difusión como Nature o Science.
Todo esto contribuye a crear un magma y una mística donde se acuñan términos dotados de un significado derivado de las resonancias del término original (caos, fractal, efecto mariposa, son algunos ejemplos, que el propio George Siemens incluye en sus trabajos tan populares) y se fraguan sistemas de ideas que Pozo (2009) llamaría implícitas, con más fuerza que a veces las propias teorías consolidadas.
Mientras tanto ¿qué sucede con nuestros alumnos? ¿Es compatible esta actividad tan prolija con una práctica docente óptima?
Eppur si muove. Sin embargo las redes se mueven. Sin mirar las opciones ni las herramientas de la aplicación, con sólo unos cuantos cambios de la propia práctica en las redes, cualquiera de ellas, nos puede proporcionar una ayuda imposible por otro medio, para nuestro trabajo, sea éste de elearning, sobre educación a distancia, o cualquier otro.
Por un lado están todos los criterios, métodos y conceptualizaciones tratadas en el artículo La investigación y la edición científica en la web social: La ciencia compartida.
Y por otro, pero sin tanta transcendencia, se pueden introducir cambios más sencillos, muy sencillos. Por ejemplo, con carácter general, existe la tecla Add this utilizable para cualquier red, y que permite enlazar de forma comentada cualquier cosa que encontremos en nuestra navegación, incluyendo nuestros propios trabajos, documentos, o de nuestro equipo o de nuestros alumnos. Pero lo que para mí es un hito es la opción +1s, del perfil, en Google+ combinada con la tecla +1 de la búsqueda en Google o en Google Académico. Ambas opciones, bien utilizadas, permiten poner a disposición de los usuarios de la red, de los círculos, o de toda la red, los contenidos propios, elaborados por nosotros, o seleccionados por encontrarlos de valor.
Eso además de ayudar a crear un clima colaborativo, cosa de la que tanto hablamos, da la medida de nosotros mismos como contacto, o de nuestro trabajo.
Recordemos el efecto nube (Zapata, 2011p.16):
La nube (el repositorio de investigación en la nube) tiene un largo alcance y recorrido. No se trata sólo de eprints y resultados de la investigación, incluye proyectos, borradores, y versiones distintas o alternativas que nos dicen su historia. Esto implica igualmente un más largo plazo de preservación de los resultados temporales y finales de la investigación. Y no sólo de los datos, sino de los documentos de recogida de datos, de creación y de análisis. De hecho, se deben conservar intactos los «proyectos» (original y versiones), los datos, las publicaciones a que den lugar, los flujos de comunicación (mensajes y debates en foros), el “material gris”, los cuadernos y otras formas de comunicación nebulosa. Esto es importante preservarlo en un entorno de investigación, donde en la actualidad casi todo el material ha nacido y se ha criado digitalmente.
Desde luego si todo sigue como hasta ahora y centro, como creo, mi actividad en esta red de propósito general, utilizaré en lo posible esta forma de trabajar, e igualmente la solicitaré a mis contactos,…
Es posible que mi trabajo mejore, aunque a cambio quizá no tenga tantos amigos de ahora en adelante.