“La tecnología ha sido utilizada principalmente para apoyar la enseñanza en el aula tradicional, sin embargo, en los últimos años la tecnología esta influyendo de manera creciente en la actividad docente de las universidades. Hay un movimiento de la periferia hacia el centro de la educación” A.W. Tony Bates
A finales de junio, asistí como invitado a la “Jornada de buenas prácticas y diseño de cursos” que organizó el Instituto de Ciencias de la Educación de la UPC, dirigido a profesores de la universidad, sobre las mejoras de la plataforma Moodle que sustenta el campus virtual. En esta entrada, voy a tratar de sintetizar algunos de los comentarios y reflexiones que se hicieron a lo largo del curso.
La dinámica del curso ya fue en sí misma interesante: se eligieron una serie de profesores, expertos avanzados en Moodle, que presentaron sus asignaturas virtuales. Son profesores de distintos grados que mostraron cómo han confeccionado su asignatura a partir de las funcionalidades que permite el sistema. Se vieron muchas cosas y de maneras diferentes (es lo que tienen las TIC).
Realmente el trabajo realizado por los profesores es admirable: redactan los temarios y las guías de las asignaturas con formas y recorridos distintos, enriquecen cada apartado con todo tipo de recursos en línea -ya sean apuntes, presentaciones, videos, recursos externos de acceso abierto, blogs, etc-, incorporan nuevas metodologías docentes (PBL, gamificación). Y no solo eso: los profesores se comunican con todos y cada uno de sus estudiantes de forma personalizada, contestan mensajes, plantean casos, realizan pruebas y exámenes, gestionan entregas, etc. En resumen: todo un trabajo ingente personalizado y de gran calidad.
Probablemente no seamos conscientes del trabajo que realizan los docentes al usar el campus virtual, tanto a nivel de diseño del proceso de aprendizaje, como de interacción continuada con los alumnos, y de evaluación de un gran número de actividades. Un esfuerzo que raramente se lleva a cabo en el caso de la docencia presencial.
Los profesores que se atreven con los campus virtuales, por ahora una dinámica voluntaria y sin reconocimiento, son auténticos titanes; porque están convencidos de que las tecnologías ayudan a estos estudiantes y quieren lo mejor para ellos, aunque son conscientes de que en la universidad no se lo valoran. Aquí hay un “gap” cada vez más grande que afecta al reconocimiento de la labor docente y que la universidad tendrá que solucionar algún día. Estos profesores creen profundamente en lo que hacen con las TIC para mejorar el rendimiento académico de sus estudiantes.
Cuando un profesor activa su asignatura en Moodle, el trabajo se multiplica de forma exponencial. Es verdad que la asignatura es la misma que la presencial, pero, al ser digital, los estudiantes adquieren de repente una relevancia individual que en una clase es difícil de detectar. Es la deseada personalización.
Las tareas del profesor en este modelo híbrido de docencia universitaria son infinitas si realmente se hace bien. En la actualidad coexisten una docencia analógica y otra digital que la complementa pero que, en algún momento, se deberá integrar, regular y ordenar, porque el profesor no es un chicle que se pueda estirar y pueda asumirlo todo y durante todo el tiempo. La clase presencial, por ejemplo, de cálculo, que empieza a las 8 de la mañana acaba a las 9, pero esa misma clase de cálculo dura en Moodle todo el día, toda la semana y todo el tiempo incluido fiestas, sábados y domingos, en que la matrícula de la asignatura está activada.
Las preguntas que hicieron docentes en la jornada trataban fundamentalmente sobre cuestiones para mejorar la misma plataforma (los mismos profesores son los innovadores del sistema). El personal informático responsable presente en el cursillo fue recogiendo esos ruegos y preguntas y avanzando posibles soluciones. Dónde no ha llegado el sistema informático llega el profesor que aporta soluciones detalladas a deficiencias del sistema.
Sin duda, la clase presencial es todavía la base esencial de la educación en las universidades españolas y también en las europeas, pero va a ser necesario una renovación profunda de todos los elementos que la configuran, desde los espacios e instalaciones, hasta los modelos pedagógicos.
Por último, en la mesa redonda final se mencionaron una serie de preocupaciones que, según creo, reflejan muy bien el estado de la cuestión. Resumo algunos de los comentarios que se hicieron:
- La relación entre la docencia presencial y digital es considerada como complementaria, pero tarde o temprano se deberá regular y ordenar. La clase digital está entrando por la puerta de atrás de la clase presencial y ya está modificando comportamientos como, por ejemplo, la menor asistencia de los estudiantes a las clases presenciales. Hay mucha literatura publicada sobre el absentismo de los estudiantes en las universidades que apunta, casi siempre (y probablemente de forma injusta), a una mala valoración de las tareas del profesor por parte de los estudiantes: “me aburro”, “no aprendo”, “el profesor no motiva”, “no sabe enseñar”, etc. Los estudiantes no van a clase si no es imprescindible. Puede que en un futuro inmediato la tendencia será concentrar las clases presenciales en 3 días a la semana.
- Otro asunto importante fue la necesidad de reconocer adecuadamente la construcción y activación de asignaturas digitales, en este caso, en versión Moodle. Junto a ese reconocimiento, claro está, también se necesita soporte digital, asistencial, informático, etc. La formación es imprescindible para un uso eficiente de recursos y plataformas que son cada vez más avanzadas. Puede que los cambios en la clase presencial sean mínimos, pero los nuevos modelos de aprendizaje plantean cambios permanentes y la necesidad de un reciclaje constante.
- Por último, el tema recurrente de estos años sobre la amenaza de supervivencia del profesor presencial ante la enseñanza digital. Hay un miedo latente relacionado con la desaparición de la figura del profesor. ¿Será un profesor robot quien enseñará cálculo a mil estudiantes a la vez desde la red? La irrupción de los primeros MOOCs en el año 2008 en la Universidad de Manitoba de Canadá y después en el 2011 en la Universidad de Stanford no solo tenían un componente tecnológico y educativo sino también un componente económico. A nadie se le escapa que es más barato crear MOOCs que contratar a un profesor, y más en época de recortes y crisis económicas. Esta es una preocupación añadida a las derivadas de la crisis demográfica del sistema universitario español, que incluye la paralización de las ofertas públicas de profesores y la falta de reposición, etc. Las TIC pueden ayudar a paliar una cierta precariedad, pero no pueden ser la alternativa al profesor presencial.
Estos apuntes fueron tomados en un curso de verano de mi universidad, pero podría ser la crónica de cualquier curso sobre innovación docente y TIC que se llevan a cabo en muchas universidades españolas cuando acaban las clases. Muchos profesores universitarios están implicados en la innovación docente y trabajan por renovar y mejorar la docencia que imparten cada día, y ya es hora de diseñar e implementar políticas y estrategias universitarias serias que vayan en esa misma dirección.
Tomado del blog de Studia XXI con permiso de sus editores
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