Por Andrea Cristina Alvarez Pacheco
Medios comparten la tendencia de desdigitalizar la educación, con una especial atención al tiempo frente a la pantalla.
En los últimos meses, si no es que años, las redes sociales y medios de comunicación se han visto inundados de noticias alarmantes sobre la desdigitalización. En particular, circula la forma en la que Suecia ha decidido poner en marcha a una supuesta desdigitalización de las aulas. Pero, ¿qué tan real es esta información? Y ¿qué implicaciones tiene? La realidad es que es el tiempo frente a la pantalla lo que está en la mira.
¿Qué es la digitalización?
Las nuevas herramientas tecnológicas innovan en los centros académicos, agilizando la transferencia de información, y aumentando el interés y la autonomía del estudiantado. Asimismo, mejoran la concentración y la comprensión, así como fomentan el razonamiento crítico, la comunicación entre docente-estudiante y el trabajo colaborativo. Sin embargo, presentan inconvenientes como distracciones, información falsa y reducción del contacto humano, lo que puede amplificar el acoso escolar y afectar el desarrollo de habilidades sociales y cognitivas.
No obstante, el debate simplista entre tecnología y educación, señala el equipo del Observatorio Educativo de Profuturo, se presenta como una dicotomía entre tradición y progreso, obviando el verdadero desafío: la integración eficaz de las herramientas tecnológicas en el ámbito educativo. Pues, contrario a como se ha hecho creer, la tecnología educativa no se limita a reemplazar libros físicos por tabletas; sino que su esencia reside en transformar integralmente la experiencia educativa. En palabras de Laura Cuesta Cano “lo que se demandan son herramientas, plataformas y aplicaciones que sean complementarias a las analógicas y que garanticen un mayor aprendizaje del alumnado, fomento de la motivación hacia los contenidos o la posibilidad de personalizar estos según las necesidades de cada alumno”.
El uso de pantallas en el aula ofrece ventajas como acceso a recursos educativos y presentaciones visuales, pero también puede ser una fuente de distracciones y fatiga visual. Estas pueden afectar la concentración, crear brechas digitales y promover dependencia tecnológica, afectando habilidades tradicionales y la salud ocular. Por lo que es necesario que las y los educadores equilibren el uso de la tecnología con métodos tradicionales y gestionen eficientemente estas desventajas.
Pantallas en la era digital
Una de las principales problemáticas de una digitalización constante en todos los ámbitos de nuestra vida está ligada directamente con la cantidad de tiempo que pasamos frente a las pantallas. Que, en la actualidad, puede ser la mayoría del tiempo: ya que se utilizan para trabajar, estudiar, comunicarse o realizar actividades recreativas como jugar videojuegos o ver series y películas. Nuestras vidas están estrechamente vinculadas a las pantallas.
Aunque el aprendizaje en línea ayudó durante la pandemia, indica Saray Márques, dejó a 500 millones de estudiantes sin acceso a la educación, especialmente en comunidades pobres. La rápida evolución tecnológica supera la capacidad de investigación y los estudios independientes a menudo muestran poco impacto.
¿Qué tan perjudicial puede ser esto?
Mucho, dicen distintos estudios, pues señalan que estar frente a una pantalla termina siendo una actividad sedentaria, aumentando así el riesgo de obesidad y todas las problemáticas que esta enfermedad acarrea a corto y largo plazo.
Del mismo modo, señala Nayeli Macías para el Instituto de Salud Pública mexicano, en adolescentes e infancias, el tiempo frente a pantallas se relaciona con alteraciones en el sueño, afectando el metabolismo de la glucosa, colesterol y triglicéridos. Los patrones de sueño inadecuados en estas etapas pueden arraigar estilos de vida que persisten en la adultez, promoviendo el aumento de peso y deterioro de la salud cardiovascular. Además, comparte datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición Continúa de 2022, la cual indica que el 82 % de los niños y niñas, y el 92 % de los adolescentes mexicanos, pasan más de dos horas diarias frente a una pantalla.
Por otro lado, en los adultos, al pasar más tiempo frente a las pantallas incrementa el riesgo de “padecer sobrepeso, obesidad, hipertensión, alteraciones del colesterol y los triglicéridos, diabetes, enfermedad del corazón, disrupción de la circulación, algunos tipos de cáncer y enfermedades mentales como la depresión”. La recomendación, entonces, es reducir el tiempo sedentario y frente a pantallas, a menos de cuatro horas diarias en adultos y menos de dos horas en infantes y adolescentes.
Contrapuntos en la digitalización
El uso excesivo de tecnología afecta negativamente actividades académicas, laborales y domésticas, por lo que es recomendable limitar su tiempo de uso. Priorizando la alimentación y descanso, haciendo uso de la tecnología para fomentar la creatividad en lugar de recibir información pasivamente.
La UNESCO, en su reporte Tecnología en la educación: ¿una herramienta en los términos de quién?, recomienda disminuir la prohibición de teléfonos inteligentes en las aulas, resaltando la importancia de las interacciones humanas en el proceso educativo; pues también indica que el uso de estas tecnologías en el aula y en el hogar puede provocar distracciones que entorpezcan el aprendizaje: “No todo cambio significa progreso”, indica el reporte.
Debemos enseñar a las infancias a equilibrar el uso de la tecnología, aprovechando su utilidad sin reemplazar las interacciones humanas en el aprendizaje. El informe destaca la falta de reglamentación adecuada y sugiere que los países establezcan normas para que la tecnología apoye, pero no sustituya, la enseñanza presencial. Además, advierte que los smartphones y la inteligencia artificial (IA) pueden interferir en las clases y exponerlos al ciberacoso, los cuales pueden afectar severamente su desempeño en el aprendizaje. La prioridad debe ser el bienestar y los resultados educativos, no solo la incorporación tecnológica.
¿Qué hacer?
Como ya hemos visto, el tiempo en pantalla es un aspecto importante a considerar y aunque las recomendaciones se enfocan más a los menores de edad, especialmente en niños y niñas en edad preescolar y primaria, también como adultos debemos reflexionar sobre la cantidad de tiempo que pasamos frente a la pantalla y la calidad del contenido que consumimos, además de sopesar que nuestros hábitos digitales pueden ser repetidos o imitados por los y las menores cercanos a nosotros. Dentro de estos aspectos, una gran herramienta es el fomento a la alfabetización digital.
La alfabetización digital, en palabras del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores, es “la capacidad de una persona para realizar diferentes tareas en un ambiente tecnológico”. Sin embargo, esta noción no está meramente enfocada en el uso de la tecnología, sino principalmente en las habilidades de análisis, búsqueda de la información y uso responsable.
De esta manera, Tomás Santa Cecilia sugiere a los docentes un correcto uso de los dispositivos electrónicos en centros educativos al contar con lo siguiente:
- Objetivos claros: establecer metas específicas para el uso de dispositivos, detallando cómo mejorarán el aprendizaje.
- Formación del personal: capacitar al profesorado para optimizar el uso de dispositivos en el aula.
- Equidad en el acceso: asegurar que las y los estudiantes tengan acceso a dispositivos e internet, incluyendo opciones para aquellos que no cuentan con tecnología en casa.
- Uso responsable: enseñar al estudiantado a utilizar la tecnología de manera ética y segura.
- Actualización continua: mantenerse al día con los avances tecnológicos y adaptar las estrategias según sea necesario.
- Seguridad: implementar medidas para proteger la seguridad y los datos del estudiantado.
- Colaboración: fomentar la cooperación entre estudiantes y mejorar la comunicación entre madres, padres, familiares, tutores, profesores y estudiantes.
¿Tecnología en el aula?
La era digital es una realidad y, por ende, las pantallas tienen un papel importante en la vida de las personas, ya sean infantes, jóvenes o adultos. La vida digital implica más que el aprendizaje o entretenimiento, pues también proporciona espacios para la socialización. Es importante comprender que la tecnología, por sí sola, no representa un riesgo para la educación y sus participantes; sino que es la calidad del uso que tanto docentes como estudiantes hacen de ella, lo que puede llegar a promover actividades de riesgo.
Corresponde entonces a los individuos, o a sus tutores de ser el caso, equilibrar el tiempo en pantalla y proporcionar espacios y momentos que se encuentren alejados de las mismas. Más que desdigitalizar se trata de crear hábitos digitales saludables y, sobre todo, hacer un uso adecuado y con propósito de las distintas tecnologías en el aula. Es una cuestión pedagógica y no tecnológica.
No se debe cuestionar entonces la digitalización, sino el uso que se le da dentro de la educación. Un proceso que debe ser realizado después de una larga reflexión crítica de la tecnología a incorporar, así como educar en su uso responsable y crítico. No se deben desdigitalizar las aulas, sino digitalizarlas con sentido.
Por cierto, Suecia no dio marcha atrás en la digitalización: solo compró más libros.
Tomado de EDUBITS del Tec de Monterrey