La responsabilidad social ha pasado de ser un concepto poco conocido -o bien solamente vinculado al ámbito empresarial- a tener una cierta presencia en el ámbito universitario. Pero ¿qué es la responsabilidad social universitaria? ¿una moda pasajera? ¿un modo de gestionar la universidad? ¿una manera de rendir cuentas y de trabajar por la transparencia de la institución universitaria?
Pues bien, la mayoría de las definiciones (Martínez-Usarralde, Gil-Salom y Macías-Mendoza, 2019; Tapia, 2018; Vallaeys, 2014) coinciden en que la responsabilidad social universitaria tiene que ver con un posicionamiento ético de la universidad, con la puesta en práctica de principios y valores para la mejora de la sociedad. Y ello puede hacerse mediante las tres misiones universitarias: la docencia, la investigación y la transferencia de conocimiento (también llamada extensión universitaria). La gestión -o gobernanza, desde una mirada más institucional y global- es la herramienta que debe permitirnos alinear las tres misiones desde una mirada basada en la sostenibilidad.
Existen a nivel internacional iniciativas de responsabilidad social universitaria en cada una de las tres misiones, desde la investigación participativa y la ciencia ciudadana al aprendizaje-servicio, pasando por la formación no reglada de colectivos sociales específicos. En todos los casos, emerge una universidad comprometida éticamente con su contexto y con participación de los diversos actores sociales.
En estas líneas nos queremos centrar en el aprendizaje-servicio como práctica de responsabilidad social universitaria. El aprendizaje-servicio es una propuesta educativa que combina procesos de aprendizaje curricular y de servicio a la comunidad en un único proyecto bien articulado en el que los participantes aprenden trabajando a partir de necesidades reales del entorno con la finalidad de mejorarlo (Puig, Batlle, Bosch y Palos, 2006). En este sentido hay que remarcar dos aspectos. Por un lado, el aprendizaje-servicio es un aprendizaje experiencial, pone en contacto el estudiante con contextos reales; y, por otro lado, esas necesidades son reales, las problemáticas existen, manifestadas por colectivos ciudadanos, por entidades del tercer sector o por instituciones públicas. Por ello, además, el aprendizaje-servicio promueve el compromiso social y el aprendizaje en valores, en suma, contribuye a la formación de ciudadanos críticos, activos y responsables, así como de profesionales comprometidos éticamente (Francisco y Moliner, 2010; Martínez, 2008).
En nuestro contexto próximo, el aprendizaje-servicio ha aparecido en las universidades en las dos últimas décadas a partir del estudio y de las aportaciones de otros países. De manera oficial, el aprendizaje-servicio aparece ya recogido en el año 2010 en el Estatuto del Estudiante Universitario de la siguiente manera: Las universidades (…) favorecerán prácticas de responsabilidad social y ciudadana que combinen aprendizajes académicos en las diferentes titulaciones con prestación de servicio en la comunidad orientado a la mejora de la calidad de vida y la inclusión social (Real Decreto 1791/2010, de 30 de diciembre). Posteriormente, en el año 2015, se aprueba el documento sobre Institucionalización del Aprendizaje-Servicio como estrategia docente dentro del marco de la Responsabilidad Social Universitaria para la promoción de la Sostenibilidad en la Universidad aprobado por la Comisión de Sostenibilidad de la CRUE.
Seguramente, una de las dudas iniciales de cualquier docente universitario cuando se plantea introducir el aprendizaje-servicio en sus clases está relacionada con si se puede hacer aprendizaje-servicio en cualquier asignatura. La respuesta es afirmativa. Existen experiencias a nivel nacional e internacional en todos los ámbitos de conocimiento (Escofet y Fuertes, 2018; Rubio y Escofet, 2017), así como en diferentes momentos del curriculum universitario.
Así, en relación con los diferentes ámbitos del conocimiento, el grupo ApS(UB) de la Universidad de Barcelona, formado por docentes de dicha universidad, viene desarrollando desde hace unos años proyectos de aprendizaje-servicio. Es el caso, por ejemplo, de la asignatura Desarrollo Sostenible del Grado de Ciencias Ambientales de la Facultad de Biología, que plantean a los estudiantes la creación y desarrollo de un proyecto grupal relacionado con la mejora de la sostenibilidad social o medioambiental, trabajando conjuntamente con entidades locales. También los estudiantes del grado de Derecho de la Facultad de Derecho, con el programa derecho al Derecho participan mediante las clínicas jurídicas -espacios de formación teórica y práctica- en la prestación de servicio a la comunidad, buscando la solución a problemas que afectan a personas en riesgo de exclusión social, y ofreciendo apoyo a abogados de oficio y entidades sociales en temas legales. Otro ejemplo tiene lugar en la Facultad de Educación, en los grados de Educación Infantil, Educación Primaria, Pedagogía, Educación Social y Trabajo Social, mediante la participación de los estudiantes en un proyecto de mentoría social en el que los estudiantes pueden implicarse en el acompañamiento de un adolescente de alguno de los barrios de Barcelona con alta tasa de fracaso escolar y otras problemáticas añadidas. A lo largo del tiempo que dura el proyecto, ambos se encuentran una vez a la semana y realizan actividades de manera conjunta en su tiempo libre con la intención de descubrir el entorno de la ciudad, de modo que se crea entre ellos una relación de confianza y respeto.
Finalmente, con relación a la presencia del aprendizaje-servicio en el currículum universitario, un primer espacio en el que los proyectos de aprendizaje-servicio pueden concretarse es en las asignaturas -de carácter obligatorio u optativo- aprovechando los créditos prácticos y de trabajo autónomo que estas contemplan para su desarrollo. También es posible hacerlo en las prácticas curriculares y en el Trabajo de fin de Grado. En el caso de las prácticas, no solo son pensadas desde el objetivo de formar al estudiantado, sino también de la búsqueda de respuestas a necesidades reales. Por lo que hace a los trabajos de final de grado, son propuestas previamente acordadas con agentes sociales y dirigidas a resolver problemas sociales. Una cuarta vía de concreción para los proyectos de aprendizaje-servicio se produce a través del reconocimiento de créditos -hasta seis créditos con la normativa actual- mediante la participación de los estudiantes en proyectos cuya tarea de servicio es relevante para el desarrollo de competencias específicas o transversales compartidas por estudiantes de diferentes cursos, grados o facultades.
Para concluir, consideramos que el aprendizaje-servicio es una práctica de responsabilidad social universitaria centrada en el ámbito de la docencia y el aprendizaje que contribuye a que la universidad sea una institución responsable tanto socialmente como éticamente.
Escofet, A. y Fuertes, M.T. (ed.) (2018). Construint vincles entre universitat i societat. Barcelona: Edicions de la Universitat de Barcelona.
Francisco, A. y Moliner, L. (2010). El Aprendizaje Servicio en la Universidad: una estrategia en la formación de ciudadanía crítica, Revista Electrónica de Formación de Profesorado, 13(4), 69-77.
Martínez, M. (2008). Aprendizaje-servicio y responsabilidad social de las universidades. Barcelona: Octaedro/ICE.
Martínez-Usarralde, M.J.; Gil-Salom, D.; Macías-Mendoza, D. (2019). Responsabilidad Social Universitaria y Aprendizaje Servicio. Análisis para su institucionalización. Revista Mexicana de Investigación Educativa, 24()80, 149-172.
Puig, J.M.; Batlle, R.; Bosch, C.; Palos, J. (2006). Aprenentatge servei. Educació per a la ciutadania. Barcelona: Graó.
Rubio, L. y Escofet, A. (coord.) (2017). Aprendizaje-servicio (ApS): claves para su desarrollo en la Universidad. Barcelona: Octaedro.
Tapia, M.N. (2018). El compromiso social en el currículo de la Educación Superior. Buenos Aires: CLAYSS, 2018.
Vallaeys, F. (2014). La responsabilidad social universitaria: un nuevo modelo universitario contra la mercantilización. Revista Iberoamericana de Educación Superior, 5(12), 2014, 105-117.
Tomado del Blog de Studia XXI con permiso de sus editores
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