Escribe Ángel Fiallo
A la mayoría de las personas les gustan los fuegos de artificio. Durante unos segundos la combinación de luz, color y sonido se convierten en un instante de asombro y fascinación para todos los presentes, incluso algunos de ellos se les escapa un ¡ohhhhh! de admiración.
Lo malo de los fuegos de artificio es su fugacidad, tienen una vida muy efímera. A los pocos minutos del espectáculo ya no queda nada, ni rastro de lo que fue un momento de esplendor.
En algunas ocasiones, las experiencias de innovación educativa son similares a los fuegos de artificio. Causa admiración la combinación de tecnologías emergentes, nuevos métodos y unos resultados asombrosos. Pero esa admiración suele durar el tiempo que transcurre mientras se hace la presentación, o en lo que se tarda en leer el artículo. Después, nada, nadie lo aplica y lo que puede ser peor: el autor/a de la experiencia de innovación educativa no continúa con ella.
Si vamos a un congreso sobre innovación educativa, o leemos una revista especializada vemos que hay un gran número de experiencias de innovación educativa que han resultado ser un éxito. Sorprende que con tanta variedad y calidad de experiencias existentes, éstas no “calen” en el proceso docente. Es como si dicho medio fuese impermeable a todas las buenas prácticas.
Las convocatorias de apoyo a las innovaciones educativas, los congresos, seminarios y revistas especializadas se preocupan más de mostrar las nuevas innovaciones que de aplicar las ya existentes en el proceso docente. En los congresos, seminarios y revistas no es grave, de hecho es su misión, pero sí lo es en las convocatorias de ayudas que emanan de organismos docentes. Los recursos (escasos, muy escasos) se dedican a potenciar la creación de nuevas experiencias de innovación educativa, pero no a identificar buenas prácticas, a estructurarlas para facilitar su transmisión y a potenciar su aplicación.
Si queremos que las experiencias de innovación educativa no tengan una vida tan efímera como los fuegos de artificio debemos preocuparnos de transferir la experiencia y conocimiento de las buenas prácticas al tejido docente. Solamente de esta forma conseguiremos, de forma progresiva, renovar las metodologías, mejorar la docencia y facilitar un aprendizaje realmente centrado en el alumno.
Tomado de Innovación educativa, con permiso de su autor
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