Escribe Javier Tourón
En una entrada previa hablé de las diferencias entre personalización, diferenciación e individualización. No son diferencias menores, desde luego. Ya me he referido en otras ocasiones al hecho de que los centros educativos deben convertirse en ámbitos de desarrollo del talento y, como el talento es diverso al igual que la capacidad, solo será posible que esto ocurra si tendemos hacia la personalización del aprendizaje.
No hay otro camino. Imaginemos la escuela como un teatro en el que se representa cierta obra. ¿Quién está en el escenario? Los actores, naturalmente. ¿Y en el patio de butacas y los palcos?, los espectadores, claro. Esto es obvio. Los espectadores van al teatro a contemplar cómo todo un conjunto de elementos se disponen para que unos personajes cobren vida y los actores representen una historia que dominan, que ya han estudiado previamente y se la saben de memoria.
Lo malo de esta comparación es que la escuela no es un teatro. Si lo fuera, los alumnos tendrían que estar en el escenario y los actores en el patio de butacas... Porque los alumnos van a la escuela a ser "actores" o a aprender a serlo y los profesores "ya lo son", de modo que lo que deben es enseñar a los espectadores a ser actores y, para eso es preciso que los "suban al escenario" y los observen y ayuden o corrijan desde el patio de butacas con las orientaciones oportunas para cada uno, en el momento que cada "actor" lo necesita. Si la escuela fuese una "escuela de teatro" así se esperaría que fuera ¿no? Sin embargo hemos convertido la escuela en un teatro, donde se representan obras cuyos actores ya las dominan y escenifican perfectamente y quienes tienen que hacerlo los ponemos de espectadores, quizá tomando notas y descubriendo en cada actor lo que se debe y no se debe hacer... Y lo curioso es que este esquema, un tanto enfatizado ahora de propio intento, lo aceptamos sin más cuestionamiento. ¡Absurdo!
Una escuela en la que los profesores venden las entradas, las recogen en la puerta, acomodan a los alumnos en las butacas, iluminan el escenario, representan la obra, etc., no es una escuela, es un teatro. Por ello es preciso que devolvamos a los alumnos el protagonismo debido en algo que solo es de ellos y exclusivamente de ellos: su aprendizaje. Y como la diversidad existe y todos los alumnos aprenden de modo diverso y a distintas velocidades, o personalizamos el aprendizaje o la escuela no sirve tal como está diseñada. Los resultados que nos muestra el sistema educativo en cifras de fracaso y abandono son bien elocuentes, ¿qué negocio lo resistiría sin hacer nada? Si no conoces el vídeo de TED de Geoff Canada que utilicé en una entrada hace un tiempo sobre los profesores, te recomiendo que lo veas.
Ahora, de la mano de Barbara Bray quiero reproducir, traducida al castellano, una tabla que resume las diversas fases en el proceso de personalización del aprendizaje, para en un próximo post explicar un poco más cómo se puede hacer realidad la personalización del aprendizaje.
¿Nos subimos al tren de la personalización o lo dejamos pasar? La decisión es importante porque ya sabes que algunos trenes solo pasan una vez y perdérselos es perder el viaje...
Tomado de Javier Tourón con permiso de su autor
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