Escribe Carlos Magro
El estudio no tiene que ver con adquirir conocimientos o competencias o, en general, con el logro de resultados de aprendizaje, sino con la formación del sujeto y con la transformación de su relación con el mundo, es decir, con hacerla más atenta, cuidadosa, densa y profunda […] Podríamos decir, en ese sentido, que la tarea de la escuela (y de la universidad entendida como una especie de escuela) es convertir a los alumnos en estudiantes, es decir, fomentar y cultivar una disposición estudiosa en relación al mundo, concretamente a través de esa porción de mundo escolarizado que llamamos «materias de estudio» que, desde luego, no tienen nada que ver con «contenidos» a ser asimilados, con «saberes» o «conocimientos » a ser aprendidos ni con «habilidades» a ser desarrolladas.
Jorge Larrosa.
Vindicación del estudio como concepto educativo. DOI:http://dx.doi.org/10.14201/teri.20524
El currículo es uno de los elementos más importantes de un sistema educativo. Expresa simultáneamente un legado del pasado y nuestras aspiraciones para el futuro. Cuando hablamos de currículo estamos siempre ante una cuestión ética y política. Reflexionar sobre el currículo es reflexionar sobre el sentido último de la escolarización.
Cuando hablamos de currículo estamos siempre ante una cuestión ética y política. Reflexionar sobre el currículo es reflexionar sobre el sentido último de la escolarización.
El currículo no es solo una determinada manera de entender el pasado. Es también el marco que nos damos colectivamente para ponernos, a cada uno de nosotros, en relación con el mundo. En el currículo se encuentra una doble aspiración, la de transmitir unos valores y una cultura que consideramos valiosa, y la de transformar esa misma sociedad. Es un terreno de lucha y poder. Vinculado a la evaluación determina no solo aquello que se enseña, sino también cómo se enseña.
Qué debemos aprender en la escuela y, en consecuencia, qué es lo que debemos enseñar no son preguntas nuevas pero sí, cada día, más necesarias. Lo que se enseña y lo que se aprende no puede ser decidido por unos pocos, ni de una sola vez. Requiere de conversaciones abiertas, sinceras y desafiantes. Pensar sobre el currículo que queremos nunca ha sido más importante. El debate sobre el currículo se merece tiempo.
El currículo es tiempo
La posibilidad o imposibilidad de abarcar los currículos y hacerlo garantizando que nadie se quede atrás, es una cuestión compleja, dependiente de múltiples variables (claridad en los fines y objetivos, formación docente, liderazgo organizativo y pedagógico, expectativas sobre los estudiantes, cultura escolar, condiciones de vida) entre las que sobresale la variable tiempo. Pensar en los aprendizajes que queremos fomentar en la escuela es también pensar en el tiempo que podemos dedicarles en el aula a cada uno de esos aprendizajes. El currículo es tiempo. También espacio. Los saberes escolares también ocupan espacio. En la escuela, el tiempo y el espacio escasean. No se puede enseñar todo lo que nos gustaría o pensamos que es fundamental. Es necesario seleccionar. Hay que priorizar. Educar siempre es elegir. Y el currículo, tanto el prescrito como el real, supone siempre una elección y una toma de postura.
Pensar en los aprendizajes que queremos fomentar en la escuela es también pensar en el tiempo que podemos dedicarles en el aula a cada uno de esos aprendizajes.
Un currículo de todos y para todas
Todo currículo es el resultado de disputas y conflictos sociales. Tiene un origen histórico y contingente. Es una posibilidad entre otras muchas, que se expresa a través de los contenidos que incluye y excluye, pero también a través de las formas que tiene de organizarse. Todo currículo muestra unas partes y esconde otras. Ilumina, al tiempo que oscurece. Es un instrumento de control y preservación del poder. Perpetúa y reproduce desigualdades sociales, económicas y de capital cultural. Pero al mismo tiempo, representa el conjunto de oportunidades educativas que la escuela ofrece a los alumnos, y es el mejor camino para fomentar la democracia y la participación. Junto a un currículo que excluye, siempre encontramos otro que incluye. Junto a un currículo reproductor, siempre encontramos uno transformador que desafía la realidad y cuestiona la reproducción de desigualdades, la falsa idea de meritocracia y los destinos prefijados. Junto a la escuela de la imposibilidad y la desesperanza, encontramos siempre la de la utopía y la esperanza. Junto al currículo de lo(s) de siempre, tenemos el de lo(s) inéditos viables. El currículo es un relato que debemos darnos entre todos. Su discusión nos compete a todos.
Todo currículo muestra unas partes y esconde otras. Ilumina, al tiempo que oscurece. Es un instrumento de control y preservación del poder. Perpetúa y reproduce desigualdades sociales, económicas y de capital cultural. Pero al mismo tiempo, representa el conjunto de oportunidades educativas que la escuela ofrece a los alumnos
Necesitamos ir más allá de las dicotomías simplificadoras
Ni conservador, ni progresista. Ni transmisor de un pasado olvidado, ni orientado a la construcción del futuro soñado. Ni perpetuador del status-quo, ni revolucionario. Ni centrado en contenidos, ni orientado a competencias. Ni disciplinar, ni globalizado. Ni liberado del uso habitual de las cosas, ni orientado al mercado. Ni centrado en los intereses de los alumnos, ni dándoles la espalda. Ni cerrado, ni abierto. Ni rígido, ni infinitamente maleable. El currículo debe ser lo uno y lo otro. De ahí su complejidad, pero también su riqueza y potencialidad. Necesitamos que sea origen y desenlace. Causa y efecto. Producto y proceso. El currículo no es neutro, universal e inamovible, sino un territorio complejo, controvertido y conflictivo. Su diseño no es solo un asunto técnico, sino ético y político. El currículo que necesitamos no resultará de la ocultación de su complejidad bajo capas de simplicidad, sino problematizando la realidad y asumiendo la complejidad de lo escolar. Pensar el currículo desde las oposiciones y las dicotomías nos empobrece. No necesitamos más opiniones apresuradas, ni afirmaciones rotundas, sino calma, equilibrio y sosiego.
El currículo no es neutro, universal e inamovible, sino un territorio complejo, controvertido y conflictivo.
El currículo, un texto puesto en contexto
Uno de los grandes desafíos del diseño curricular es que garantice unos aprendizajes comunes y, simultáneamente, responda a las necesidades de un alumnado y unos contextos cada vez más heterogéneos. Necesitamos un currículo común que garantice igualdad en el acceso y la construcción de saberes esenciales compartidos. Pero también un currículo para las diferencias. Un currículo que sea respetuoso y atienda a las expectativas y necesidades de todas las personas que habitan la escuela. Un currículo que surja de la atención, la disponibilidad, la receptividad y la hospitalidad. Necesitamos escuelas y currículos que sean capaces de integrar a todos y tengan sentido para todas. El sentido del currículo está siempre vinculado con el aprendiz y con su entorno. Dotar de sentido al currículo pasa por hacer un esfuerzo, en cada escuela y cada día, por poner el currículo en contexto.
Necesitamos un currículo común que garantice igualdad en el acceso y la construcción de saberes esenciales compartidos. Pero también un currículo para las diferencias.
Un currículo que va más allá de la escuela
No podemos seguir pensando y tomando decisiones sobre el currículo como si los centros escolares y el profesorado fueran los únicos escenarios y agentes educativos implicados en la educación y la formación de las personas. No podemos seguir pensando que lo que pasa fuera no tiene nada que ver con lo que ocurre dentro. Ignorándolo. Necesitamos reubicar las instituciones de educación formal en la red de contextos de aprendizaje por los que transitan los alumnos y alumnas y a partir de los cuales construyen sus trayectorias individuales de aprendizaje. Necesitamos reconocer la importancia creciente de otros contextos de actividad y de otros agentes educativos en las trayectorias individuales de aprendizaje. Ofrecer significado y sentido al aprendizaje, pasa por repensar las funciones, los objetivos, y la organización y funcionamiento de las instituciones de educación formal. Ayudar a los alumnos a construir significados sobre sí mismos es una de las funciones más importantes de la escuela hoy. El currículo no está para motivar a los estudiantes, ni para solucionar problemas sociales, pero para definirlo y para concretarlo en las aulas no podemos desconocer sus realidades, ni sus contextos de vida.
El currículo no está para motivar a los estudiantes, ni para solucionar problemas sociales, pero para definirlo y para concretarlo en las aulas no podemos desconocer sus realidades, ni sus contextos de vida.
Un currículum para el cuidado
Durante la pandemia nos hemos dado cuenta que no vamos a la escuela solo para adquirir los aprendizajes establecidos en el currículo. La instrucción es solo una pequeña parte, o al menos eso debiera ser, de todo lo que sucede en los centros escolares. Nos hemos dado cuenta de la importancia de la presencia en los procesos de transmisión cultural. Cuidar es un núcleo esencial del acto de educar. Y la escuela es simultáneamente una comunidad de aprendizaje y comunidad de cuidados. Nos hemos dado cuenta que educar es cuidar y de lo importante que es que atendamos a una educación de los afectos y los cuidados. Que trabajemos a favor de un currículo para el cuidado que ponga el acompañamiento, la mirada atenta a los otros y la empatía en el centro de las actividades escolares.
La instrucción es solo una pequeña parte, o al menos eso debiera ser, de todo lo que sucede en los centros escolares.
Un currículo para la abundancia
Por muchas asignaturas que introduzcamos siempre habrá nuevos candidatos reclamando con urgencia su derecho a entrar.
Hemos pasado de un régimen de escasez de información a otro de abundancia. La escuela, construida sobre el paradigma de la escasez de la información y el conocimiento, debe ahora redefinirse en un escenario de abundancia. El conocimiento no cabe en nuestros anaqueles. No lo podemos contener ni en bibliotecas, ni en academias, ni en museos. No es posible encerrarlo en un currículo escolar, por muy amplio que éste sea. Por muchas asignaturas que introduzcamos siempre habrá nuevos candidatos reclamando con urgencia su derecho a entrar. No se trata, por tanto, de introducir constantemente nuevos elementos. Junto a cada nuevo conocimiento, producimos nuevos desconocimientos. La abundancia, de saberes e ignorancias, es el desafío. Necesitamos explorar nuevas formas de acceder y de trabajar con el conocimiento. El currículo no es el objetivo, es el camino para entender y dar sentido al mundo en el que vivimos. Debemos asumir que nunca sabemos suficiente, y que la abundancia no elimina la incertidumbre. La verdad es siempre incompleta. Y es siempre una producción situada. Igual que urge pensar en una pedagogía de la abundancia, necesitamos pensar en cómo debe ser un currículo para la abundancia. La abundancia implica también entender y atender las ausencias de conocimiento. Implica también reconocer y dialogar con otros saberes que han sido tradicionalmente excluidos de la escuela.
El currículo no es el objetivo, es el camino para entender y dar sentido al mundo en el que vivimos.
Un currículo para la mejora escolar y el desarrollo profesional
El currículo no es sólo el listado de contenidos que deben enseñar los docentes y aprender los alumnos, sino que también implica una manera particular de regular y organizar los horarios y los espacios escolares. El currículo estructura la escolarización, la vida en los centros educativos y las prácticas pedagógicas. Transmite e impone reglas, normas y orden. No solo es importante cómo esté diseñado, sino también cuánta autonomía se da a las escuelas para su implementación, y qué posibilidades tienen los docentes para apropiárselo. En muchos casos, impone una lógica de control y estandarización que deja muy poca libertad y autonomía a los centros educativos y a los docentes y que, a la larga, desmotiva y desprofesionaliza. Frente a los currículos a prueba de docentes, la flexibilidad curricular reconoce la autonomía profesional de éstos y permite mayor capacidad de respuesta a las necesidades e intereses locales. Pero la flexibilidad y la autonomía presuponen conocimientos de concreción curricular que no están distribuidos de manera uniforme y puede suponer un riesgo para la equidad del sistema. Las decisiones que debemos tomar no son sólo en términos de los saberes que deben ser incluidos en el currículo, sino también sobre las dinámicas de los centros educativos, su gestión y organización, al tiempo que repensamos también las prácticas dentro de las aulas.
Frente a los currículos a prueba de docentes, la flexibilidad curricular reconoce la autonomía profesional de éstos y permite mayor capacidad de respuesta a las necesidades e intereses locales.
Menos currículo y más pedagogía
Hablar del currículo es hablar del currículo formal y oficial, pero también del informal; del currículo oficial y del currículo oculto, que depende de la cultura escolar y de las culturas profesionales de los docentes, sus creencias y expectativas. Hablar del currículo es hablar del currículo nulo, el que nunca se llega a impartir por falta de tiempo; del currículo ofrecido y del currículo asimilado, que incide en la brecha fundamental entre lo que se enseña y lo que se aprende. Del currículo prescrito y del real, que es el que realmente se imparte. No olvidemos que la enseñanza es siempre un intento de transmitir un contenido y que puede haber enseñanza y no producirse el aprendizaje, éste puede producirse parcialmente, o incluso puede darse el caso de que el otro aprenda algo diferente a lo enseñado. La solución a muchos de los desafíos educativos actuales no pasa tanto por reformar una y otra vez los currículos, como por dotarnos de más y mejores pedagogías. El conocimiento escolar siempre es conocimiento mediado. El currículo puede ser una camisa de fuerza o un mapa que nos orienta. Que sea una u otra cosa depende, en gran medida, de nuestra capacidad de diseñar procesos de contextualización y vinculación pedagógica.
El conocimiento escolar siempre es conocimiento mediado. El currículo puede ser una camisa de fuerza o un mapa que nos orienta.
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