Por Ángel Fidalgo
Para entender el impacto de las tecnologías, me gustaría que se imaginara la educación como una cebolla de tres capas: la capa más interior (el corazón) es donde se encuentran el profesorado y el alumnado junto con las metodologías docentes. La siguiente capa es la gestión administrativa/académica, y la capa más externa es la política (puede obtener más detalles sobre la metáfora de la cebolla en la educación, en este post).
Que la cebolla no está muy bien de salud es una evidencia; tiene muchos «achaques» crónicos: la tasa de abandono, la desmotivación del alumnado y del profesorado, la pasividad del alumnado, el abuso de modelos expositivos, entre otros. Ante esta situación, desde la capa exterior se ha reaccionado mediante cambios en las leyes (prácticamente cada nuevo gobierno introduce una). Estos cambios generalmente afectan a la capa intermedia, la gestión académica y administrativa. Cuando se intenta que los cambios afecten al corazón, a la capa interna, suele ser para cambiar algún contenido (añadir o quitar alguna asignatura), decidir con cuántos suspensos se puede avanzar de curso e incluso cambiar el nombre de los periodos de evaluación, llamando a uno de ellos evaluación continua (ojo, solo cambia el nombre, no el tipo de evaluación).
Una acción política que pueda transmitir que se está mejorando la educación de forma inmediata suele estar relacionada con el dinero. Por ejemplo, si se aprueba la compra de ordenadores o tabletas para las escuelas, se está transmitiendo que se mejora el proceso educativo, simplemente porque la sociedad tiene la visión de que la tecnología ayuda a mejorar los procesos.
Y realmente, esto es lo que ocurrió hace una década. Se anunciaron inversiones millonarias para dotar de tecnología a los centros educativos. Algunas de esas tecnologías funcionaron muy bien, dando soporte a toda la comunicación entre el profesorado y el alumnado durante la pandemia. Otras, las que pretendían lograr nuevos métodos de formación, no funcionaron (no por culpa de la tecnología, sino por no comprender qué papel juega dentro de la transformación metodológica). En definitiva, la inclusión de la tecnología en el corazón de la cebolla no ha logrado mejorar su salud; de hecho, parece que empeora, ya que nos llega el mensaje (principalmente a través de los medios de comunicación) de que se está planteando prohibir el uso de la tecnología en las aulas, principalmente los móviles.
Entonces, ¿es la tecnología buena o mala? La pandemia nos generó un escenario para responder a este tipo de preguntas y debería haber servido para aprender, pero realmente no aprendimos de ella.
Durante la pandemia, la tecnología se utilizó para simular la presencialidad. Por tanto, se trató de hacer las cosas como antes de la pandemia, pero con ordenadores. Evidentemente, cuando finalizó la pandemia, volvimos a lo original, que era mejor que la simulación. Hubo profesorado que utilizó la tecnología y la situación para enseñar de otra forma, aprovechando las capacidades del ordenador para trabajar con el conocimiento, las actividades de aprendizaje asíncronas (que requieren que el profesorado y el alumnado estén juntos, aunque sea de forma virtual) y el asincronismo (actividades formativas en las que no es necesario que exista una coincidencia temporal entre el profesorado y el alumnado).
Lo habitual es que, una vez finalizada la pandemia, se hubiese continuado con actividades presenciales propias de antes de la pandemia, pero también aprovechando la tecnología para realizar ese otro tipo de actividades.
Realmente, no se está aportando nada nuevo. En cualquier sector, la tecnología ha irrumpido creando nuevas actividades, sustituyendo otras que se hacen mejor con tecnologías y manteniendo otras como siempre. Esto es lo que ha hecho evolucionar los sectores.
Hasta que no abordemos esto en nuestro sector, no lograremos que la educación evolucione. Para ello, es crucial cuidar del núcleo, el corazón de la cebolla; si este está sano, el resto de la cebolla lo estará. Si el corazón está enfermo, no importa lo que se haga en las capas intermedia y externa, al final, toda la cebolla se estropeará.
Tomado de Investigación e innovación educativa
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