Por Angel Fidalgo
El ordenador nace allá por los años 40 con el objetivo de sustituir el trabajo considerado como inteligente del ser humano. Los inicios son muy tímidos; es capaz de realizar un puñado de cálculos, eso sí, hace muchos y muy rápidamente.
Posteriormente, el ordenador evoluciona y es capaz de ejecutar todo lo que se pueda indicar en un algoritmo. Ya no se limita a calcular, sino que puede tomar decisiones basadas en caminos, preguntas y condiciones presentes en el algoritmo. Esta es la época dorada de la automatización, donde el ordenador actúa como un gestor de información, facilitando la realización de procesos que trabajan con información, tanto a grandes corporaciones como a individuos.
A pesar de sus capacidades, la gran limitación estaba en los algoritmos; cualquier tarea que no pudiera traducirse en un algoritmo no se podría implementar en un ordenador. Sin embargo, surge la inteligencia artificial, superando estas limitaciones al incorporar heurística, gestión de reglas, capacidad para generar nuevas reglas, aprendizaje a partir de la experiencia e incluso incorporar la propia experiencia humana.
Aunque la Inteligencia Artificial ya tiene décadas de existencia, es después de la pandemia, hace unos pocos años, cuando comienza a popularizarse en la educación. Nos sorprende cómo aplicaciones como ChatGPT pueden resolver exámenes, hacer resúmenes, análisis y conclusiones. También es capaz de generar ideas, descubrir relaciones e incluso desarrollar trabajos completos. Además, lo hace de manera más eficiente que muchos estudiantes.
Para los alumnos, la inteligencia artificial es como tener un amigo superinteligente que puede hacerles, o ayudarles a hacer, todas las tareas de aprendizaje, incluso de tal forma que el profesor no se daría cuenta. Sin embargo, desde la perspectiva del profesorado, la inteligencia artificial actúa como un profesor/a ayudante que puede ayudarnos a corregir tareas, proponer exámenes personalizados, realizar seguimientos individuales y avisarnos de cualquier situación que pudiese comprometer el aprendizaje del alumnado.
Todo esto no es ni bueno ni malo; únicamente es la evolución natural desde que se inventó el ordenador, y no nos quepa duda de que cada vez veremos que el ordenador es capaz de realizar tareas mucho más inteligentes. Actualmente, hay un gran debate sobre las oportunidades y desventajas de la Inteligencia Artificial en la educación, así como su posible regulación en el uso académico.
No obstante, lo que tenemos que hacer es adaptarnos a una nueva situación: nuestro alumnado puede disponer de la ayuda de un alumno “muy listo”, y el profesorado podemos disponer de la ayuda de decenas de profesores ayudantes. Todo esto nos tiene que hacer plantearnos cómo van a ser a partir de ahora nuestros procesos de fomento del aprendizaje. Se nos abren nuevas oportunidades; utilicemos la Inteligencia Artificial.
Tomado de Investigación e Innovación educativa
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