Escribe Carlos Magro
Encrucijada
De en– y el ant. crucijada.
1. f. Lugar en donde se cruzan dos o más calles o caminos.
2. f. Ocasión que se aprovecha para hacer daño a alguien, emboscada,asechanza.
3. f. Situación difícil en que no se sabe qué conducta seguir.
1. f. Lugar en donde se cruzan dos o más calles o caminos.
2. f. Ocasión que se aprovecha para hacer daño a alguien, emboscada,asechanza.
3. f. Situación difícil en que no se sabe qué conducta seguir.
“Leer es como pensar, como rezar, como hablar con un amigo, como exponer tus ideas, como escuchar las ideas de los otros, como escuchar música, como contemplar un paisaje, como salir a dar un paseo por la playa”, escribió Roberto Bolaño en 2666 (Anagrama, 2004).
Hay libros que nos hacen pensar, que nos permiten contrastar nuestras ideas y relativizar nuestras creencias. Hay libros que actúan como la paleta de un pintor mostrándonos en todo su detalle un paisaje borroso, o como un experimentado cartógrafo capaz de trazar un mapa con el que orientarnos donde otros no ven más que caos y complejidad. Hay autores que se limitan a acumular información y datos produciendo textos carentes de ritmo, melodía y armonía y, otros, que con esa misma información y datos son capaces de componer obras llenas de sentido. Hay libros que queremos olvidar nada más terminar y otros en los que nos gustaría quedarnos a vivir o, al menos, poder volver de manera regular. Hay libros parcos, que solo dicen lo que en ellos está escrito, y libros generosos, que afortunadamente nunca terminan de decir lo que tienen que decir. Hay libros que cierran posibilidades y libros que abren, que amplían el paisaje, que nos hacen ver más lejos y nos muestran nuevas sendas por las que transcurrir. Hay libros que domestican y otros que avivan nuestro espíritu más crítico. Hay libros cuyo destino es dar respuestas y otros que saben que la magia habita en las preguntas. Hay libros, en definitiva, irrelevantes y otros que nos ayudan a entender mejor y más a fondo nuestro tiempo. Libros prescindibles y libros que deberían formar parte de esa biblioteca ideal que decía Italo Calvino que cada uno de nosotros debe construir con sus clásicos. Los libros de Mariano Fernández Enguita pertenecen a ese segundo grupo. Son libros que hay leer.
“La disparidad entre los sistemas educativos y su ambiente es la esencia de la crisis mundial de educación”, señalaba en 1968 Philip H. Coombs en uno de esos libros que se ha convertido ya en un clásico de la literatura educativa (The World Educational Crisis. A Systems Analysis. 1968).
Un texto en el que Coombs trataba de explicar por qué los sistemas educativos no estaban siendo capaces de adaptarse a los profundos cambios que estaba experimentando la sociedad desde el final de la II Guerra Mundial. Coombs achacaba a la “inercia inherente” a los sistemas educativos y a las sociedades mismas como causantes de este desfase. Desfase que además se estaba incrementando por el aumento de las aspiraciones y expectativas puestas en la educación y por la escasez de recursos para responder correctamente a esas nuevas demandas.
Esa necesidad de adaptar la educación a la sociedad de su tiempo no era, sin embargo, nueva ni ha dejado de estar presente. El mismo Coombs escribió una secuela en 1985 titulada The World Crisis in Education, donde ponía al día lo que había sucedido tras 20 años. No ha habido época que no haya creído encontrarse ante un abismo inminente y en medio de una crisis decisiva. “Todo tiempo aparece ante sí mismo como tiempo inexorablemente nuevo”, escribió Walter Benjamin (Libro de los Pasajes. Akal. 2005).
Ya en 1902, el sociólogo francés Émile Durkheim afirmaba en su ensayo Pedagogía y sociología que “las transformaciones profundas que han sufrido o están en vías de sufrir las sociedades contemporáneas, necesitan transformaciones correspondientes en la educación nacional”. Aunque también advertía que si bien “comprendemos que es necesario introducir cambios, sabemos poco lo que éstos deben ser” y que, por tanto, “la opinión pública permanece indecisa y ansiosa.”
Es extensa la lista de filósofos, pedagogos, sociólogos, psicólogos educativos que han reclamado la necesidad de un cambio en educación (Dewey, Giner de los Ríos, Montessori, Freire, Fullan,..). Hace apenas un año, la filósofa Martha Nussbaum nos alertaba, en un discurso en la Universidad de Antioquia (Colombia), de la crisis mundial de la educación en la que estamos inmersos.
Cambio y educación siempre han ido de la mano. La tensión entre cambio y estabilidad siempre ha existido. Siempre hemos necesitado del diálogo entre lo nuevo y lo viejo. No es, de hecho, la primera vez que la educación se encuentra en “una situación difícil ante la cual no sabe qué conducta seguir” (RAE). No es la primera vez que la educación se encuentra “donde se cruzan dos o más calles o caminos” (RAE). La educación, en el último siglo, es la mezcla permanente entre lo viejo y lo nuevo, la continuidad y el cambio. Podríamos decir, como podrían decir John Dewey, Giner de los Ríos y Michael Fullan, que la educación siempre ha estado en la encrucijada. Ahora, de nuevo, la educación siente la presión del cambio. Pero esta vez, como sostiene Mariano Fernández Enguita, el cambio es tan radical que la crisis enfrenta a la educación consigo misma, obligándola a preguntarse sobre la vigencia de sus fines y de sus medios. “No es que la educación no cuente, que lo hace más que nunca, sino que ya no es una garantía.”
La educación está en una encrucijada. Una encrucijada provocada por un cambio hacia una época global, postnacional, postindustrial, digital, líquida, desbocada, incierta. Una época transformacional. No una época de cambios sino un cambio de época (Manuel Castells). Una época neomoderna, dice Enguita, caracterizada por el cambio en el cambio mismo. Y que ha llevado a la escuela a “una crisis institucional que afecta a sus funciones, a su relación con su entorno y a sus estructuras internas.” Una época digital caracterizada por la abundancia de información y la escasez de conocimiento, que reclama nuevas alfabetizaciones que nos permitan ser capaces de buscar, verificar, valorar, analizar, seleccionar, transformar, crear y comunicar nuevo conocimiento. Una sociedad donde la brecha ya no es tanto de acceso como de uso. Un entorno digital, donde ya sucede casi todo, y que no parece viable ni razonable tratar de mantener alejado de las aulas y de los procesos formales de educación.
Un cambio que también afecta a sus dos principales actores: alumnos y docentes. Un cambio veloz y acelerado, que no es solo visible entre generaciones. Un cambio intrageneracional. Un cambio diferente al de otras épocas, un cambio que “excede lo que son capaces de seguir las instituciones educadoras tradicionales, familia y escuela”. Un cambio que afecta al sentido mismo de la Escuela. Un cambio que nos reclama, como dice Enguita, que abramos el debate sobre qué educación queremos y qué educación podemos tener. O como decía Neil Postman (The End of Education. Vintage Books, 1996), un cambio que nos exige que traslademos el debate sobre la educación y la Escuela desde los medios hacia los fines, desde los importantes cómos (curriculum, tecnología, métodos, organización) a los imprescindibles por qués y para qués. Un cambio que nos exige plantearnos de nuevo las preguntas básicas de la educación: el por qué, para qué, para quién, qué, cómo y dónde educamos.
Un cambio educativo que, por otro lado, como señaló hace unos años Michael Fullan y sabemos por experiencia, no se puede prescribir. No se puede ordenar a los centros lo que deben hacer. Un cambio que depende menos de leyes y reformas que de proyectos de centro y de prácticas profesionales.
Ha llegado el momento, dice Enguita, de pasar del Sistema al centro y al aula y de las reformas a la innovación. Una innovación diversa, flexible, que responda a las necesidades de cada comunidad educativa. Una innovación en la que, parafraseando a Giner de los Ríos, no valen las recetas.
“La novela no es el género de las respuestas, sino el de las preguntas: escribir una novela consiste en plantearse una pregunta compleja para formularla de la manera más compleja posible, no para contestarla de manera clara e inequívoca; consiste en sumergirse en un enigma para volverlo irresoluble, no para descifrarlo”, escribe Javier Cercas en el Punto ciego (Random House, 2016).
Si nos atenemos a la definición tradicional de género literario, Enguita no ha escrito una novela. Ha escrito en sus propias palabras un informe. No un informe neutral, tampoco un libro de autoayuda, ni una hoja de ruta que saque con recetas a la educación de la encrucijada en la que está. Pero si hacemos caso a Javier Cercas, entonces Enguita ha escrito una novela, una gran novela. Mariano Fernández Enguita ha abordado una pregunta compleja y ha desplegado ante nosotros, datos, información, conocimiento, experiencia y profesionalidad, no con el fin de dar respuestas, sino con la intención de “liberar el debate de la estrechez de lo políticamente correcto y de las retóricas impuestas por grupos de intereses”.
Mariano Fernández Enguita nunca ha rehuido los temas difíciles y controvertidos. Tampoco en esta ocasión. No hay tema relevante en educación que no esté tratado en la Educación en la encrucijada. Entre sus páginas encontramos los dos principales problemas de nuestro sistema educativo: las altas tasas de fracaso escolar en la enseñanza obligatoria y el abandono escolar prematuro. En sus páginas, se habla de desigualdades, se cuestiona la eficiencia de la escuela como nivelador social y se aboga por la justicia educativa. Se habla de promesas incumplidas y de falsa meritocracia. De evaluación y de PISA. Del abuso que hace nuestro sistema educativo de la repetición, que nada soluciona. De tiempo escolar, calendarios y jornadas continuas. De las dificultades para cuestionar tanto la gramática de la escolarización como las prácticas tradicionales. De culturas escolares cerradas y de educación expandida. Del libro de texto y de la incorporación de la tecnología a la escuela. De brechas digitales. De la demanda insaciable de recursos y de ratios. De contenidos y competencias. Y se habla mucho y profundamente del profesorado, a quien Enguita considera la columna vertebral del sistema educativo. De su formación inicial y de su formación continua. De carrera profesional o mejor de la ausencia de ésta (carrera plana). Se habla del malestar social, de tensiones sectarias, de “la tecnoplejía docente”. De la mediocridad de nuestros resultados, de la debilidad de la FP, el subempleo universitario, los conflictos lingüísticos y los conflictos de titularidad. De la escuela pública y la concertada.
Y se habla, finalmente, de la necesidad de “una cierta unidad de propósito por parte de los múltiples agentes implicados, sosiego en el funcionamiento cotidiano y un marco claro, estable y previsible.” De la necesidad de un acuerdo, o mejor, en palabras del propio Enguita, de un compromiso, entendido como “la asunción como propios de los fines de la institución en todos los ámbitos y niveles: los fines más generales expresados en las leyes educativas, las políticas públicas legítimamente formuladas, los proyectos de centro, los objetivos derivados para el aula y las potencialidades de cada alumno.” Un compromiso social por la educación y un compromiso profesional por la educación.
Si usted es de los que creen que más que respuestas debemos ser capaces de hacernos preguntas. Si le interesa la educación. Si prefiere a autores comprometidos y que le comprometan. Si le gustan los buenos libros. Lea a Mariano Fernández Enguita. Lea La Educación en la encrucijada.
Este texto es la reseña del penúltimo libro de Mariano Fernández Enguita (La educación en la encrucijada. Fundación Santillana. 2016), publicada en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza BILE nº104 de diciembre de 2016 editado por la Fundación Giner de los Ríos. Aprovecho para agradecer a Carlos Wert su invitación y su confianza. En este número del Boletín han escrito también Laura Borrás, Neil Selwyn, Linda Castañeda, Milagro Laín y Antonio Viñao).
Todas las imágenes son del fotógrafo francés Gilbert Garcin (1929). Puedes ver su obra en su página web.
Tomado de co.labora.red con permiso de su autor
No hay comentarios:
Publicar un comentario