Esta es la primera entrada de una serie de tres publicaciones, elaboradas por José Carlos Bermejo Barrera, Catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Santiago de Compostela en relación a la microeconomía de las publicaciones científicas. Las próximas entradas se publicarán el lunes y martes de la semana que viene.
Intentaremos llevar a cabo a continuación un análisis microeconómico del proceso real de publicación de los artículos científicos. De acuerdo con los principios de la microeconomía analizaremos el comportamiento de los agentes económicos en el mercado de las publicaciones de tipo científico, en el cual, como en todos los mercados, debemos distinguir dos tipos de actores: las empresas y las personas físicas. Este análisis no presupone de ninguna manera que el contenido de las publicaciones científicas carezca de valor, ya que no se trata de analizarlas desde los diferentes puntos de vista propios de cada una de las ciencias, labor propia del trabajo científico, sino que solo intentará comprender los patrones de conducta económica de los distintos tipos de agentes que interactúan en este tipo de mercados, basados como todos los demás mercados en dos elementos clave: la producción y el consumo, y tendentes a la búsqueda del equilibrio entre lo que se produce: la oferta, y lo que se consume: la demanda.
Hay que comenzar por señalar que es necesario aplicar el concepto de mercado al campo de las publicaciones científicas, pues todas ellas, o su inmensa mayoría, se venden y se compran, ya sea de modo individual o mediante el sistema de suscripciones.
El mercado de las publicaciones científicas delimita el campo de lo que puede y lo que no puede ser llamado ciencia, en tanto que se considera de un modo prácticamente unánime que toda aquella publicación que no esté contenida en una revista científica o avalada por una editorial con prestigio científico no debe a priorialcanzar el estatuto de publicación científica.
En la producción de publicaciones científicas los agentes básicos del mercado son las revistas y editoriales, que se comportan del mismo modo que cualquier otro tipo de empresas y que utilizan lo que el derecho mercantil se llama marca. Entendemos por marca un concepto jurídico que avala y protege la comercialización en exclusiva de un determinado tipo de producto dentro del espacio delimitado de un mercado. Las editoriales científicas y las revistas científicas especializadas en un tema concreto actúan como marcas en un mercado porque su nombre avala y garantiza a priori la calidad de los productos que ofrecen a la venta, a la vez que excluye de esa categoría a aquellos otros productos no avalados por su marca exclusiva. El valor de la marca se incrementa en tanto en cuanto una revista se aproxime al logro del monopolio de un sector del mercado editorial y ese valor se suele concretar en el precio de su suscripción, más elevado cuanto más exclusiva sea la revista. Comprender la importancia del concepto de marca en el mercado de las publicaciones científicas permite entender porqué el valor de los artículos depende a priori del nombre de la revista en la que están publicados y del número de citas que cada artículo posee en el campo de esa revista o de otras similares, que interactúan con la revista en la que el artículo está publicado en el sector editorial correspondiente a uno o unos determinados temas. La contabilidad de las citas mide el grado de integración de un producto, el artículo, en el mercado de las publicaciones científicas y funciona del mismo modo como marca comercial, ya que en este mercado como en todos los demás, las empresas y las marcas forman redes en las que interactúan constantemente, ya sea mediante la competencia entre diferentes marcas o la interacción entre ellas, una interacción que permite incrementar el valor comercial de una marca gracias a su interrelación con el valor comercial de otras.
Las empresas editoras son los agentes exclusivos en la producción del mercado editorial científico porque solo ellas tienen derecho reconocido al uso de la marca.
Los individuos o editores aislados no pueden por esta razón competir con ellas a la hora de ofrecer un producto a la venta en este tipo de mercados. Estas empresas, como todas las demás, ofrecen sus productos a unos determinados precios, que serán muy poco flexibles en tanto que dichas empresas tiendan a actuar casi en régimen de monopolio. Y como todas las demás empresas tienen que trabajar con unos determinados costes de producción. Desarrollaremos a continuación un análisis micro del coste de uno de los productos que estas empresas venden por millones: un artículo.
Una empresa editorial maneja un capital fijo, invertido en la compra de sus medios informáticos, instalaciones, y medios materiales de diferentes tipos, y un capital circulante necesario para mantener la actividad de la empresa cada mes con el pago de sus nóminas y la compra de los productos que tiene que transformar para ofrecer en el mercado convertidos en mercancías. Como el número de mercancías, artículos, es elevadísimo, la repercusión de los costes de amortización del capital fijo, de los costes financieros es casi despreciable, y lo mismo ocurre con los gastos de capital circulante: nóminas, gastos de mantenimiento y funcionamiento de equipos…
Centrémonos en una mercancía adquirida: el artículo. Un artículo tiene unos costes de producción que se estructurarán del modo siguiente:
Coste (a) = capital fijo + capital circulante + compra de cantidad de información + fuerza de trabajo.
El capital fijo sería el capital necesario para construir, por ejemplo, los laboratorios en los que se realizó la investigación necesaria para lograr producir el artículo, sumado a los gastos en edificios y medios materiales de todo tipo, añadidos a los costes financieros correspondientes.
El capital circulante sería el necesario, por ejemplo, para ejecutar el proyecto de investigación necesario para producir ese y otros artículos, tanto en lo que se refiere al gasto de reactivos, materiales de todo tipo y equipamientos ad hoc necesarios para ese proyecto, sumados al coste de las horas de trabajo de todos y cada uno de los científicos que han trabajado en todas las fases del proceso que ha permitido producir el artículo.
La compra de la cantidad de información sería el coste de la compra de libros y suscripciones de revistas sin los que no se puede trabajar, ya que en ellos está contenida la información previa, necesaria para poder desarrollar el proyecto y elaborar el artículo. Ese información se tiende a medir en cuantos de información, unidades mínimas de medida, de la que la más pequeña sería el artículo aislado.
La fuerza de trabajo sería el coste de todas las plantillas que hay que mantener de modo permanente para que un equipo o una persona puede llegar a elaborar el artículo que se va a ofrecer a la revista. Ese coste será siempre superior al de las horas de trabajo concretas necesarias para la realización de un proyecto, pues aunque se pueda contratar ad hoc y temporalmente a personas para realizarlo hay otras personas fijas en las plantillas científicas, administrativas y de gobierno de las instituciones de investigación científica sin las cuales dichas instituciones no podrían funcionar.
El coste total del artículo será aproximadamente la suma de todos estos conceptos, ya que resulta imposible calcular los gastos de amortización del capital fijo, del circulante y de las horas de trabajo para un artículo concreto. De todos modos el coste estimado siempre sería menor del real, ya que solo podremos utilizar los parámetros claramente computables en el proceso de producción, a los que se sumarán a mayores los demás no claramente imputables en la producción del artículo, pero no por ello menos reales.
La pregunta que surge entonces al respecto es, siguiendo el esquema que acabamos de presentar ¿quién asume los costes de producción y elaboración de los artículos realmente? ¿Las empresas editoras o los científicos que lo han realizado?
Tomado del Blog de Studia XXI con permiso de sus editores
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