Por Ximena Dueñas, Gina Catalina Loaiza, Silvana Godoy Mateus y José Luís Sánchez. Tomado de Enfoque educación
Desarrollar habilidades que preparan a los niños para leer y escribir es clave desde los primeros años. La alfabetización temprana sienta las bases del aprendizaje formal. Descubre su impacto en el futuro educativo y profesional.
Los primeros años de vida de una persona son determinantes para su desarrollo. La evidencia científica ha demostrado que la atención temprana impacta las habilidades sensoriales, la motricidad, la comprensión, la expresión, la curiosidad, la exploración, la comunicación no verbal, el vocabulario, y las relaciones afectivas. En esta etapa, ocurre la alfabetización temprana en la que se desarrollan habilidades precursoras que van a preparar a los niños y las niñas para el aprendizaje formal de la lectura y la escritura.
La sofisticación de estas habilidades depende de la cantidad y la calidad de las experiencias con el lenguaje oral y escrito desde el nacimiento. Estas experiencias incluyen:
- El aprendizaje de palabras y sus significados.
- Las conversaciones de ida y vuelta.
- El acercamiento a una diversidad de textos y materiales de lectura en casa o en la biblioteca.
- Y los conocimientos acumulados sobre el mundo que rodea al niño y el mundo letrado.
Las oportunidades de aprendizaje están determinadas por el entorno, los cuidadores, la familia y el acceso a una educación temprana de calidad. Estas experiencias iniciales sientan las bases para el aprendizaje de la lectura y la escritura, y se conocen como alfabetización temprana.
¿Qué es alfabetización temprana y cuál es su importancia?
La alfabetización o literacidad temprana es un concepto que comprende, según Donna Coch (2022), el conocimiento y las habilidades emergentes de alfabetización que bebés e infantes desarrollan en el hogar, guarderías y preescolares. Estas habilidades son la base para el aprendizaje formal en la escuela y determinan las perspectivas profesionales y económicas a lo largo de la vida.
Coch insiste en la importancia de que los profesores y cuidadores preparen a los niños en lugar de esperar a que estén “listos para leer”. En este sentido, deben ayudarlos y acompañarlos en el desarrollo de las habilidades, conocimientos y actitudes necesarias para aprender a leer y escribir.
Como ilustra la Figura 1, en la línea azul muestra que los niños y las niñas que inician su educación preescolar (K) con estas habilidades fundamentales tienden a desarrollarlas y a tener trayectorias escolares exitosas. En contraste, la línea roja representa a aquellos que comienzan la escuela sin estas habilidades, quienes enfrentan dificultades constantes que los pueden llevar a la deserción o a avanzar en el sistema educativo sin aprendizaje, perpetuando el denominado efecto Mateo.
Figura 1. Trayectorias escolares en función de las habilidades fundamentales
- Fuente: reelaboración a partir de Coch, 2022, p. 21.
¿Qué habilidades deben desarrollarse durante la alfabetización temprana?
Es importante crear oportunidades de aprendizaje en el entorno familiar, en los hogares infantiles y en la educación inicial para desarrollar habilidades precursoras. Estas habilidades constituyen un conocimiento fundamental que debe desarrollarse previamente para que las niñas y los niños puedan aprender a leer y escribir, sentando así las bases para la formación de lectores y escritores competentes.
Algunas de las habilidades precursoras más importantes son abordadas en el informe del National Early Literacy Panel del año 2008, durante un panel de expertos en Estados Unidos que resumió años de investigación en literacidad emergente y se centró en reconocer los elementos cruciales para la adquisición de competencias entre los 0 y 5 años de edad:
- El lenguaje oral: es la base del aprendizaje del lenguaje escrito e implica saber escuchar y hablar. A través de la escucha e interacción con la familia y los cuidadores, las niñas y niños asimilan el vocabulario y la sintaxis del español, aprenden a combinar palabras para comunicar sus ideas y emociones, y usar el lenguaje teniendo en cuenta el contexto o el destinatario. Aprenden, por ejemplo, a elegir el tipo de registro (formal o informal) para comunicarse de manera efectiva y desarrollan la capacidad de comprender narraciones leídas por adultos significativos. Estas habilidades luego son transferidas a la comprensión lectora (Camargo et al., 2013). Los intercambios orales y las lecturas en voz alta les permiten desarrollar habilidades como entender y recordar, localizar y organizar sucesos en una secuencia, seguir instrucciones, e interpretar y evaluar ideas en las historias. El desarrollo sistemático del habla influye en la escritura; una niña o niño que se expresa con precisión, utilizando una sintaxis más compleja y un vocabulario amplio, se acerca al estilo de lenguaje escrito, más estructurado y contextual. Además, cuando un niño o niña se expresa oralmente, los maestros o cuidadores deben corregir y pronunciar correctamente las palabras, pedirle que amplíe, aclare o repita la información, y ayudarle a ordenar de manera adecuada lo que dice.
- Conceptos de impresión: las niñas y los niños deben entender cómo funcionan los libros y la escritura impresa. La docente, cuidadora o líder en alfabetización desempeña un papel crucial en este proceso. Debe mostrar la portada del libro, enseñar el título, y destacar quién es el autor o ilustrador del texto. Además, debe señalar cómo se ensamblan las letras y las palabras (de izquierda a derecha y de arriba abajo) y explicar que las palabras escritas en una página representan el lenguaje hablado.
- El desarrollo del vocabulario: las niñas y los niños deben tener un vocabulario amplio, con profundidad en sus significados y una recuperación rápida del mismo, por estas razones su enseñanza debe ser explícita y sistemática.
- La conciencia fonológica: es una habilidad que permite a los estudiantes identificar, discriminar y manipular los sonidos que componen las palabras (Jiménez y Ortiz, 2007). Las habilidades fonológicas son fundamentales para iniciar la alfabetización y requieren enseñanza explícita, ya que los niños y las niñas necesitan entender que las palabras están formadas por unidades de sonido de diferentes tamaños, cada una de las cuales supone diferentes niveles de trabajo (Defior y Serrano, 2011). Por ejemplo, la conciencia léxica se centra en las palabras que componen las oraciones o frases; la conciencia silábica es la capacidad para reflexionar y manipular las sílabas de una palabra; la conciencia intrasilábica se enfoca en el inicio o la rima de las palabras; y la conciencia fonémica permite identificar, contar o manipular las unidades mínimas del habla, es decir, los fonemas.
- El conocimiento de las letras: las niñas y los niños deben ser capaces de identificar, nombrar y escribir las letras (mayúsculas y minúsculas) del alfabeto, así como los sonidos que representan. Este conocimiento del alfabeto es un precursor crucial de la lectura y la escritura.
- La escritura emergente: según Villalón Bedregal y Figueroa (2016) este concepto es el predictor más importante para aprender a producir textos y se manifiesta cuando los adultos incorporan materiales escritos en la vida cotidiana de las niñas y niños, proponiéndoles diferentes actividades que fomenten actitudes positivas hacia la escritura. Este enfoque también contribuye a que comprendan aspectos fundamentales del funcionamiento del sistema de escritura: que este representa el lenguaje oral, su función comunicativa, la forma en que se ensamblan las letras, su direccionalidad, la capacidad de diferenciar imágenes de letras, la identificación y escritura de letras, el conocimiento de algunas correspondencias entre grafemas y fonemas, así como la escritura del nombre y el de personas significativas para los niños.
Finalmente, la alfabetización temprana es el “escenario” en el que los adultos más significativos para las niñas y niños estrechan vínculos emocionales con la lectura y la escritura al dinamizar prácticas lúdicas, cargadas de sentido, al ofrecer un trato cariñoso y motivador. Las familias, cuidadores y profesores desempeñan un papel esencial en el fomento de intercambios orales ricos, tanto en cantidad y profundidad de vocabulario, como en estructuras sintácticas complejas (oraciones más elaboradas). Ellos proporcionan a los niños y las niñas materiales de lectura, les leen en voz alta, entablan conversaciones de ida y vuelta sobre lo leído, participan en actividades en bibliotecas y horas de cuento, promueven los primeros trazos y la escritura del nombre, y crean un ambiente afectivo alrededor del lenguaje oral y escrito que motiva a aprender a encontrar sentido en las palabras.
Si deseas profundizar en estos temas y en otras habilidades importantes relacionadas con la literacidad temprana, te invitamos a consultar el siguiente recurso y a estar atento al lanzamiento del curso gratuito “El viaje de la alfabetización”.
Tomado de Enfoque Educación blog del BID
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