Por Paola Dellepiane
La Inteligencia Artificial (IA) es una tecnología muy diferente de todas las que se han inventado hasta ahora, una herramienta que es dinámica y en la que participa la población mundial, con o sin consentimiento. La (IA) ha despertado, abandonado el invierno y entrado en un período primaveral de su desarrollo. Puede ser considerada una novedosa “antigüedad” que ha movido y removido, cuanto menos nuestras actitudes, y orientado nuestros debates en diversas dimensiones, pero con un sello distintivo en su abordaje: la esencia humana. Así, la IA forma parte de un proceso más amplio de transformación digital de la sociedad actual. Se trata de una serie de cambios sobre las formas de organización social y laboral, con un impacto directo en la generación de la riqueza económica, en la creación cultural y en la comunicación social.
El libro Artificial aborda fundamentalmente el concepto de inteligencia humana, partiendo de la definición de Inteligencia como todo aquello que no hacen las máquinas. La IA es la primera máquina que sale de lo rutinario y ocupa el lugar de las grandes ideas. Y en este sentido, el primer capítulo, titulado la Génesis de la Inteligencia, trae el juego del ajedrez como el mejor ejemplo de uso de la IA. Éste fue el primer paso en emular la inteligencia humana cuando Turing se preguntó, “¿cómo se diseña un programa capaz de analizar una posición de ajedrez y con criterio para tomar buenas decisiones?” AlphaGo, y AlphaZero después, pudieron responder a la pregunta.
En el ámbito de la educación, los autores proponen algunos interrogantes: ¿Cuál será el impacto de la IA en los objetivos, los métodos, los contenidos en educación? ¿Qué transformaciones debería experimentar la educación y qué principios no debería cambiar? Para intentar responder a estas preguntas, los autores nos traen el concepto de sedentarismo cognitivo, que refiere a la incorporación de herramientas, básicamente digitales, que hemos hecho durante estos años para facilitarnos nuestras vidas. Sin embargo, en algunos casos nos han hecho perder algunas habilidades, como por ejemplo la memoria, que es un pilar sustancial para la cognición y el desarrollo del pensamiento: “sin memoria no hay pensamiento ni inteligencia”.
Una conclusión contundente que sintetiza una respuesta: “Que una máquina pueda realizar una función no significa que tengamos que abandonarla”. En este sentido, la IA no nos reemplazará sino que nos multiplicará.
A estas alturas hemos experimentado que el IA Generativa necesita prompts precisos y específicos, pero lo novedoso que nos trajo esta IA generativa es que estamos aprendiendo a pensar a través de una conversación. una idea que está en los cimientos de nuestra cultura. El prompts nos permite rescatar la perspectiva socrática del valor de la interrogación y la conversación, y que contribuyen al desarrollo de capacidades de orden superior, como ser la explicación y fundamentación de un razonamiento.
A lo largo del libro se ha logrado probar que identificar patrones a partir de datos complejos es algo que la IA puede hacer mucho mejor que nosotros. En el capítulo final, entre la utopía y la distopía, los autores nos comparten nuevos interrogantes: ¿Hay vida inteligente en el espacio? ¿Acaso es posible que seamos realmente la única especie que exprese esta forma de inteligencia? ¿Cuál es la probabilidad de que no haya ninguna otra forma de vida que escriba poemas y canciones, que encienda el fuego y construya casas y se pregunte si, en efecto, son los únicos en hacerlos en todo el universo?
El concepto de IA proviene de la idea de artificial que tiene 2 acepciones muy distintas. La reflexión acerca del origen de la palabra Artificial contempla 2 acepciones: una que se refiere a algo que no es natural. La otra acepción, refiere a algo que ha sido hecho por el ser humano. Sin dudas, esta IA es esencialmente humana.
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