A pesar de que las dos misiones más conocidas -y reconocidas socialmente- de la universidad son la docencia y la investigación, el divorcio existente entre todo aquello que ocurre en las aulas universitarias y su posterior análisis y reflexión no ha sido motivo de investigación por parte del profesorado universitario hasta hace relativamente pocos años. Tampoco es habitual que la actividad de investigación que se desarrolla por parte del profesorado en la universidad traspase las paredes de las aulas y se convierta en parte de la actividad docente.
Las causas pueden ser explicadas desde diferentes puntos de vista. En primer lugar, nos encontramos con la prácticamente nula formación pedagógica del profesor universitario, que ha accedido tradicionalmente a ocupar un puesto de profesor después de acreditar sus conocimientos teóricos disciplinares en una materia. En segundo lugar, el escaso reconocimiento a los méritos docentes de cualquier profesor universitario en contraste a la importancia otorgada a la investigación en su área disciplinar. Además, en tercer lugar, es posible que el profesor universitario haya percibido la organización y la estructura de los planes de estudio y de los programas de las asignaturas únicamente como un deber a cumplimentar para poder continuar con sus objetivos profesionales. Por último, existe un elemento fundamental para la desconexión entre investigación y docencia: la falta de una cultura en la universidad que presente la relación de esta dualidad.
En pocas ocasiones se vincula el trabajo de investigación de un profesor con un proceso de mejora o innovación de las estrategias docentes.
La investigación que hace el profesorado no revierte sobre su docencia y el profesorado prácticamente nunca investiga sobre el proceso de enseñanza-aprendizaje en el que está implicado como sujeto activo. Por este motivo, cualquier profesor que se aventure a vincular una y otra tarea se enfrenta a un proceso innovador: convertir el aprendizaje en la actividad académica principal de la universidad, rompiendo así la fuerte delimitación que existe entre aquello que pertenece a la parcela de la investigación y lo que pertenece a la docencia. A la vez, la superación de esta barrera puede ayudar a convertir la actividad que se realiza en la universidad en una acción coherente e integrada, y no la suma de diferentes tareas, que en la mayoría de las ocasiones nada tienen que ver entre ellas.
A pesar de que en los últimos años han aumentado las estrategias para incentivar los procesos de mejora de la docencia en la universidad y cada vez está más aceptada la necesidad de que los docentes focalicen esfuerzos en hacer evolucionar sus métodos didácticos, no existe ningún tipo de política o mecanismo para valorar hasta qué punto un profesor vincula su actividad de investigación y su actividad docente. El sistema universitario y el sistema de acreditación gubernamental permiten que estos dos ámbitos de la tarea del profesorado avancen y se desarrollen en paralelo.
Se hace necesario buscar fórmulas para poder conciliar una tarea de investigación seria y rigurosa con las múltiples tareas de gestión y docencia. Estas fórmulas creativas pasan fundamentalmente por buscar espacios de intersección y sinergias entre los tiempos de dedicados a la investigación y los dedicados a la docencia. Estas propuestas pueden llevarse a cabo implicando a los estudiantes en los proyectos de investigación y que su actividad en estos proyectos cumpla la doble función de actividad de aprendizaje a la vez que actividad acreditativa.
Además, el conocimiento con relación a los procesos de investigación, como pueden ser la definición de objetivos o hipótesis, la planificación de las fases, las metodologías utilizadas, la utilización de procesos, maquinaria, técnicas para la investigación, etc. deben considerarse también como contenidos implícitos en la materia. Por otra parte, en este proceso de cambio en los planteamientos docentes que puede suponer esta conexión investigación-docencia, el profesorado debe plantearse hitos, objetivos alcanzables y realistas, que de una forma progresiva vayan aumentando la presencia del trabajo científico que desarrolla como parte de sus enseñanzas y los aprendizajes del estudiante. Un primer paso, por ejemplo, es dedicar un tiempo a explicar a los alumnos aquellos proyectos futuros en los que se pretende trabajar o en los que ya se está trabajando y haber hecho el ejercicio de pensar en cómo esos proyectos se relacionan con las temáticas que conforman la asignatura. Los estudiantes pueden aportar ideas o sugerencias al profesor y pueden sentirse motivados por implicarse, de una u otra forma o en diferentes niveles, en los propios proyectos. Para el profesor esta estrategia puede ser útil también para explorar los intereses de sus estudiantes.
Por otra parte, vincular y compartir con el alumnado los procesos de investigación y los hallazgos de ésta no hará más que mejorar el feedback que el profesorado universitario obtendrá de su trabajo científico. Los alumnos suponen elementos implicados y posibles observadores/espectadores críticos del trabajo del profesor y con un enfoque y planteamientos adecuados no harán más que enriquecer y apoyar el crecimiento y la mejora de los proyectos y sus resultados. Consideramos que un buen número de estudiantes responderían favorablemente a propuestas y demandas atractivas e innovadoras que tuvieran que ver con procesos de investigación. Relacionar de forma planificada y consciente investigación y docencia es además una vía para situar en la realidad investigada los objetivos y contenidos que conforman el eje del aprendizaje del estudiantado. De este modo, supone para docentes y estudiantes una vía para facilitar y poner en práctica la adquisición de las competencias relacionadas con el programa universitario que se curse.
Planificar la docencia considerando la investigación es también una forma de articular el trabajo del profesorado y darle un sentido más global.
Es una forma de alimentar una comunicación entre las tareas docentes en una doble dirección e incluso puede resultar un camino para mejorar las tareas cotidianas del profesor universitario. Aprovechar como docente los trabajos de investigación para enriquecer la docencia y para aumentar los recursos de aprendizaje que disponemos para los estudiantes en el proceso formativo requiere un conocimiento y una cierta sensibilidad didáctica. Esto quiere decir que el profesorado debe pensar su actividad de investigación también con una mirada docente. En realidad, es como debe mirarse cualquier recurso susceptible de ser utilizado como herramienta para enseñar y aprender.
Por todo ello, nos parece absolutamente necesario desarrollar prácticas universitarias que superen dichos límites. El gráfico siguiente ilustra la relación entre docencia, investigación y currículo. El eje vertical divide el currículo desde la docencia centrada en los alumnos, en la cual los estudiantes actúan como participantes, hasta la docencia centrada en el profesor, con alumnos que actúan como espectadores. Por otro lado, el eje horizontal divide el currículo entre la priorización del contenido de la investigación o la priorización de los procesos y los problemas de la investigación.
Figura 1. Relación entre investigación y docencia y diseño curricular
Es evidente que es difícil encontrar un currículo centrado en uno solo de los cuadrantes, si bien es cierto que la mayoría de las situaciones de aprendizaje se sitúan en el cuadrante inferior izquierdo. La propuesta que se viene defendiendo en las líneas anteriores se centra, de manera clara, en fomentar una implicación activa de los estudiantes en actividades de investigación, en la cual los estudiantes actúan como participantes activos, ya sea a través de su implicación en investigaciones tutorizadas, ya sea mediante la elaboración y discusión de investigaciones o con el aprendizaje basado en problemas. En cualquier caso, se trata de investigar para enseñar y aprender.
Healey, M. (2008) “Vínculos entre docencia e investigación: reflexión en torno a los espacios disciplinares y el papel del aprendizaje basado en la indagación” en Barnet, R. (2008) Para una transformación de la universidad. Barcelona: Octaedro.
Tomado del blog de Studia XXI con permiso de sus editores
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